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Las conexiones yihadistas en la Comunitat

La captación de una alicantina por el Estado Islámico, último nexo radical

Arturo Checa

Domingo, 14 de diciembre 2014, 19:28

El caso de Dolores H., la alicantina supuestamente captada por el Estado Islámico (IS) que investiga la Policía Nacional y que ayer publicó LAS PROVINCIAS, no es flor de un día. «El yihadismo está menos organizado fuera de las fronteras de los países árabes. El fenómeno de los lobos solitarios, terroristas aislados que actúan por libre, es hoy el principal problema. Pero si algo no ha cambiado en los últimos años es que la Comunidad Valenciana es, junto a Cataluña y la Costa del Sol, además de obviamente Ceuta y Melilla, los principales viveros de islamistas». Lo asegura un experto antiterrorista del Ministerio del Interior, una afirmación que viene corroborada por las muchas conexiones islamistas y la presencia de destacados miembros yihadistas en la Comunitat.

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En las últimas dos décadas, la práctica totalidad de los hitos radicales árabes en España han tenido relación con la región. El primer gran vivero, utilizando la denominación empleada por el experto antiterrorista, fue descubierto en 1997. Los tentáculos del Grupo Islámico Armado (GIA), un grupo terrorista al que se le atribuyen más de 100.000 muertos en todo el planeta, se habían desplegado en Valencia, Picassent, Alginet y Torrent.

La célula desarticulada contaba hasta con campos de entrenamiento para terroristas en la Comunitat. Su intención no era atentar aquí, aunque se financiaban con pequeños robos para cumplir su misión yihadista: servir de «puente de unión» entre activistas adiestrados en África y con destino a Europa. Pero entre los nombres de los arrestados aparecen algunas de las identidades que con el paso del tiempo más sombra arrojarían sobre España: Abdelkrim Bensmail, uno de los luego implicados en la matanza del 11-M; Soubi Khaouni, detenido en 2004 como parte de un grupo islamista que planeaba volar la Audiencia Nacional y el estadio Santiago Bernabéu; y, sobre todo, un nombre marcado en sangre en la historia de la infamia. Allekema Lamari, el que luego sería considerado cabecilla de los atentados contra los trenes de Madrid y que se suicidó en el piso de Leganés que hizo saltar por los aires junto a otros muyahidines, llevándose por delante la vida de un policía nacional.

Pero no fue el único gran atentado que tuvo su germen en la Comunitat a finales de los 90. Abu Mugen y Jamal Zougam dejaron su rastro en Valencia en esas fechas. El primero, cerebro de la matanza de Casablanca de 2003 (40 muertos y 100 heridos), estuvo alojado en 1997 en una pensión del centro de la capital. Un año después, la policía certifica que se reunió en Valencia con Zougam. Otro peón vital en la masacre marroquí, además de autor material condenado por los atentados de 2004 en Madrid.

La cúpula del Gordo

Que Al Qaida, en los tiempos del abatido Bin Laden, ganaba peso en la Comunitat quedó demostrado en junio de 2001. En esa fecha caía detenido Mohamed Bensakhria en Alicante. Sólo la pericia de los servicios de Información de la Policía Nacional hizo posible el golpe a la red terrorista: el sonido de un reloj carillón que se coló en una conversación intervenida a la mano derecha de Bin Laden permitió a los agentes situarlo en la capital y apresarlo.

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Por aquel entonces, sus objetivos de atentados apuntaban a Francia, el país europeo más odiado por el GIA, con mayor peso en los 90 que Al Qaida. Pero el relevo de los de Bin Laden estaba servido. Y con su supremacía, el despliegue de la red en la Comunitat. En Castellón se asentó el núcleo duro de Imad Eddin Barakat Yarkas, Abu Dahdah, y considerado líder del grupo terrorista en España. En su agenda también estaba el teléfono de Jamal Zougam, el asesino del 11-M.

El Gordo, como le llamaban, «conocía los siniestros planes de inmediata ejecución de los atentados y los asumió como propios, siendo puntualmente informado de los preparativos que antecedieron a los ataques perpetrados contra las Torres del World Trade Center de Nueva York y contra el Pentágono», sostiene la sentencia que le condenó a 12 años de prisión. Desde diciembre del año pasado está libre. Mohamed Al Saqqa, un empresario sirio asentado en Castellón y acusado de colaborar con Abu Dahdah al facilitar un vídeo de las Torres Gemelas a los terroristas, fue finalmente absuelto por la Justicia.

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Las raíces de los 192 muertos de los atentados de Madrid también se hunden en la Comunitat. No sólo por la presencia de Allekema Lamari y de Jamal Zougam. Hasta tres autores del 11-M, Allekema Lamari, Mohamed Afalah y Serhane El Tunecino, estuvieron antes de la masacre en un asador de pollos de la avenida del Puerto. Su dueño, Safwan Sabagh. El ciudadano sirio tiene detrás una extraña historia. Fue detenido tras aparecer una huella suya en un Corán hallado en el piso suicida de Leganés. Luego quedó libre. Hoy está en paradero desconocido.

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