Daimús, un pueblo costero que supo sobrevivir tierra adentro

Daimús, cuyo topónimo es de procedencia árabe, era un territorio que dependía del Castillo de Bairén. Cercano a Gandia, durante finales del s. XIX Daimús vivió muy de puertas para adentro, autoabasteciéndose para mantener a su población.

En la actualidad la agricultura convive en el municipio con industrias de manipulado de la naranja y de servicios. El turismo es su sector puntero y llega a cuadruplicar el número de habitantes en los meses de verano.

Las tierras del municipio actualmente siguen siendo de regadío, cultivándose como antaño principalmente el naranjo y las hortalizas, aunque empieza ahora tener menos presencia a favor de otros frutales. De hecho, en 2002 Daimús contaba con un total de 152 hectáreas destinadas al cultivo de cítricos (62 hectáreas de naranjo dulce y 90 hectáreas de mandarino) viéndose esta superficie notablemente reducida, como se aprecia en los datos del año 2007, con un total de 106 hectáreas (60 hectáreas de naranjo dulce, 45 de mandarino y 1 de limonero), según la Conselleria de Agricultura.

«Daimús siempre ha sido un municipio muy pequeño y rural», explica su cronista municipal Francisco Pons. Con menos de 1.000 habitantes a principios del siglo XX y en la actualidad más de 3.000, su población pasó el final del siglo XIX viviendo de lo que producían en el campo. A finales del siglo XIX en Daimús «predominaba el monocultivo de la naranja y la hortaliza. Se cultivaba cacao, boniato, patatas, pimientos o berenjenas que en algunas ocasiones daban para venderse a otros municipios, pero que mayoritariamente se producían para autoabastecerse», comenta Pons.

No existían grandes terratenientes y el minifundio era el sistema de cultivo. A principios del siglo XX el cultivo del campo lo llevaban las mismas familias que vivían en el pueblo. «Daimús no tenía mucha comunicación con el exterior. A sus habitantes no les hacía falta vender sus productos. Y las familias eran muy numerosas. Se celebraba el nacimiento de los niños porque significaba una nueva mano de obra para trabajar», explica Francisco Pons, quien añade que «siempre ha sido un pueblo muy humilde». Los lugares de reunión de sus ciudadanos en aquella época eran las calles.

La historia de esta localidad valenciana está marcada por dos referentes emblemáticos, ambos representados en su escudo municipal. Se trata del Mausoleo romano de Baebia Quieta del siglo I de la nuestra era, signo evidente de los primeros cuatrocientos años de su historia, y la Carta Pobla otorgada por Vicente Ferrer y Ros, VII Señor de Daimús, a los repobladores que llenaron el vacío dejado en este señorío por los moriscos expulsados de España en 1609. El cronista de Daimús también señala la importancia que tuvo la presencia en el municipio de los Ros.

El poblamiento romano debió iniciarse en el siglo I de nuestra era y perduró hasta tiempos musulmanes. Así lo indica el hallazgo de un denario de plata de la familia Acilia, del año 54 a.C., junto con un as de bronce de Domiciano del año 82 de la era.

Una serie de villas rústicas se fueron estableciendo en la época romana en las zonas ligeramente elevadas que sobresalían de los llanos y marjales que formaban el paisaje. Sus restos están casi totalmente destruidos por las plantaciones de vides primero y de cítricos después.

Se conservan algunos restos de la época romana como el yacimiento del Huerto del Conde y el sepulcro de Baebia Quieta, verdaderos tesoros y reliquias del municipio. En el caso del sepulcro, se trataba de un terreno citrícola en cuya superficie se encontraron restos romanos.