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tEnfrentamiento. La "Creu de la victòria" conmemoraba el triunfo del bando real en Almenara. castillodesagunto.blogspot.com
La 'Sancta Germania', un episodio capital

La 'Sancta Germania', un episodio capital

Germanías. El conflicto civil, del que se cumplen los 500 años, es un hito de la historia valenciana repleto de connotaciones sociales, económicas, políticas y religiosas que se cobró cerca de 13.000 víctimas

Sábado, 11 de diciembre 2021, 23:59

Cualquier tiempo pasado fue anterior. Tan cierto como que cualquier tiempo pasado teñido de sangre fue peor. Entre 1520 y 1522 el Reino de Valencia sufrió uno de los conflictos más enrevesados y violentos de nuestra historia, donde, como en el amor, todo valió. Entre innumerables episodios aciagos quizá el más trágico sea el acaecido en la iglesia de l'Olleria.

Allí se habían resguardado centenares de sediciosos junto a sus familias, pero al bando real no le tembló la mano para dar fuego a la casa de Dios. Conforme salía la gente teóricamente acogida a sagrado por las ventanas, fue alanceada.

Tampoco es que las fuerzas agermanadas mostrasen más miramientos: el 18 de agosto de 1521, tras obligar a la conversión forzosa a más de medio millar de musulmanes refugiados en el castillo de Polop, decidieron pasarlos a cuchillo. Son dos botones de aquel cajón de sastre que sacudió los cimientos del poder establecido entonces, además de a la razón.

La complejidad de las Germanías, repleta de connotaciones sociales, económicas, políticas y religiosas, quizá haya menoscabado el interés por su conocimiento entre el gran público. Y no es que la comunidad científica desdeñe su estudio y difusión. A consecuencia del quinto centenario de aquella revolución se han sucedido las acciones que dan a conocer un capítulo trascendental del pasado valenciano. Descuella la originalidad del proyecto I+D de la Universitat de València 'Memoria, imagen y conflicto en el arte y la arquitectura del Renacimiento: la Revuelta de las Germanías de Valencia', pues alumbra un terreno olvidado por la historiografía secularmente.

Un resumen grosero: la Germanía fue una revuelta de carácter gremial y popular contra la nobleza, donde, casi sin comerlo ni beberlo, el castigo más pesado cayó sobre la población musulmana.

Las contradicciones fueron advertidas ya en 1526 por Juan Luis Vives, quien escribiría sobre las Germanías (y las Comunidades castellanas): «... se produjeron levantamientos en España, de la plebe contra la nobleza, de unas ciudades contra otras [...] Eso fue locura y no disensión, pues la multitud no sabía qué quería, por qué habían tomado las armas ni en favor de quién luchaba...» Quizá exageró el humanista valenciano, pero el éxito del caos fue inapelable.

Tormenta perfecta

Los cambios no se producen de la noche a la mañana y en la Valencia de 1519 los gremios acumulaban años de descontento hacia la nobleza: las crisis de subsistencias (no acusadas por las élites), la indefensión artesanal -particularmente textil- ante una nobleza que prefería consumir y comerciar productos extranjeros, los impuestos inicuos, los abusos de oficiales reales, las trabas nobiliarias para el acceso de los menestrales al gobierno municipal, etc. Aquel combustible precisaba una pequeña chispa, pero se produjeron varias.

Por entonces acechaba un peligro real: el de la piratería argelina. De hecho, el ya fallecido rey Fernando el Católico había publicado una norma en 1515 por la que las autoridades proporcionarían armas a los gremios en coyunturas de amenaza seria. El 22 de junio de 1519 se hizo efectiva. Luis de Cabanilles, gobernador del Reino de Valencia comunicaba a las cofradías el 'adehenament'.

Autorizaba la creación de milicias gremiales por decenas -de ahí el nombre-, y su armamento. Los miembros de los oficios se alistaron, nombraron a sus propios capitanes y, tras jurar lealtad al rey, fueron armados. Simultáneamente se desataba un grave brote pestífero, cuyo golpe podía atenuarse sólo de dos formas: por mediación divina solicitada a través de procesiones o tomando las de Villadiego.

