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Sor Rosa.

«¡Madre, que me ahogo! ¡Socorro!», nadie me oía

Sor Rosa quedó aislada en la planta baja del Hogar Teresa Jornet hasta que fue rescatada con una escalera y unas sábanas

lp

Lunes, 19 de octubre 2015, 18:42

Madre, ¿cuántas son ustedes? Doce, le contestó. Rápido Madre, júntelas a todas junto al coro". Fue la pregunta oportuna del padre Pascual a la superiora del Hogar Santa Teresa Jornet de Alzira. No le salían las cuentas. Faltaba una: sor Rosa.

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La religiosa se encontraba en la planta baja, aislada, mientras el resto de hermanas y ancianos ya ocupaban el primer piso en previsión de que las aguas subieran de forma brusca.

Pero el rugido de la enfurecida corriente impedía escuchar los gritos de sor Rosa: "¡Madre, que me ahogo! ¡Socorro! ¡Nadie me oía!".

Éste es el dramático relato de un rescate, a vida o muerte, de sor Rosa Sifre, religiosa alcireña nacida concretamente en el número 28 de la partida de Vilella de Alzira hace 77 años. El testimonio que traemos a nuestras páginas ve la luz por primera vez tras 25 años guardado celosamente por nuestra protagonista. Un diario personal de aquellas fechas recoge con todo detalle los acontecimientos vividos en el interior del asilo.

"En eso viene una hermana de las mayores y me dice: pongan a San José el bueno (así le llamamos por su mérito de antiguo) en la puerta, cara a la calle, que él no deja pasar el agua". Sor Rosa fue la encargada de llevar a cabo la difícil misión. Y fue la trampa que aisló a la religiosa en la planta baja.

Cuando quiso regresar con el resto de la comunidad religiosa y los ancianos, la corriente se lo impidió. Se refugió entonces en una habitación que a la postre, resultó ser el escenario donde pasaría las horas más angustiosas de su vida.

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"¡Señor, ayúdame! ¡Madre mía, sálvame!", fue la plegaria que la hermana lanzó entre pánico y esperanza. "El agua subía por momentos. Se oían estruendos, tabiques que se rompían, el correr furioso del agua...". Una joven que me veía por la luz del farol quería tirarse a salvarme, pero se lo impidieron, era exponer la vida y perderla en semejante corriente".

El testimonio de sor Rosa recogido en su diario estremece conforme va avanzando en su relato. El tiempo transcurre y, mientras tanto, en la primera planta se disponen a organizar un dispositivo de socorro una vez detectada la ausencia.

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«¡Madre, estoy aquí!»

El mismo destino quiso que el propio hermano de sor Rosa, Ramón Sifre, estuviera circunstancialmente en el Hogar. Junto al padre Pascual y la madre superiora subieron a la terraza. Desde allí localizaron a la religiosa subida al marco de una ventana.

"¡Madre, estoy aquí! ¡Hija mía, tranquila! contestó la superiora. ¡Tranquila Madre, pero dense prisa que el agua sube rápida¡".

Al ver la presencia del padre Pascual "hice confesión pública de mis pecados -cuenta sor Rosa-y con todo el mayor dolor le pedí la absolución... Podía fallar el salvamento y si caía, imposible salir con vida". De este modo sigue el relato de un rescate en el que todos querían evitar lo peor.

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"El señor Pepe y dos ancianitos, uno que fue marinero, se quería tirar. Me opuse a ello ya que seríamos dos los que nos pondríamos en peligro".

La secuencia recogida se refiere sólo a la vivencia de sor Rosa en el momento más difícil de la noche del 20 de octubre.

Pero su diario, documento de valor histórico y sentimental incalculable, recoge cuantos acontecimientos sucedieron los días posteriores.

Varios intentos de asalto a la enfermería por parte, presuntamente, de toxicómanos, el rescate de una familia aislada en las proximidades del asilo mediante la unión de 33 sábanas o la picaresca detectada en el Hogar convertido en centro de distribución de alimentos.

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Todo ello, ampliamente detallado, se recoge en un libro editado por la falla Camí Nou que resume los 25 años de la pantanada. La publicación será presentada el próximo lunes, a las ocho de la tarde, en la Casa de la Cultura.

Felizmente, sor Rosa fue rescatada con una escalera e izada sujeta a unas sábanas para evitar que fuera arrastrada por la corriente.

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