Marina Costa
Lunes, 19 de mayo 2014, 22:11
El castillo de Sagunto está a punto de ser invadido por un nuevo ejército. Desde las huestes de Aníbal, no se había producido una incursión semejante. El invasor se llama Dactiylopius opuntiae, más conocido comunmente como 'Cochinilla algodonera'.
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Con este parásito se tratará de luchar contra una de las lacras del recinto bimilenario, las chumberas, una voraz especie alóctona que ha generado numerosos daños durante décadas a la acrópolis. Esta especie, de origen centroamericano, está catalogada como especie invasora y supone una "amenaza ambiental que ha invadido la ladera del castillo y sus cercanías, desplazando a la flora autóctona del lugar", según explican desde el Ayuntamiento de Sagunto.
Tras ocho meses de gestiones, reuniones y pruebas, el Ayuntamiento y la Conselleria de Medio Ambiente han iniciado las actuaciones de control y erradicación de la especie invasora. Es la primera vez que se aplica un tratamiento "de este tipo a esta escala, ya que hasta la fecha solo había sido utilizado en una zona menor de la Sierra de Espadán", según apuntan.
Durante todo el trabajo previo se estudiaron los efectos que podría tener la cochinilla "y los resultados certifican que la presencia del insecto no va a afectar a la población, ni a la flora y la fauna de la zona".
El rápido crecimiento de las paleras ha provocado durante años la erosión del suelo, lo que debilitaba la sujección natural de las estructuras arqueológicas. Además, con la erradicación de la palera se podrán recuperar "zonas de paseo y ocio para vecinos y turistas que ahora mismo son intransitables".
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Para ganar la batalla a la chumbera, se han introducido paleras infectadas con este parásito, previamente tratadas en Alicante. La eficacia de este parásito natural para el control de esta especie exótica ya ha sido probada en otras zonas de la Comunitat Valenciana. Según el Departamento de Ecosistemas Agroforestales de la Universidad Politécnica de Valencia, la ventaja de este insecto frente a otros métodos es su permanencia en el tiempo y su elevada eficacia y especificidad. Trascurridos unos meses, las paleras adoptarán un color amarillento, posteriormente sus palas perderán turgencia y al final, según las previsiones, morirán a partir del año. Cabe destacar que se erradicará un 95% de las paleras para que el matorral autóctono de la zona reconquiste su espacio.
Las hembras de esta especie colonizan el cactus cubriendo la planta de secreciones algodonosas y producen su debilitamiento por la succión de la savia, lo que finalmente causa la desecación de la planta.
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