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Varios hombres trabajan en las salinas.:: Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Calpe
Historia entre
roca y mar

Historia entre roca y mar

Calpe vive ligada a sus costas, que han sido escenario de desembarcos, rescates, contrabando y que en las últimas décadas han experimentado el auge del turismo

BEATRIZ LLEDÓ

Sábado, 28 de marzo 2015, 00:17

La historia de Calpe se mece bañada por el mar Mediterráneo. Durante los últimos siglos, sus aguas han sido escenario de ataques de piratas y corsarios, de desembarcos, del contrabando de tabaco como forma de subsistencia, de la pesca de las productivas almadrabas calpinas, de naufragios, del rescate de un submarino alemán y del auge del turismo de playa. Y como espectador de excepción, su imponente peñón de Ifach. Las olas han moldeado el pueblo marinero que hoy es.

Íberos, fenicios, cartagineses, romanos, árabes y cristianos eligieron esta localidad del Mare Nostrum por su inigualable ubicación en la costa, por su clima y por su estratégica situación como fortaleza militar, controlando a los navegantes por mar y el tránsito de caballerías desde lo más profundo del Mascarat. Tras superar las incursiones de piratas del siglo XVIII, en el XIX la pesca logra despegar como una de las principales actividades del municipio. Así, se levantan edificios como el Pósito de Pescadores (la actual Cofradía de Pescadores), que se suma a las aduanas y almacenes que ya estaban en funcionamiento.

Destaca la pesca en pareja, en la que dos embarcaciones pareadas y a la vela, arrastran en popa una red, y que tanto en el XVIII como en el XIX sufren grandes restricciones. Las de Calpe eran pequeñas y cuando no podían faenar por las vedas, transportaban hortalizas a Baleares y algarrobas e higos secos a Barcelona. Además, aprovechaban estas temporadas para repararlas en la playa del Bol.

Pero el mar también supone una amenaza para los calpinos. El 18 de octubre de 1873, en el contexto de la Primera República, tres fragatas comandadas por cantonalistas se aproximan a la costa para desembarcar 30 hombres a las órdenes de los calpinos Nicolás Constantini Sau y Tomás Bertomeu. Tal y como cuenta el historiador Francesc Monjo, al llegar a la villa repartieron a los vecinos una proclama contra el gobierno republicano. Para evitar que las autoridades locales estropearan la operación cantonalista, obligan al teniente de alcalde, a funcionarios y a cuatro vecinos a embarcarse en la fragata Tetúan. Todos ellos logran huir y regresar a Calpe, unos tirándose al mar frente a la costa de Gandia y Cullera, y otros al desembarcar en el puerto de Valencia.

Durante el siglo XIX la economía es inestable y empuja a algunos calpinos al contrabando de tabaco, que llega a convertirse en una forma de subsistencia. Asi, la actividad económica de Calpe y otras poblaciones costeras se complementa con los fraudes, salidas y entradas de mercancías no permitidas. Los responsables municipales estaban enterados de esta práctica ilícita y solían participar del contrabando, contando con la complicidad de los carabineros. Según relata Monjo, los contrabandistas llegaron a idear un método para disuadir a los curiosos. Se disfrazaban de fantasmas ataviados con sábanas y calabazas vacías.

Ya en el siglo XX, en concreto el 24 de febrero de 1931, las costas calpinas son escenario de un desastre. Aquella tarde surca sus aguas un barco llamado Lezo, con un cargamento de carburo y cemento. Cuando se encuentra a la altura de la playa de la Fosa sus tripulantes se dan cuenta de que entraba agua en las bodegas de la embarcación, lo que ponía en peligro tanto a la tripulación, como a la carga y al mismo barco. Varios pescadores de Calpe no lo dudan y acuden en su ayuda. Unos momentos después, se produce una gran explosión que hunde el Lezo y las barcas calpinas que estaban auxiliando a la tripulación. Seis personas mueren y otras cuatro resultan heridas. Siete familias de algunos de los marineros que fallecen en la catástrofe se quedan sin recursos para subsistir, dejando de percibir las 500 pesetas que valía la pesca que hasta entonces traían cada día. La prensa hace un llamamiento para que se haga una suscripción a nivel nacional para ayudar a las familias de los afectados que se han quedado en la miseria. Esta convocatoria da sus frutos y muchas personas colaboran con lo que pueden. Sólo unos días más tarde se había logrado reunir 4.337 pesetas.

Mientras, los pescadores siguen sin contar con un puerto de abrigo, teniendo que utilizar únicamente los naturales de la playa de la Fosa y el Racó. El Ministerio adjudica las ansiadas obras en 1935, pero estas se suspenden por el inicio de la Guerra Civil. En el año 1944 se retoman. El contratista, Manolo Berenguer, lleva a Calpe una cuadrilla de siete excombatientes republicanos que habían estado en prisión y que, ya en libertad, tenían la condición de desterrados y no podían regresar a su lugar de origen. Tras pasar por varios municipios de la Safor y del norte de la Marina Alta, llegan a Calpe con el objetivo de retomar las obras del puerto. Muchos de ellos se casaron y formaron una familia allí y pasaron a ser unos calpinos más. El 3 de julio de 1957 se entregan las obras de la deseada y reclamada infraestructura portuaria.

Un submarino nazi

El 28 de marzo de 1943, en el contexto de la II Guerra Mundial, aviones ingleses hunden el submarino alemán U-77 a pocas millas del peñón. Al día siguiente, el pesquero Peñón de Ifach socorre a nueve hombres de una lancha de salvamento. El bombardeo dejó 38 bajas, según el historiador Francesc Monjo. En agradecimiento a los pescadores calpinos que los rescataron, la embajada alemana les regala un reloj de pulsera, un salvavidas y mil pesetas a repartir entre la tripulación.

Calpe, un pueblo eminentemente agrícola y marinero, empieza a recibir los primeros turistas de veraneo a principios de los años 40, aunque no será hasta dos décadas después cuando se produzca el 'boom' turístico, que supone una transformación socioeconómica y paisajística. El parador de Ifach data de 1935. En la década de 1940 se consolida el camino hacia el mar así como el núcleo urbano del puerto. Empiezan a levantarse viviendas unifamiliares y hoteles en la costa calpina por parte de españoles pero también de turistas extranjeros, como alemanes, ingleses y belgas. Después llegarán hoteles como el Hipocampos, en 1962, el primer establecimiento hotelero en levantarse en la playa de la Fosa. El primer chalet en esta playa se construye en 1957 y pertenece a un farmacéutico madrileño.

En la década de los 60 y, sobre todo, en los años 70 se produce el despegue turístico. Se consolidan el puerto, la playa del Racó, el Arenal y la Fosa, y numerosas urbanizaciones. En 1973 se construye el paseo marítimo. Desde entonces, esta localidad costera de la Marina Alta ha experimentado una transformación que ha afectado a su estructura socioeconómica, llegando a modificar completamente el paisaje. Se pasa de una sociedad tradicional a una sociedad postindustrial, en la que predominaban los servicios. En la actualidad, la ciudad de Calpe cuenta con una población que ronda los 30.000 habitantes, triplicando su ocupación en la temporada de verano.

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