Los nobles, a la sazón representantes de la autoridad, eligieron la segunda opción. El resto de la ciudad no pudo escoger y las procesiones se multiplicaron. Añadan la prolongada ausencia del joven y extranjero monarca Carlos I, más preocupado por su corona de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que por jurar los Fueros, y los sermones de carácter tremebundo con los que un dominico llamado Castelloli acongojaba a los valencianos con la punición divina.

Conflicto militar

La primera fase de la Germanía fue más moderada. Con un perfil político, los agermanados gozaron de cierta empatía por parte de la Iglesia, de unos contados nobles sensibles a su causa y del rey. Pero las amenazas de revuelta agermanada eran ya palpables en los multitudinarios desfiles militares de los gremios. A finales de 1519 Valencia no explotaba por la ambigüedad del ausente Carlos I, quien contentaba a los agermanados ratificándoles su derecho a las armas, así como al gobierno municipal y a los nobles anunciándoles que pronto acudiría a Valencia a cumplir su obligación. Ni una cosa ni la otra.

En enero de 1520 el rey derogó el armamento gremial unas semanas y envió a Valencia a su tutor y hombre de confianza Adriano de Utrecht a resolver lo irresoluble y, ya de paso, jurar en su nombre. Sólo la Germanía, que de nuevo tenía el beneplácito real, aceptó la ausencia del monarca y el juramento de Adriano, en una escena que imaginó en 1872 el pintor José Benlliure.

En mayo de 1520 el monarca nombró virrey de Valencia a Diego Hurtado de Mendoza. Experto en armas y torpe en diplomacia, fue recibido por los gremios, que 'le invitaron' a realizar un nuevo recorrido urbano -en detrimento del tradicional que rendía honores a las autoridades- cuyo significado era «aquí mandamos nosotros».

Graves disturbios en junio motivaron que el rey explicitase por primera vez su rechazo a la Germanía. En noviembre de 1520 los agermanados marchan por Valencia. Desafiantes, su dominio cristaliza semanas después cuando crean la Junta de los Trece, nuevo organismo de gobierno municipal compuesto por representantes de diversos gremios. Mientras, entre los más exaltados, se promueven improperios y amenazas contra los mudéjares, cuya máxima falta es, además de ser 'moros e infidels', representar la fuerza motriz de la riqueza nobiliaria. El mudéjar, mano de obra explotada por la oligarquía, se fue convirtiendo paulatinamente en enemigo de la Germanía autodenominada santa, hasta el punto que exigiría el bautismo forzado o su muerte inmediata.

Levantamiento rural

Aquella rebelión surgida en Valencia fue calando en otros centros urbanos como Alzira o Xàtiva, si bien su irradiación afectó sobremanera a las zonas rurales del reino, donde la población, mudéjar en su mayoría, trabajaba para la nobleza terrateniente.

1521 es el año de las grandes batallas de los agermanados, con cruces rojas pintadas sobre sus ropas que evocaban una nueva cruzada, contra los nobles, en cuyas huestes luchaban, qué remedio, los 'infidels'. Las más famosas, la de Almenara (entre el 17 y 18 de julio), y la de Gandia (25 de julio), pueden ocultar una triste realidad. De febrero de 1521 a diciembre de 1522, con las capitulaciones de las agermanadas Xàtiva i Alzira, una ola de locura sanguinaria conmocionó el territorio valenciano. De Morella a Orihuela. De Valencia a Chelva. Ningún bando escatimó en crueldad: saqueos, razias, quema de edificios... Ya se ha avanzado el resultado de la revuelta, ¿pero qué consecuencias tuvo la Germanía además de los miles de vidas perdidas aquellos meses?

Pese a la resistencia de algunos reductos y a otros levantamientos posteriores, la ejecución del líder agermanado Vicent Peris en marzo de 1522 -con exposición de cabeza en el portal de Sant Vicent de Valencia incluida- dejaba zanjada la cuestión.

Faltaba la dura represión por parte de la autoridad real, representada desde 1523 por la nueva virreina, Germana (casualidad de nombre) de Foix. En el colmo de las contradicciones, Carlos I, por interés propio, daría por válidas las conversiones que los agermanados habían impuesto a los mudéjares, según algunas fuentes, con escobas esparciendo a granel agua bendita. Fue la única reivindicación conseguida, eso sí 'post-mortem', por el bando derrotado.

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