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El Lavadero es una sala cultural en Chiva propiedad del Ayuntamiento y que preserva parte de la instalación que le da nombre de principios del siglo XX. También es el lugar donde acudieron numerosos voluntarios tras la dana ocurrida el pasado 29 de octubre para rescatar 300 obras artísticas. La buena noticia es que lo consiguieron.
«La intervención de los voluntarios fue muy importante», señala Jorge Celda, conservador y restaurador de bienes culturales que junto a Mara Alcaide, también de la misma disciplina, se encarga de limpiar y restaurar las piezas. El agua entró hasta un metro de altura o incluso algo más, lo que afectó sin duda a todos los fondos.
«Esculturas, pinturas, fotografías y carteles de fiesta», enumera este experto sobre lo que se almacena en ese lugar, situado en la parte baja de la ciudad, con lo que recibió una ingente cantidad de agua en la dana. «Hay donaciones de artistas de Chiva y también las piezas premiadas en los Premios Otoño», enumera sobre los objetos con los que trabajan desde hace escasas fechas.
En la sala se hacen exposiciones y también alguna presentación. La reforma procede de hace unos años y ahora necesitará algo más que una limpieza. Ya está reabierto y la intervención en las obras se hace allí mismo, aunque con algunas deficiencias.
Los voluntarios quitaron los plásticos totalmente mojados. «Si no hubieran hecho eso, ahora no tendríamos nada», asegura. El agua reventó las puertas y se inundó por completo. Entró también mucho barro. «Gracias a esa primera intevención pudieron frenar los hongos y el moho que habría estropeado todo». Ahora se ha iniciado un proceso de limpieza y eliminación de los marcos, muchos de ellos rotos, además de algún trabajo más profundo por los daños.
«Los plásticos hacían que la humedad se condensara dentro», explica. La entrada en el Lavadero se decidió después de una inspección del Ejército, para dar paso a los voluntarios cuando se comprobó que no había riesgo de desplomes en el inmueble.
La limpieza a fondo del edificio se ha pospuesto debido a que puede dañar a las obras por las salpicaduras. «Lo que más predomina son lienzos», afirma, para señalar que hay obras de calidad contrastada. También hay numerosos trabajos fotográficos.
Los hongos y la humedad se eliminan primero con la aireación. Después se hacen pruebas para comprobar que los productos no dañan las piezas, para retirar el moho después. «Hasta donde se puede hay que recuperar la coloración», indica.
Una placa recuerda que el edificio es de principios del siglo XX y no hay antecedentes de un suceso tan grave. Aún así, no parece que corra peligro el inmueble. «Los fondos tiene mucha calidad y hay obras de todo tipo de estilos», subraya sobre la calidad de los fondos.
Otros voluntarios se centraron en la iglesia de Chiva, donde también entró el agua a raudales. «Allí entró más, se quedó el nivel a ras de la mesa del altar», comenta, con lo que quedaron dañados los muebles y, sobre todo, piezas de tela históricas guardadas en grandes arcones. «El daño fue más grave allí, aunque las imágenes y el retablo no quedaron dañados», dice al estar a una altura superior a la que llegó la marca de la tromba de agua el pasado 29 de octubre.
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