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Un bombero y un agente, en una foto de archivo.
Fuego contra el fuego

Fuego contra el fuego

Expertos forestales planean eliminar 70 hectáreas de matorral en las zonas de mayor riesgo de propagación de las llamas

J. A. MARRAHÍ

Miércoles, 17 de febrero 2016, 21:28

«Con los incendios forestales colapsamos por velocidad de propagación. La vegetación es más abundante y continua que nunca, sin zonas de interrupción en caso de fuego, y está creciendo a razón de 3.500 hectáreas al año». Quien lo afirma se ha enfrentado a algunos de los peores incendios forestales que han sacudido la Comunitat en los últimos años. Y mira al monte con la preocupación que otorgan ciencia y experiencia.

La humedad del suelo en la región ya es inferior al 10%

  • El grado de humedad del terreno en la Comunitat ya está por debajo del 10%, es decir «muy seco» a causa de la falta de lluvias. Así lo demuestra un análisis realizado por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) a principios de febrero y que pone de manifiesto el alto riesgo de incendio forestal que ya amenaza la región en pleno invierno.

  • La humedad es clave porque marca la resistencia de la vegetación ante un fuego. Configura, junto con el viento, orientación e inclinación del terreno, la velocidad con la que se propagan las llamas. Las mediciones de AEMET muestran que toda la provincia de Valencia presenta un grado de humedad mínimo. Sólo en una estrecha franja del norte de Castellón y en el sur de Alicante, la humedad de la superficie supera el 10%.

Lo que inquieta a Raúl Quílez, técnico forestal del Consorcio Provincial de Bomberos, socio de la Fundación Pau Costa y doctorando en incendios forestales, no es el fuego. Es el propio monte. «El combustible», como lo denominan quienes conocen la conducta de las llamas mejor que la palma de su mano.

«Ese continuo forestal del territorio valenciano nos sitúa, junto con el evidente cambio climático, en uno de los momentos más delicados por el riesgo de grandes incendios forestales capaces de superar con creces la capacidad de extinción». Quílez está entre un amplio grupo de expertos a nivel nacional que opina que, en una situación semejante, la prevención pasa, necesariamente, por reducir el riesgo de grandes fuegos con pequeños incendios en zonas estratégicas causados por los efectivos mejor preparados: la Unidad de Brigadas de Emergencias (UBE) de la Generalitat.

La filosofía del este método parte de un sencillo planteamiento: sin vegetación, el fuego no avanza. Pero con demasiada vegetación y más compacta y seca que nunca, el incendio forestal se torna en una bestia indomable que sobrepasa al mayor ejército de bomberos y brigadas.

Obviamente, no se trata de incendiar aquello que se desea proteger, sino de quemar pequeños espacios de matorral, respetando el arbolado, en zonas estratégicas: aquellas por las que las llamas se extenderían con más fuerza en caso de declararse un incendio. Cirugía contra el fuego hecha con el propio fuego.

Los técnicos de Emergencias abogan por extender las quemas prescritas o controladas como «la mejor medicina contra los grandes incendios forestales» que amenazan la región, «sin descuidar otras medidas de prevención».

  • decálogo de incendios forestales

  • - El fuego siempre ha estado aquí.

  • Las plantas mediterráneas se han adaptado para resistir a incendios recurrentes. Cada especie está adaptada a un régimen de incendios (sostenibles) ocurridos a lo largo de la historia. El problema para la biodiversidad son los grandes fuegos fuera de ese rango de normalidad. Hay que favorecer los primeros e impedir los otros.

  • - El diálogo entre el fuego y el paisaje.

  • La transformación del territorio desde los años 50 favorece incendios cada vez mayores, más rápidos e intensos y más complejos, con más presencia de personas y bienes, prioritarios en la protección. Existe ordenación urbana y de territorio en atención a riesgo de inundación, pero faltan intervenciones similares ante incendios forestales.

  • - Menos cultivos, mayor riesgo.

  • El abandono de cultivos y pastos y la consiguiente invasión de matorrales en estas zonas que servían de cortafuego está favoreciendo la expansión de combustible natural para las llamas. La masa forestal por la que avanza el fuego se compacta cada vez más y crece el peligro de fuegos que escapan al poder de los efectivos de extinción.

  • - El fuego como un factor ecológico.

  • Hemos crecido con un eslogan bienintencionado pero confundido «Todos contra el fuego». Las quemas controladas son la mejor herramienta de gestión del territorio. La han usado desde siempre nuestros ancestros para adaptar el paisaje a las necesidades de la población. El fuego es un factor ecológico y herramienta de prevención.

  • - Más peligro ya en época invernal.

  • Lluvia y temperatura son claves para la vegetación. Olas cálidas por viento subtropical sahariano son más frecuentes, largas e intensas. Cada año se baten récords de temperatura. Desciende la lluvia en primavera, las olas de calor llegan antes y las campañas de riesgo se adelantan incluso a primavera. Los fuegos son más virulentos.

  • - La 'leyenda' del fuego planificado.

  • La opinión generalizada de que los fuegos los causan pirómanos, interés urbanístico o mercado de la madera está equivocada. Los incendios intencionados son sólo un 20%. La realidad es que la mayoría, un 70%, tienen su origen en las quemas agrícolas. Ni mucho menos hay tantas personas con voluntad de quemar a conciencia.

  • - Mejor educación e información.

