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La Dama de Elche cumple 75 años 'en casa'

Descubierta en 1897, fue vendida al Louvre; el Museo Arqueológico la tiene solo en depósito porque es propiedad del Museo del Prado

F. P. PUCHE

Domingo, 7 de febrero 2016, 23:52

Este es un documental que debería ser visto en blanco y negro: el 8 de febrero de 1941, envuelto en una nube de vapor, un misterioso tren se detuvo en la frontera franco-española de Port Bou. Apenas llegó al andén, docenas de soldados y guardias civiles rodearon el convoy y se apresuraron a descargar las mercancías contenidas en el primer vagón, especialmente blindado. Muy pocas personas sabían que en esa caja fuerte sobre raíles viajaban verdaderos tesoros de arte que Francia devolvía a España; muy pocos sabían que uno de los bultos, de 65 kilos de peso, era la auténtica Dama de Elche, que regresaba a España tras una estancia de más de 40 años en el Museo del Louvre.

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Bajo la supervisión de especialistas desplazados a la frontera desde Madrid, los pesados bultos, protegidos en grandes cajas de madera, fueron trasladadas a otro tren, este de composición española, preparado para el ancho de vía nacional. Al día siguiente, después de pasar unas horas en Barcelona, el vagón misterioso fue recibido en Madrid y sus tesoros trasladados al Museo del Prado.

Cuidadosamente desembaladas, las obras de arte mostraron su esplendor: allí estaba de nuevo la Inmaculada, pintada por Murillo, que el mariscal Soult se llevó a París desde un convento de Sevilla, en 1813; allí estaba parte del tesoro del Guarrazar, testimonio de la mejor orfebrería visigoda, que se exhibía en los Museos de Cluny; y las imponentes moles de toros ibéricos que el Museo de París custodiaba y retenía desde hacía décadas, procedentes de yacimientos de Agost, Osuna y el Salobral. Con todo, la pieza arqueológica que levantó mayores exclamaciones de admiración de los restauradores y técnicos del Museo fue la "Reina Mora", la Dama de Elche. La pieza encontrada el 4 de agosto de 1897 en el yacimiento ilicitano de la Alcudia que, en cuestión de semanas, fue vendida al Louvre. El 30 de agosto de 1897 dejó España, en un barco que zarpó de Alicante rumbo a Marsella, y desde entonces no había pisado de nuevo suelo español.

La llegada de la enigmática Dama fue motivo de no pocos reportajes sobre su valor arqueológico y de un curioso debate en el que midieron sus argumentos no pocos intelectuales de inclinación fascista o académica; unos reclamaban el valor simbólico de la pieza en la cultura ibera, los otros la enmarcaron en el ámbito de lo celta. Todos, a fin de cuentas, usaron la pieza descubierta por Manolico, el bracero del doctor Campello, en el fervoroso homenaje al providencialismo del Caudillo que había recuperado tesoros perdidos en Francia. Como es natural, los tesoros artísticos que se enviaron a Francia tuvieron menor eco en la propaganda. Aunque también es cierto que el retrato de Mariana de Austria, que viajó a los depósitos artísticos de Montauban se sigue diciendo 75 años después que fue una copia del taller velazqueño tomada del original, que sigue en el Prado. Con todo, España retornó algunos tapices de Goya, un retrato del Greco y una colección de dibujos franceses del siglos XVI.

Este intercambio de piezas, tan curioso como apasionante, fue fruto de la admiración que Franco y el mariscal Petain se profesaban. En marzo de 1939, el ilustre militar francés fue nombrado embajador en España. En mayo de 1940, comenzada ya la Guerra Mundial tras la invasión alemana de Polonia, el régimen de Vichy, afecto al nacismo, reclamó a Petain a las tareas de Gobierno de una Francia ya semiocupada. En diciembre de 1940, tras la entrevista de Hitler y Franco, el régimen español logró un ventajoso acuerdo con Francia que incluía no solo el intercambio de las obras artísticas sino la devolución de cantidades de oro español depositadas en Francia. La Casa de Velázquez en Madrid, una posesión del Gobierno galo, fue reconstruida de los daños sufridos en la guerra civil española gracias a ese convenio. Franco y Petain se entrevistaron en Montpellier el 13 de febrero de 1941, cinco días después del regreso de los tesoros artísticos a España.

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