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efe
Martes, 1 de julio 2014, 14:34
La Comunitat Valenciana ha pasado de ser una potencia "sólo" turística a convertirse en un "referente gastronómico". Sus cocineros y productores son responsables de este cambio, pero detrás está también la figura de una mujer, la presidenta de su Academia de Gastronomía, Cuchita Lluch.
"Es un símbolo de la gastronomía del siglo XXI: salud, placer, amistad y relaciones sociales", ha dicho de ella el presidente de la Real Academia de Gastronomía Española, Rafael Ansón. Lluch se define como "muy activa y emprendedora, generosa, al servicio de los demás para disfrute propio y en ese sentido egoísta. Y mandona, porque me gusta organizar", asegura en una entrevista con Efe.
Lleva cuatro años y medio al frente de la Academia de Gastronomía de la Comunidad Valenciana (AGCV) y ha logrado que esta asociación sea "la envidia del resto de comunidades autónomas", como reconoce públicamente el estrella Michelin Marcos Morán (Casa Gerardo, Asturias) y otros cocineros en privado.
Porque ha conseguido una visibilidad sin precedentes para los chefs y los bodegueros de la región. "Gracias a la unión, al cariño. El error en Valencia era que cada uno hacía la guerra por su cuenta; ahora se ha generado imagen de marca. Lo hemos conseguido, porque los protagonistas nos lo han permitido", asegura Lluch en una entrevista con Efe con motivo del décimo aniversario de la AGCV.
Protagonistas como Quique Dacosta, el único tres estrellas Michelin de la región en Dènia; Ricard Camarena, con una en el local que lleva su nombre en Valencia , igual que Kiko Moya en L'Escaleta (Cocentaina) y Susi Díaz en La Finca (Elche), destaca Lluch. Y otros más que han hecho de la Comunitat Valenciana la cuarta de España con más soles Repsol y ante quienes se puso "a su servicio".
Junto a ellos, la Academia se ha convertido "en una plataforma donde se visualiza, se apoya y se respeta la gastronomía, de forma independiente". Consciente de "la importancia de contar bien las cosas", Lluch se puso manos a la obra para divulgar la "revolución culinaria" valenciana dentro y fuera de sus fronteras.
"La gastronomía valenciana es producto, de mar, de una huerta maravillosa. En los últimos diez años se ha concretado un estilo de cocinar, más elaborado, más cuidado, más de vanguardia y más de recuperación del territorio", defiende.
Su "disgusto" es no contar con ningún restaurante con dos estrellas Michelin: "Que Susi Díaz o Ricard Camarena no las tengan es increíble", dice una "viajera de guías" que compara desde un punto de vista reivindicativo el nivel de los cocineros valencianos con el de otras comunidades para reclamar más distinciones.
Cuchita Lluch agradece a Rafael Ansón el impulso a la creación de la Academia Valenciana y no olvida el trabajo de sus antecesores en el cargo, Vicente Rodríguez y Ana Portacelli. "Todos hemos entendido que la gastronomía es un motor económico de España", que atrae a ocho de cada diez visitantes del país.
"Con grandes cocineros, congresos de referencia como Madrid Fusión, programas de televisión sobre cocina... No creo que la gastronomía sea una burbuja, es una realidad porque hay base, hay fundamento", sostiene.
A "definirla y mejorarla" ha contribuido la crisis económica, que "ha limpiado mucho, como en todos los sectores; el que no sabía lo que hacía no ha sobrevivido", dice quien asegura que se "aburre" con "las salsas de los franceses" y tiene a Japón como uno de sus destinos gastronómicos foráneos.
Una vez que, "gracias al trabajo común con cocineros y bodegueros", insiste, la gastronomía valenciana se ha convertido en "un referente", se entregará a la lucha por la implantación del "street food" (comida callejera) en España, para lo que ya ha iniciado contactos con plataformas surgidas en Barcelona, Madrid y Andalucía.
"Deberíamos implantar de una vez el 'street food'. Sería muy importante, en un país donde pasamos mucho tiempo en la calle, tener opciones para comer sano y bueno", reclama.
"A ver si somos capaces de liderarlo. Voy a trabajar en este sentido, a promover reuniones con los movimientos ya existentes para ver cómo está la situación en cada ciudad y cómo hay que moverse" en favor de la comida callejera, que triunfa al otro lado del Atlántico y que empieza a impulsarse en Europa.
El reto: cambiar una legislación que prohíbe la venta de comida en las calles, pero que "en Fallas autoriza las churrerías", al igual que otros puestos en ferias y fiestas de toda España.
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