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Fiesta Rave en el aerodromo El Campillo de Utiel, donde se reunieron a principios de enero cerca de 2500 personas.
Tras el telón de las 'raves'

Tras el telón de las 'raves'

Hay medio centenar de fiestas ilegales cada año en la Comunitat. Ninguna es sancionada por falta de pruebas sobre quién la monta

PPLL

Sábado, 17 de enero 2015, 21:47

Miki lleva en vena casi una treintena de raves. En la antigua cementera de Buñol, en el vertedero abandonado de El Puig, en la playa nudista de Cullera... Todo un raver, como se conoce en el mundillo a los asiduos a estas fiestas ilegales. Durante ocho años fue un asiduo de estas celebraciones clandestinas. «Todo el mundo va drogado», reconoce sin tapujos. Él asegura que era un consumidor esporádico. «De vez en cuando, en algunas fiestas sí y en otras no». Hace un año que ya no va a ninguna. «Me he salido del mundillo. Se me ha pasado el arroz», confiesa el joven valenciano de 34 años. Tiene carrera universitaria, máster, trabajo y pareja. No es ningún perdido. Aunque Miki no es su nombre real. Prefiere no darlo. Su historia es una especie de metáfora sobre la evolución que han tenido las raves en la última década: de la celebración en sitios bastante accesibles y publicidad abierta en internet, a recónditos espacios como escenario de las fiestas y whatsapps, mensajes de móvil y foros con contraseña de redes sociales como cauces en los que convocar a los adeptos.

Pero aún así, su celebración sigue siendo muy notable en la Comunitat. Según ha podido saber LAS PROVINCIAS de fuentes policiales, foros de internet y asistentes a estas fiestas, cada año se celebra medio centenar de raves en la Comunitat. Aproximadamente una a la semana en algún punto del territorio valenciano. Todas ilegales, por no tener licencia y ser en lugares naturales protegidos, zonas con riesgo de derrumbe o cobrar entrada (aunque esto es hoy muy minoritario) sin tener derecho a ello, entre otras infracciones. Y, sin embargo, ninguna de ellas acaba siendo sancionada.

Los fantasmas del hardcore

  • Eric Candaloro es un espectro en internet. Quizás sea un nombre falso o tal vez no deja ni un rastro en la red. Pero dar en cualquier buscador con cualquier vestigio o pista suya es misión imposible. A pesar de ser uno de los organizadores de raves más activos de Europa (Benagéber, Buñol, Montpellier...). Cuando los agentes preguntan a los empleados que localizan en las raves, «todos hablan de un misterioso organizador que nunca aparece», según la policía. Y así nunca se desentraña la madeja de estas fiestas.

Oficialmente, sin embargo, en la última década sólo se ha tenido constancia de cinco raves por parte de la Administración. Las dificultades de Guardia Civil para dar con los responsables de las mismas acaban dando al traste con los expedientes abiertos por la Conselleria de Gobernación. Entre 2004 y 2009 se levantaron cuatro actas de denuncia. Cero sanciones. «Nunca se localiza a los organizadores», aseguraron entonces desde el departamento autonómico. En 2010 se levantó la última acta sobre una de ellas. Con idéntico resultado: expediente abierto pero responsable no localizado por las Fuerzas de Seguridad.

El escurridizo Candaloro

En el caso de la última rave, la masiva cita de Benagéber con 3.000 asistentes, la Guardia Civil sí identificó al cerebro de la misma. Eric Candaloro, un italiano que ya organizó otra macrofiesta en la abandonada cementera de Buñol. Un potentado de estas farras en toda Europa. En Montpellier (Francia) fue el responsable de otra a la que acudieron unas 45.000 personas. En Benagéber logró escapar del paraje tras eludir los controles de la Guardia Civil y hoy está en busca y captura. Gobernación mantiene abiertas dos actas de expediente por los hechos. Una a la espera de localizar a Candaloro, aunque los antecedentes no son muy halagüeños. El otro, para algún otro responsable detectado durante la inspección cargando y descargando material musical de la macrofiesta. Las sanciones, además, podrían referirse no sólo a infracción de la Ley de Espectáculos (que puede imponer multas de hasta 600.000 euros), sino también en materia de Territorio e infracción de la normativa forestal. El tiempo dirá si el expediente fragua o acaba en una nueva fiesta ilegal sin sanción.

