E. PALOMARES
Sábado, 28 de marzo 2015, 00:17
Oliva vivió una tragedia poblacional y la decadencia de una de sus principales industrias durante mediados y finales del siglo XIX. El municipio de La Safor sufrió un descenso demográfico importante a mediados y finales del siglo XIX asolado por la enfermedad del cólera. «Dos epidemias de cólera azotaron la ciudad en 1834 y 1885 llevándose tras de sí casi 1.200 personas dejando a Oliva en 1857 con 6.984 habitantes», según comenta Vicente Olaso, jefe del departamento del Servicio de Bibliotecas y Archivos de Oliva. La otra tragedia que causó bajas entre la población fue la de la gripe de 1918, con 176 muertos. Así, en 20 años la población sólo creció en 1.000 personas pasando de los «7.956 de 1900 hasta los 8.995 habitantes que tenía en 1920», explica Olaso.
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A finales del siglo XIX también entró en decadencia la industria de la seda, debido a las enfermedades sufridas por los gusanos, y la plantación de moreras se mantuvo de modo residual. Empezó entonces la introducción masiva del naranjo y la pasa, «que en Oliva no llegó al nivel de las tierras del interior, pero tuvo también importancia», como explica el jefe del departamento del Servicio de Bibliotecas y Archivos de Oliva.
Turismo, comercio y agricultura
Después, con la Primera Guerra Mundial, en Oliva empezó una emigración hacia Francia, Argelia y Orán, debido al hundimiento del comercio de la naranja, que se recuperó espectacularmente a partir de 1920.
En la actualidad, la ciudad costera supera los 28.000 habitantes, vive del turismo, comercio y la agricultura, y consigue recuperar cada año sus tradiciones a través de sus fiestas.
Los Moros y Cristianos, la Semana Santa, las fiestas del patrón San Roque, la fiesta de la Virgen del Rebollet y las Calderas de San Antonio llenan de celebraciones el municipio de Oliva durante todo el año y la transportan a episodios pasados de su historia.
La tercera semana de julio, los Moros y Cristianos invaden año tras año el municipio de Oliva, la principal festividad que celebra la ciudad valenciana. La fiesta arranca con el pregón en la plaza del Ayuntamiento, cuando el invitado proclama el inicio de las fiestas rememorando el acontecimiento. Cada 'filà' vuelve entonces en pasacalle hacia su 'cabila' para preparar la 'Noche del Puchero'.
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Al atardecer del viernes desfilan los cristianos en una entrada cargada de luces y colores, de músicas enérgicas y rítmicas. Oliva es cristiana. Los truenos llenan la mañana de ruido y lucha para recrear el desembarco de las tropas árabes en la playa de la Media Mejilla donde, por fin, atracan en la orilla. Y finalmente, la reconquista llega a Oliva.
Otra de las fiestas que recrean tradiciones en Oliva es la de la Semana Santa que empieza con el Viernes de Dolor, con una procesión encabezada por las cofradías de la Dolorosa y la Piedad. Destaca el Desprendimiento de la Cruz, una representación lírico-teatral que se remonta al siglo XVII, y que precede a la procesión del Santo Entierro.
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