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E. PALOMARES
Sábado, 28 de marzo 2015, 00:17
El municipio alicantino de Benissa experimentó una gran transformación a finales del siglo XIX de la mano de su antigua nobleza. «Las familias Feliu y Torres Orduña desempañaron un papel muy importante porque trajeron nuevos postulados políticos que, a su vez, consiguieron una transformación social», como explica el cronista oficial de Benissa, Juan José Cardona. Algunos miembros de estas familias llegaron a ser senadores y congresistas e inculcaron una nueva forma de entender la ciudad. Planificaron el crecimiento urbano fuera del recinto antiguo del pueblo y construyeron edificios más modernos. «A los nuevos edificios construidos se sumó un nuevo templo eclesiástico más grande que iba a representar el inicio de una nueva zona de ciudad», explica Cardona.
Alrededor del nuevo templo ubicaron y construyeron una gran plaza y un bulevar, constituyendo un nuevo núcleo urbano desde el que la ciudad empezó a crecer.
Mientras la ciudad experimentaba uno de sus principales cambios urbanísticos, Francisco de Asís Cabrera, conocido como Capitán Cabrera, llegó a Benissa desde Cuba, después de haber pasado mucho tiempo en contacto el pensamiento americano. «Fruto de sus experiencias en el continente americano creó el diario 'El Centinela', con un claro ideario moderno», añade el cronista.
A su vez, los franciscanos llevaron a Benissa el Seminario Menor, un foco intelectual de las comarcas centrales con los religiosos más preparados.
Esta época dorada de Benissa tuvo sus horas bajas entre 1910 y 1920, con la llegada de la crisis. «Pero a finales de los años 20 empezaron a instalarse fábricas de muebles artesanos que llegaron a contar con plantillas de más de 130 trabajadores», comenta el cronista del municipio.
En 1930, época en la que se contrató a don Manuel Tomás para la Sociedad Musical y nació el equipo de fútbol del municipio, también se instaló en Benissa una fábrica con la patente de las máquinas de partir almendras.
Con la guerra y la posguerra todo se paralizó. Pero los fabricantes de muebles y los productores de uva moscatel salvaron la situación de Benissa. El municipio empezó a vender el moscatel en fresco, en lugar de su tradicional uva pasa, al tener una gran demanda por parte de los comerciantes de Alzira, que querían una fruta que sustituyese a la naranja en los meses de verano. La uva moscatel tuvo mucha aceptación en Madrid y Barcelona, tanto que favoreció la transformación de los campos de Benissa.
De 1948 a 1960, con una nueva crisis económica, empezó la emigración a Alemania, Suiza y Francia, lo que produjo una fuerte despoblación en Benissa. Pero en 1970 esto cambió cuando la zona de Alicante recibió una fuerte inversión de los turistas residenciales, que llegaban a Benissa, Benidorm, Calpe y Moraira para construir su segunda vivienda. Como en Benissa todavía no había agua potable se trajo agua potable desde Benidoleig. La tierra agrícola de la costa, con poco valor para las explotaciones, se transformó en terreno para construir. Y los ayuntamientos compraron los terrenos con pozos en Benigembla para conseguir concesiones de agua. Desde entonces, la partida marítima de Benissa se revalorizó y se construyeron grandes urbanizaciones. En 1974 las normas urbanísticas de conservación del casco antiguo de Benissa pusieron en valor el patrimonio histórico de la ciudad.
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