A 80 km/h por la autovía

Arriba, sobre el cielo de la A-7 a la salida de Valencia, una 'bandada' de plásticos anuncia a uno lo que se va a encontrar al volante. No es un festival de cometas. Son bolsas, bridas y papeles flotando sobre las cabezas de los miles de conductores que ayer cruzaron las carreteras valencianas. Basta bajar la vista al cuentakilómetros para comprobar la epopeya que esperaba a cualquiera que se atreviera a circular: en plena A-7, la velocidad de nuestro coche no supera los 80 o 90 km/h. Imprudente ir a más. Y muy pocos vehículos te adelantan.

Que la precaución es necesaria se constata a unos kilómetros. En la circunvalación de Silla, un pino de gran tamaño aparece cruzado en la calzada. Los bomberos y la Policía Local apenas tardan unos minutos en aparecer. «Vamos de culo», reconoce espontáneo un agente municipal de Silla.

El cuentakilómetros sigue sin subir. Una luz roja se enciende y se apaga incesantemente unos cientos de metros más adelante. Un motorista frena sin cesar intentando gobernar su vehículo ante las embestidas del viento. Un poco más adelante, un camión cargado de pollos zigzaguea sin remedio invadiendo casi el segundo carril.

Imposible soltar ni un segundo las dos manos del volante. Uno sufre incluso cambiando de marcha. Los golpes de viento en cada adelantamiento a un camión hacen tambalearse el coche. Un vistazo a la vía de servicio permite vislumbrar dos enormes vallas de anuncio desplomadas.

El viaje de regreso es algo más más pausado. El viento amaina pasada la hora de comer. Hasta que un matorral de un metro de diámetro cruza rodando la autovía al estilo de las películas del Oeste. Apretamos de nuevo las manos en el volante. La odisea sobre el asfalto fue ayer constante.