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Una ciudad inmensa en lo espacial y también en lo temporal como Valencia necesita ser cartografiada con minucioso detalle cuando se decide explorar su esencia, ... en busca de su identidad. Como requisito previo, el objeto de su estudio debe entender esta historia de formidables acontecimientos urbanos como un palimpsesto: la vida avanza por acumulación, como se observa en la protagonista del libro, nuestra ciudad, cuyo biografía recogen estas páginas recién publicadas por la editorial Llibres de la Drassana mediante imágenes datadas entre 1857 y 1988.
¿Moraleja? Ocurre que hay una Valencia más bien múltiple, como advierten sus autores (Arturo Cervellera, Andrés Giménez y Ángel Martínez) para ayudar a que el lector desencripte por sus propios medios el misterio de su complejo cometido: comprender que la ciudad de los años 20 se diferencia de la Valencia de dos décadas después, igual que las calles que atravesamos en los 60 son igualmente distintas. Hecha por lo tanto esta salvedad, muy útil para interpretar su obra, los tres autores subrayan la importancia que tiene para alcanzar el final feliz de su travesía un modelo de trabajo dividido en tres fases: hallazgo de la foto, localización del rincón de Valencia donde se tomó y estudio documental. Aunque no es un reparto de cometidos excluyente, cada uno de ellos es experto en una de esas funciones, como veremos a continuación a través de tres ejemplos de su modélico sistema de producción.
Andrés Giménez es un incansable coleccionista, especializado sobre todo en la adquisición de imágenes, que almacena en su domicilio luego de hacerse con ellas por las vías más inverosímiles. Son las que nutren este libro, cuyo subtítulo ('Viajando en el tiempo con fotografía') es muy revelador. En el reparto de tareas con sus dos socios de aventuras, a él le corresponde esa encomienda decisiva: hacerse con las fotos. Por ejemplo, esta espectacular vista de una Valencia nevada que cayó en sus manos un poco por casualidad: la pista definitiva fue la firma que aparece en la parte inferior, a la derecha: las siglas MRK. Recordó que esas mismas tres letras ya le habían aparecido otras veces, apuntando hacia un misterioso fotógrafo del siglo pasado con domicilio en Valencia. Cuando puso su captura en manos de Ángel Martínez, se iniciaba ese otro proceso de catalogación que dio como provechoso resultado la identificación exacta del lugar donde discurre la escena, la actual avenida de Blasco Ibáñez. Sometida al peritaje de Arturo Cervellera, la foto superó este tercer eslabón de la cadena perfectamente documentada: es la estampa de la inolvidable nevada del 17 de enero de 1946. Cuando Valencia fue Laponia por un día.
La siguiente imagen habla con elocuencia del brillante método de trabajo de Martínez, el especialista del trío de autores en identificar el rincón de Valencia donde se ubica cada imagen. Este caso es paradigmático de su ingenio, auxiliado por un prodigioso aparato documental, que incluye fotos cenitales tomadas por la aviación en Valencia en al menos tres oleadas de vuelos durante el siglo pasado y por mapas del servicio de cartografía del Ayuntamiento. A ese equipaje añade un formidable instinto de sabueso, que observa incluso cómo entra la luz del sol en cada imagen para alcanzar el éxito en sus pesquisas, luego de fijarse en mil detalles que pasan desapercibidos a ojos peor entrenados. Por ejemplo, esta foto tomada en la calle de la Estrella a comienzos del siglo XX: lo sabemos gracias al detalle de ese elemento decorativo que recorre con una sinuosa curva el lateral derecho, apoyado en un canalón que todavía resiste en el mismo lugar: la prueba definitiva, indispensable, porque el resto del paisaje urbano ha desaparecido con el paso del tiempo.
Localizada la foto en algún rastrillo por Giménez y ubicada en el sitio exacto desde se tomó por Martínez, llega el momento en que entre en acción Cervellera, que une a su condición de médico en ejercicio una irremediable pasión por los vericuetos de la historia. Fecundo investigador, autor como sus compañeros de varias publicaciones al respecto de nuestra memoria más reciente, posee una hábil y entrenada mirada para detectar las historias (en minúscula) enterradas bajo el peso de la Historia, con mayúsculas. Es dueño además de un abundante archivo, de donde nacieron las pistas que le ayudaron a descodificar esta imagen: fue tomada en la actual calle Blanquerías... y poco más se podía deducir con la simple lectura de la foto. Cervellera fue quien adivinó que se trataba de alguna conmemoración del gremio de 'blanquers' (curtidores), que dan nombre a la calle. Le ayudó para capturar a su presa el estandarte que enarbolan, cuya imagen apela al rescate de la custodia y la sagrada forma en 1398, una imagen que recordaba aquella lejana epopeya que el gremio custodiaba en su cercana sede: el edificio que aparece en la foto.
Otro misterio resuelto. Otra lección de la historia.
(Las imágenes de este reportaje proceden del libro 'Valencia 1857-1988', publicado por la editorial Llibres de la Drassana, con prólogo de Toni Sabater. Sus autores son Arturo Cervellera, Andrés Giménez y Ángel Martínez. El libro acaba de salir a la venta, por 22,95 euros).
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