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JOAN MOLANO
Sábado, 28 de noviembre 2015, 23:51
Ötzi, el hombre de las nieves del Tirol, ya decidió grabar su piel con tinta hace 5.300 años. En concreto lo hizo 61 veces en su cuerpo, ahora momificado. Son tatuajes de los que aún se estudia su simbología. Desde la época de este ancestral cazador italiano hasta nuestros días, el 'tattoo' ha evolucionado convirtiéndose en un arte, forjando una historia riquísima en todas las civilizaciones y ocupando un espacio importante en la sociedad.
Ya no discrimina clases. Cualquiera va pintado y los clichés han desaparecido. Fruto de una mayor demanda, la formación de los tatuadores se ha transformado. Ha pasado de ser exclusivamente autodidacta a contar con escuelas especializadas repartidas por diferentes partes del mundo. En la Comunitat destaca Mad Society (MS), con sede en la capital del Turia y dirigida por César López, un valenciano de 43 años.
El centro lleva impartiendo formación a futuros tatuadores desde hace cinco años, tanto en la región -en el número 18 de la calle Santa María Micaela de Valencia- como en Madrid, Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria. «Cuando empecé en todo lo relacionado con el mundo del tatuaje había mucho secretismo, reticencia a enseñar lo que se sabía. Es un oficio que cada vez se ha profesionalizado más y nosotros hemos invertido tiempo, dinero y esfuerzo para conseguir que lo esté en mayor grado», comenta el director. Con 23 años de experiencia en el gremio, sigue en activo con su estudio de la calle Guillem Sorolla.
César recuerda la única manera en que se instruían los futuros artistas de la pintura sobre la piel antes de la aparición de las escuelas: «Se acercaban al estudio y pasaban a tener el rol de aprendiz. Hacían las labores que a un tatuador le da más pereza hacer. Limpiar material, prepararlo, dibujar algún diseño sencillo... Era la única manera de aprender. A muchos de los que se dirigían a mí no podía darles el servicio que demandaban y por eso nació Mad Society».
Las asignaturas
En el centro se imparten cursos profesionales de 120 horas lectivas, 80 dedicadas al tatuaje y 40 a realizar un curso higiénico sanitario, titulación indispensable para poder trabajar y poner en marcha un estudio en toda Europa. La parte teórica abarca historia y cultura del tatuaje, conocimiento del dermógrafo (dispositivo que se usa para grabar la tinta en la piel) y clases sobre dibujo: teoría del color, diseño e iconografía y cultura de los diferentes estilos. Éstos van desde japonés, 'old school' y polinesio, pasando por 'lettering', tribal, realismo y retrato, hasta 'new school', biomecánico y puntillismo. Por otra parte está la práctica de plasmar sobre lienzos de piel sintética las habilidades del futuro artista. Todo con material homologado.
«El arte no se inyecta»
Tatuar no entiende de edades y el perfil de los alumnos varía. A Mad Society acuden desde personas que acaban de cumplir la mayoría de edad a otras de más de 40. En los últimos cinco años, 350 de ellas ya han obtenido su título. El único requisito que deben reunir, según López, es «ser gente a la que siempre se le hayan dado bien las artes plásticas, con conocimientos básicos de dibujo».
«No les puedes inyectar el arte en vena. Muchos vienen de Bellas Artes o de escuelas privadas de pintura. También los hay que vienen de su casa y lo hacen mejor incluso, porque es algo innato. Todo el mundo puede valer y todo el mundo no vale», comenta David Alirangues, profesor y tatuador desde hace tres décadas.
«A base de practicar logras perfeccionar la técnica. Los alumnos deben acostumbrarse a que el lienzo está vivo, sangra y hay que tensarlo. También deben tener en cuenta el movimiento de la mano, la velocidad, la profundidad... En un año se pueden formar buenos tatuadores», añade.
«Me tatué de pequeño, me molaba el rollo. Hice el curso y vivo ahora de ello. Con la especialización es más sencillo abrirte un hueco en este mundo», explica un antiguo estudiante.
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