«Aquello fue una rave de dimensiones bíblicas». Miki fue uno de los asistentes a la fiesta que durante cuatro días alargó la celebración de la Nochevieja de 2009 en la fábrica abandonada de Cemex España en Buñol. Allí se llegaron a congregar 5.000 personas. «Cada estancia de aquello, que era enorme, tenía un ambiente. La pista de los españoles, de los franceses, de los italianos...». El 80% de los asistentes son extranjeros (franceses, ingleses, italianos y alemanes, sobre todo). Recorren Europa en camiones-casa, vehículos con su remolque tuneado a modo de caravana con el que pasar meses y meses de fiesta aquí y allá. Así era el vehículo del joven francés en prisión después de verse implicado en un accidente mortal en Utiel. Pereció Javier G., el conductor de una grúa que iba a remolcar al galo. Este dio positivo en anfetaminas y cocaína.

El paraíso de la ketamina

  • «Aquí no hay coca, eso es de pijos», explica el exraver Miki. En las fiestas ilegales reinan las drogas de diseño speed, anfetaminas, MDMA, pastillas... Y sobre todo la ketamina, una sustancia empleada como analgésico de caballos. «Es un pasote de gel que disocia el cuerpo de la mente y te deja convertido en un zombi», la elogian en una web. La única medicina para aguantar días a un ritmo infernal. Y los porros. «Ellos se los fuman como si fueran cigarros», describe el joven valenciano.

La conexión de estas macrofiestas con las drogas no es un tópico. «Los que estaban en Benagéber llevaban más cara de drogados que de borrachos», confirma Lucía (también nombre ficticio), una vecina de Valencia que estuvo un rato en la rave con unos amigos «por tener la experiencia de qué es eso». Fuentes policiales señalaron que les consta que, en muchas ocasiones, los organizadores de estos festivales de decibelios y vicio suelen comunicar discretamente el lugar de celebración y su fecha a traficantes de droga. A cambio cobran una comisión. Y el camello hace su agosto en la fiesta vendiendo todo tipo de sustancias. El problema para los investigadores, como con las sanciones administrativas, radica en las extremas dificultades para probar los vínculos e imputar un delito contra la salud pública.

Decibelios entre basuras

Las raves han ido mutando en los últimos años. De celebrarse en sitios tremendamente accesibles (como en la playa nudista de Cullera o en una pinada de Moncada a la vista de cualquiera), el acoso policial ha hecho que acaben en lugares inaccesibles y casi inhóspitos. «Yo estuve muchas veces en una que se hacía en el vertedero de El Puig, entre basuras, que nunca la cerraban. Y la que se monta en los túneles abandonados de Gata de Gorgos es muy famosa», detalla Miki.

El joven valenciano habla de otra modalidad que está cobrando fuerza en los últimos tiempos: el alquiler de chalés por parte de particulares, o propiedad de los organizadores, para la celebración de raves. «En Nochevieja hubo una así en Valencia», asegura el exraver.

La mayoría de las fiestas masivas ilegales no cobran entrada. En los chalés sí se hace. «Unos 10 euros y te dejan entrar botellón», explica Miki. Él desconoce la tarifa que se llevan los dueños del inmueble. Aunque un rastreo de la we permite dar con un foro en el que un organizador de una rave en España da una pista sobre el coste que al arrendamiento tiene para los organizadores: «Tengo que sacar al menos 1.000 euros, porque es lo que me cuesta el alquiler del local».

Los defensores de las raves niegan que detrás de estas se halle el ánimo de lucro o el afán de hacer dinero. En la fiesta de Benagéber, los precios del alcohol no demuestran demasiado ánimo de enriquecimiento. Cervezas a un euro y cubatas a dos y medio no dejan demasiado margen para hacer negocio. Aunque no escaseaba el merchandising. «Había puestos de crepes, de venta de camisetas, de comida, una pequeña barra de bebida... pero todo muy de andar por casa. La zona de baile no era excesivamente grande. La pista de aterrizaje del aeródromo estaba más llena de coches y camiones que otra cosa», es la descripción que hace Lucía de la fiesta que se extendió en Benagéber hasta casi el mismísimo día de Reyes.

