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.La casa en ruinas donde se grabó el cortometraje 'El asesino disléxico' DAMIÁN TORRES
La hora de la verdad para los parricidas de Godella

La hora de la verdad para los parricidas de Godella

Segundo aniversario del crimen. La Fiscalía mantiene que el padre participó en los asesinatos de sus dos hijos, además de considerarlo el instigador, pero las pruebas de ADN solo incriminan a la madre. El juicio con jurado comenzará el 31 de mayo

JAVIER MARTÍNEZ

Sábado, 6 de marzo 2021, 01:21

Haciendo y dejando hacer el uno al otro, María G. M. y Gabriel Salvador C. A. bañaron a sus dos hijos de seis meses y tres años en la piscina de la casa de Godella con el propósito de purificarlos, y momentos después, les propinaron numerosos golpes en la cabeza, según el escrito de acusación de la Fiscalía de Valencia.

Los violentos hechos ocurrieron entre las diez de la noche del 13 marzo y las cuatro de la madrugada del 14 de marzo de 2019. Ixchel y Amiel murieron tras sufrir múltiples traumatismos craneoencefálicos, que provocaron fracturas y lesiones, al golpear sus cabezas contra el suelo o ser agredidos con un objeto contundente.

Creencias místicas

Actuaron de común acuerdo

Tras los horrendos crímenes, los acusados enterraron los cadáveres en diferentes sitios de la parcela junto al camino Campos de Oro. Según el ministerio público, María y Gabriel «actuaron de común acuerdo» para acabar con la vida de sus hijos» después de que el padre de familia inculcara en su pareja creencias místicas y extravagantes.

«Ambos procesados compartían ideas consistentes en la existencia de una secta que les perseguía, asediaba, abusaba sexualmente de su hijo Amiel y tenía la intención de secuestrarlos», asegura el fiscal.

Una casa abandonada

Ocupación ilegal

Tras vivir en diversos lugares de Europa y España, Gabriel y María se instalaron en una casa de campo en febrero de 2017 en el término de Godella, sin el consentimiento de la propietaria, y la arreglaron hasta hacerla habitable.

La vivienda estaba abandonada cuando la pareja comenzó a habitarla, pero instalaron placas solares para generar corriente eléctrica y colocaron dos columpios junto a la piscina, donde los niños pasaban muchas horas en verano. La parcela donde vivía la familia linda con otra casa en ruinas en la que aún se puede leer la pintada: «Vais a moror todiz».

Aunque la frase se interpretó como una premonición del doble crimen, nada tiene que ver con los hechos que comenzará a juzgar un jurado popular el 31 de mayo. La pintada fue realizada cinco años antes para el rodaje del cortometraje 'El asesino disléxico', lo que explica los dos errores en la escritura.

Fruto de la relación de los acusados nacieron dos hijos, Amiel y Ixchel, en 2015 y 2018. Los padres eran conocidos en Rocafort, donde acudía al colegio el mayor de los niños, aunque dejó de acudir a clase a mediados del mes de febrero.

Dos acontecimientos

Preocupación de la abuela

En los primeros meses de 2019, las creencias de los acusados se vieron incrementadas por dos acontecimientos: la denuncia por ocupación ilegal de la casa donde vivían con sus hijos y la preocupación de la abuela materna por la extraña conducta de la pareja. Pocas horas antes del doble asesinato, la mujer acudió al juzgado de guardia de Valencia y la Fiscalía para denunciar la situación de peligro en la que se encontraban sus nietos. El magistrado instó a la Policía a adoptar medidas en relación con el desamparo de los niños, pero falló el protocolo de protección. Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Godella tampoco previnieron el riesgo pese a que habían iniciado un expediente.

Como consecuencia de las obsesiones sobre la secta que ellos creían que les perseguía, Gabriel inculcó a María la idea de que la única forma de proteger a sus hijos del asedio «era, previo un baño purificador de sus almas, terminar con sus vidas y enviarlos al más allá para que posteriormente pudiera revivir», asevera la acusación pública en su escrito de conclusiones.

Las penas

Internamiento y prisión

Tras apreciar la eximente completa de anomalía psíquica en la madre por el grave trastorno mental que padece, el fiscal pide para ella un internamiento en un centro psiquiátrico durante un período de 25 años; mientras que para el padre solicita una condena de 50 años de prisión por dos delitos de asesinato. La defensa de Gabriel pedirá al tribunal del jurado que lo absuelva al considerar que no instigó a su pareja a cometer el crimen.

Cuando sucedieron los trágicos hechos, María padecía una esquizofrenia paranoide en fase de brote agudo que anulaba su inteligencia y su voluntad, las bases psicobiológicas de la imputabilidad. Sin embargo, la enfermedad mental fue diagnosticada por los médicos después de los asesinatos. La joven acudió en febrero de 2019 a la consulta de un psiquiatra, pero este le dijo que solo padecía ansiedad. Según los especialistas que la atendieron en el Hospital de Llíria y la cárcel de Picassent, María sufría trastornos psicológicos desde hacía tiempo, posiblemente desde el parto de su hija Ixchel.

Además, los acusados consumían cannabis. En su declaración ante el juez, Gabriel afirmó que fumaba hachís «todos los días», y que entre los dos, él y su mujer, gastaban unos diez euros al día en la compra de esta sustancia estupefaciente.

La reencarnación

La llamada al 112

Sobre las siete y media de la mañana del 14 de marzo de 2019, un vecino llamó al 112 tras ver un forcejeo entre Gabriel y María, que estaban desnudos, y alertó de lo que parecía una agresión sexual. Cuando llegaron los primeros policías locales y guardias civiles, el padre les dijo que los niños estaban muertos y habló también de la «reencarnación» de las víctimas tras ser sumergidos por su madre en el agua de la piscina.

Las pruebas

El ADN incrimina a la madre

Las pruebas de ADN incriminan a la madre. La sangre encontrada en una chaqueta de lana de María pertenece a uno de sus hijos y evidencia el contacto que tuvo con el cuerpo ensangrentado del niño, según el informe realizado por el Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil.

Los investigadores creen que los menores murieron en la piscina, donde también hallaron restos de sangre, y luego su madre trasladó los cadáveres para enterrarlos a unos 100 metros de la casa. Esto explicaría el resultado de las pruebas de ADN, con el cotejo positivo confirmado en el laboratorio, tras el análisis de la ropa que llevaba María la noche del doble crimen.

Según consta en el sumario, «la propia madre fue quien, pocas horas después de ser localizada en el interior de un bidón de plástico en las proximidades de la casa, condujo a los investigadores hasta el lugar donde reconoció haber enterrado a sus hijos, justificando que los encontró muertos al despertarse a primera hora de la mañana».

 

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