Aparte de los valencianos nos ocurre: en los actos dedicados a la Virgen, en la Ronda a la Mare de Déu, en las solemnidades, confundimos ... las dos más bellas piezas musicales que la Virgen de los Desamparados tiene dedicadas: el Himno de la Coronación, de Romeu, y el '¡Valencia Canta!', del maestro José Serrano. Nos da lo mismo, en realidad: ambos nos motivan y emocionan por igual ante la imagen de María. Pero son dos piezas musicales distintas que se estrenaron, hace ahora un siglo, con once días de diferencia. El primero fue cantado en el acto solemne de la Coronación, el 12 de mayo; el segundo, en la plaza de la Virgen, el día 23. Los dos entraron enseguida en la memoria y la sensibilidad de los valencianos. Pero, además, uno y otro encierran una interesante historia; que se presenta llena de anécdotas chispeantes cuando del maestro Serrano se trata.
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El comité organizador de los actos de la Coronación quiso tener un himno para el acontecimiento y convocó para ello dos concursos consecutivos. Primero, en octubre de 1922, el destinado a tener un texto poético base, «en lengua valenciana». A finales de noviembre, un jurado de expertos eligió, entre 51 trabajos presentados, el poema de José María Juan García, «mestre en gay saber» y acreditado autor, que recibió como premio una imagen de la Virgen fundida en plata. El poema, recordemos bien, es el que comienza diciendo «La patria valenciana, s'ampara baix ton mant...».
Con él en cartera, se convocó enseguida un concurso entre compositores, al que se presentaron 33 aspirantes. La partitura tenía que adaptarse, evidentemente, al texto y tener muy en cuenta que alternaba voces y coros. El ganador, que recibió un premio de 750 pesetas, se conoció en marzo de 1923: fue Lluis Romeu, presbítero y organista de la catedral de Vich. El jurado, en atención a su calidad, concedió un segundo premio de 250 pesetas al trabajo de Antonio Pérez Moya, compositor valenciano que trabajaba en Barcelona.
Mientras tanto, ajeno a estas decisiones, el famoso compositor José Serrano Simeón vivía en Madrid atento a un montón de problemas: una familia de ocho hijos, un teatro del que era empresario, una compañía a la que dar actividad, la marcha en taquilla de sus obras y la evidente necesidad de componer nuevas páginas para un mercado de alta competición. Madrid era un lío constante y su ilusión verdadera eran las tardes de pesca veraniega en el canal del Perelló; la paz y el silencio en espera de que los «llobarros» tragaran el anzuelo. Pero trabajar mucho, y agitadamente, era lo que el destino le reservaba al maestro.
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En esas estaba cuando, en las primeras semanas de 1923, se presentó en su casa de Madrid -Beneficencia, 2-el presidente de la Diputación de Valencia, el valencianista Modesto Giménez de Bentrosa, con una comisión de diputados. El motivo de la visita fue pedirle que compusiera un himno para la Coronación de la Virgen, a celebrar en mayo. El muy acreditado autor del Himno de la Exposición de 1909, emblema musical para miles de valencianos, dudó al principio. Su música quizá no era muy adecuada para la Patrona. Pero terminó por aceptar los requerimientos de los visitantes... Que en el caso del maestro de Sueca solía ser equivalente a dejarlo todo para última, ultimísima hora, y ponerse «a la faena» cuando le espoleaban los autores del encargo.
En marzo de 1923 LAS PROVINCIAS publicó una interesante crónica desde Madrid. El periodista le preguntaba a don José por los negocios de la zarzuela, por la ruda competencia de los escenarios, pero él solo quería hablar del ensueño de ver el corcho hundirse en las aguas de la Gola del Perelló. Pero afirmó que el himno a la Virgen estaba asegurado: no había escrito nada, pero lo haría. El reportaje, al final, incluyó una escena casi poética: el maestro se asomaba al balcón y miraba hacia el este, soñando con su querida Valencia. De repente, dejó la contemplación, se sentó al piano y empezaron a brotar notas y acordes: el reportero insinúa que sí, que acaba de llegar la inspiración del esperado Himno.
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Nada más se supo de esa partitura hasta seis días antes de la Coronación, el 6 de mayo. Cuando LAS PROVINCIAS publicó una carta abierta del maestro Serrano a nuestro director, carta destinada a deshacer un serio equívoco sin ánimo de molestar a nadie. El compositor fue claro: cuando le hicieron el pedido, le hablaron de un Himno «para» la Coronación. Pero nadie le dijo que había en marcha un concurso oficial de la organización para tener un Himno Oficial. «!Ese Himno solo puede hacerlo Dios y cantarlo los ángeles!», escribió Serrano en su carta, en la que dijo, además, que su pretensión había sido la de una composición más humilde y popular, con letra de su primo, Mariano Serrano, que era, eso sin duda, «un poeta como una casa».
La carta, todo sinceridad, relata que terminó el «!Valencia canta!», se vino a Valencia, reunió coros, cantantes y músicos, y empezó los ensayos... hasta que se enteró de la existencia de un Himno Oficial que estaba ya en las imprentas. Se paró en seco, recogió las partituras y suspendió toda actividad. En su carta a nuestro periódico dejó claro su sentimiento: no quería que «pueda parecer que yo pretendo entablar competencias que nunca estuvieron en mi ánimo».
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Pero el mundo musical valenciano, y la prensa, ya sabían de la existencia del «!Valencia canta!». Y había un gran interés por escucharlo. LAS PROVINCIAS llegó a publicar que el estreno quizá se podría producir ante el teatro Principal, en el momento en que la Virgen pasara, en procesión, por delante del punto en que los Reyes estaban presenciándola. Pero Serrano, llevado de su deseo de no interferir, propuso esperar y estrenar su partitura en la plaza de toros.
Al final, hubo una solución mejor: pasadas las fiestas de la Coronación, que terminaron el día 20, aún quedaba la Fiesta de las Floristas, prevista para el 23 de mayo. Así las cosas, y con el templo cuajado de flores como siempre, se celebró por la mañana la misa devota y, por la noche, el estreno de «!Valencia canta!».
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Apenas se publicitó el concierto y el tiempo estaba amenazando lluvia. Pero, así y todo, al anochecer, se tuvo que cortar el paso de los tranvías y desviar la circulación: la plaza de la Constitución, la plaza de la Virgen, estaba abarrotada. El público entusiasta llenó la plaza de l'Almoina y las calles del Miguelete y de Caballeros. «Antes de la once de la noche era ya imposible de todo punto llegar a la plaza de la Virgen», dice la crónica que publicamos.
La Banda Municipal, «para calmar la ansiedad del enorme concurso», empezó a interpretar ante el público «Lo cant del valencià» y «L'entrá de la murta», entre otras piezas de casa. Hasta que, a las once y media, batuta en mano, el maestro Serrano subió al podio y estalló una ovación delirante. Una voz bellísima abordó la letra: «!Madre de España! ¡Sol de Valencia!...»
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«El conjunto, letra y música, es algo emocional, que predispone el ánimo a elevarse hacia la divinidad, sin dejar por ello de sentirse ligado a la tierra, cuya fragancia de tierra valenciana se percibe...», escribió nuestro cronista. La composición, el nuevo Himno a la Virgen de los Desamparados, se interpretó tres veces a petición del público. Y solo admitió como cierre el Himno de la Exposición, que levantó clamorosos sentimientos y aplausos.
Una consulta de los periódicos de esos días indicaba que, estrenado un miércoles, el «!Valencia canta!» ya estaba asumido por los músicos, los coros y el público justo el domingo siguiente, en otros actos parroquiales dedicados a la Virgen.
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