Alrededor de media docena de colectivos de cariz «de izquierdas, amante de los animales y de la música», según detalla Miki, están detrás de muchos de los eventos montados. «Les mueve la fiesta, el acudir a ellas con sus perros, hacerlo en mitad de la naturaleza..., no el ganar dinero», asegura.

Códigos y boca a boca

En la última década, la difusión de las raves a través de internet también ha cambiado sustancialmente. O más bien, desaparecido de la red casi por completo. «Antes se comentaban abiertamente en foros y webs. Se decía dónde iban a celebrarse y la hora. Pero la mayoría de las fiestas las impedía la policía», explica Miki. Los cauces han pasado ahora a ser telefónicos (por el boca a boca o mediante mensajes de whatsapp) o en foros y páginas de redes sociales con clave de acceso y a los que sólo se puede acceder conociendo a algún miembro, «alguien que atestigüe que eres de fiar».

Los mensajes telefónicos se han convertido en el principal medio para dar a conocer a los adeptos el lugar en el que va a tener lugar una rave. Una prueba de ello es el whatsapp que circuló para hacer posible la masiva concurrencia en la cita de Benagéber y que reproducimos aquí textualmente: «A7 Valencia. Luego A3 direc Madrid. Antes d Utiel cojer salida 278 Teruel. Lueg la cv-390 diirec Benageber. Despues direc Villanueva. Dspues villanueva hay kamino d tierra a la derexa que hay escrito pista aterrizage. Seguir hasta la fiesta. Wellcome!».

El secretismo lo explica bien un habitual en un chat de estas fiestas: «Por internet es difícil encontrar información, o suelen ponerla justo antes del fin de semana. Yo suelo ir bastante de rave y estoy en un foro que ahora te pasare por MP (mensaje privado), pero cuando informen de alguna no preguntes por el lugar de la fiesta en el foro, porque no te lo dirán. Si eso mandas MP a los colectivos que la montan y pregunta por un teléfono de contacto para la info».

El peligro de incendio es algo inherente a las raves. Lucía, la joven de Valencia que visitó con otros cuatro amigos Benagéber la tarde del 2 de enero, lo atestigua. «Había por lo menos dos grandes hogueras. Las usaban para calentarse. Nos dio bastante miedo. Luego vimos que en los alrededores desplazaron unos camiones cisterna los bomberos como medida de precaución». La testigo confirma también que la zona estaba tomada por la Guardia Civil, con controles para identificar a los asistentes y, cuando la rave se prolongó, para impedirles el acceso a la misma. «Nosotros les echamos una mentirijilla. Les dijimos que íbamos a Sinarcas, que yo como conozco la zona (nació en Benagéber) sabía que se iba por ese camino, por lo que los agentes nos dejaron pasar». Lucía presenció la manera que tenían los ravers de llegar hasta el aeródromo y eludir la vigilancia policial. «Aparcaban entre los pinos, antes de los controles, y llegaban monte a través». Este sería probablemente el camino seguido por Eric Candaloro para esfumarse del lugar y eludir la sanción administrativa.

Que se joda la seguridad

En la rave, el escenario de la macrofiesta era un caótico puzzle de bolsas de basura, jóvenes con estética okupa liándose un porro, perros hurgando entre los desechos y asistentes con camisetas con lemas como fuck off securite (que se joda la seguridad). Una especie de Mad Max del vicio. Aunque lo cierto es que, más allá del accidente mortal que le costó la vida al gruísta (ocurrido a muchos kilómetros del lugar y fuera del ámbito de la celebración), en la macrofiesta de la pasada Nochevieja no hubo incidentes reseñables. Aunque Miki sí conoce alguna que ha acabado con disturbios. «En esa no estuve yo, pero hubo una en Valencia que fue la Guardia Civil y gente ajena a la fiesta (según su versión) se enfrentó a los agentes y acabaron reventando un coche. Hubo detenidos y todo. Pero yo he visto más peleas y follón en discotecas, o en mi época de la ruta del bakalao, que en cualquier rave».

Una gran mayoría de los DJs que pinchan en estas fiestas (en la de Benagéber había tres) no cobran en dinero. Se les paga con bebida o droga, cuentan los asistentes. El precio para horas y horas (y días y días) de alocado baile al son de Hardcore, Psy Trance Techno Drumnbass, D&B, Scrantz, Raggatek, Hardtek..., los estilos más escuchados. La banda sonora del top-manta del vicio.

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