  • Falta educación e información sobre incendios forestales. Es preciso más contacto entre ciudadanos y dispositivos de prevención y extinción. Además, la información sobre la emergencia se protege en exceso desde las Administraciones y la que circula se apoya en fuentes no contrastadas y ciudadanos ajenos a los dispositivos.

  • - La extinción no es la solución.

  • Año a año se amplían los recursos de extinción y se apagan eficazmente casi el 90% de los fuegos. Y en vez de disminuir, el problema se agrava. El peligro real, los grandes incendios forestales, se van a generar por el clima extremo. No son probables, son seguros, cada vez más frecuentemente, en más lugares y durante más meses.

  • - Del pequeño al gran incendio.

  • La paradoja de la extinción. La presión para reducir superficie quemada ha acabado generando, desde los años 90, grandes incendios forestales al disponer el fuego de más terreno combustible. Son fuegos muy veloces, destructivos y acompañados de saltos de llama. Se habla ya de la quinta generación de incendios, los simultáneos.

  • - El gran problemas de los chalés.

  • La percepción de riesgo de quienes viven junto al monte o rodeados por él es baja. Habitantes de chalés confían en exceso en el potencial de brigadas y bomberos para defender sus casas en caso de incendios. Faltan leyes que obliguen a la autoprotección en estos entornos, por ejemplo con distancias seguras entre monte y parcelas.

A lo largo de este año, los técnicos de Emergencias han planeado alrededor de una decena de quemas deeste tipo para proteger el monte. El objetivo es eliminar alrededor de 70 hectáreas de matorral. «Las zonas que escogemos no destacan por su valor ecológico y sí por su peligrosidad en caso de incendios. Más que densidad o altura del matorral tenemos en cuenta los vectores de propagación del fuego», describe el experto forestal.

Método poco implantado

Las primeras quemas preventivas llegaron a la Comunitat en 2005 y actualmente están «mucho menos implantadas de lo que sería deseable, pese a ser un método seguro y más barato que talar y desbrozar», lo que sucede con los tradicionales cortafuegos. Regiones como Cataluña y otras no mediterráneas como Castilla-León, Cantabria, Navarra, Galicia o Cantabria han hecho una apuesta mucho más firme por este sistema. Otra de las ventajas es que permite modelar la vegetación y sustituir las especies eliminadas.

Estas intervenciones pretenden suplir, en parte, lo que nuestros antepasados hacían de manera natural hasta los años 50. Ese monte en mosaico horadado de espacios sin vegetación que frenan los incendios ya no existe. Así lo explica Eduard Plana, del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña. «La intensificación de la agricultura, el abandono de la ganadería y la reducción de extracción de madera y leñas ha favorecido la expansión del combustible forestal y, con él, la aparición de incendios de alta intensidad capaces de asolar grandes superficies al superar las posibilidades de los medios de extinción».

Y sin actuar sobre las cargas de combustible a escala de paisaje «difícilmente se puede limitar la capacidad de un territorio de sostener un gran incendio forestal», destaca Plana. Esa «no gestión» del monte «nos mantiene en un panorama de incendios extensos, intensos y severos».

La Fundación Pau Costa, que agrupa a algunos de los expertos más prestigiosos en incendios forestales, considera que el fuego «es un factor ecológico, el único recurso en la extinción de incendios cuando el agua deja de sernos útil». Y aboga, igualmente, por el sistema de las quemas bajo vigilancia: «La prescripción del fuego profesional y rigurosa es la forma más racional de compensar la despoblación de nuestro medio rural para la prevención de los grandes incendios forestales que nos amenazan».

¿Cómo podrían ser esos grandes incendios? «Sencillamente feroces. Llega un punto en que por más gente que seamos, da igual... Helicópteros, hidroaviones, efectivos de tierra.... Los fuegos así en jornadas críticas por el clima son siempre más fuertes», describe otro bombero. «Podemos ayudar, reducir fuerza en algún frente, pero se apagan cuando el clima acompaña o cuando ya no tienen nada más que quemar en su camino». Los que tantas veces se han enfrenta a las llamas comienzan a declararse literalmente «impotentes» ante las actuales amenazas que dibujan clima y terreno forestal en la Comunitat.

Técnicos de Emergencias han calculado, por ejemplo, que entre Chiva y Sinarcas existe una zona de muy alto riesgo donde un gran incendio forestal podría arrasar más de 100.000 hectáreas. El ejemplo más devastador está muy cerca en el tiempo: dos fuegos con pocas horas de diferencia declarados en Cortes de Pallás y Andilla arrasaron 50.000 hectáreas en 2012. Una negligencia y una quema en una parcela en dos zonas de vegetación muy continua se aliaron con una jornada tórrida de fuerte poniente. Y el infierno quedó servido en bandeja.

Los partidarios de implantar la estrategia de fuego contra el fuego son conscientes de lo «impopular y aparentemente agresivo» que puede resultar ver causar incendios a aquellos precisamente destinados a combatirlos. Pero recuerdan que organizaciónes ecologistas como Greenpeace «ya admiten los beneficios de esta técnica», que además es realizada con «todas las cautelas».

Una advertencia de la Fundación Pau Costa resume a la perfección el problema: «Si a medio y largo plazo no se interviene en evitar que cada paisaje que puede arder nos ponga en peligro poco podrán hacer más aviones, más brigadas, más bomberos o más ejército».

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