JUAN SANCHIS
Domingo, 10 de julio 2016, 21:14
Ya no hay que esperar. Los efectos del cambio climático están ahí. Son visibles para todo el que lo quiera ver. El calentamiento global está incorporado a la vida cotidiana en muchos lugares y el Mediterráneo no es una excepción.
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En el antiguo Mare Nostrum se han detectado fenómenos claramente identificables. La mortandad de algunas especies, el incremento del nivel del mar, la disminución de las borrascas o de la capacidad de absorción de CO2, el aumento de la salinidad y de la temperatura del mar se han intensificado en los últimos años. De hecho son sólo algunas de las consecuencias que se empiezan a apreciar y que en el caso de que no se pongan medidas correctoras irán en clara progresión. Al menos esa es la opinión de los expertos.
Un informe realizado en el marco del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático impulsado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente pone de relieve los efectos que se ya se perciben y proyecta posibles escenarios a los que se tendrá que enfrentar el Mediterráneo en un futuro no muy lejano.
Los expertos apuntan a la necesidad de tomar medidas para proteger y conservar hábitats y especies vulnerables. Además, aconsejan una gestión pesquera basada en criterios de sostenibilidad. En algunas situaciones sería necesario la realización de acciones directas dirigidas a la regeneración de hábitats y poblaciones que pueden ser útiles en casos concretos. También se debería fomentar y respaldar, según el estudio, el seguimiento científico. Subrayan que también es preciso disminuir las lagunas que se tienen en estos momentos sobre la biodiversidad y las alteraciones que pueden sufrir como consecuencia del cambio climático.
El informe realizado por Diego K. Kersting recoge numerosas anomalías respecto al comportamiento del mar en las costas españolas y su afección en las especies de fauna y flora durante los últimos años.
Una de las primeras observaciones de Kersting es que la temperatura superficial del Mediterráneo se está incrementando a un ritmo entre 0,2º y 0,7ºC cada década. Al mismo tiempo, también se ha comprobado el aumento de la salinidad del mar. La situación es más problemática en la Reserva Marina de las Islas Columbretes, donde la subida de la temperatura ha sido incluso superior (0,04 grados centígrados entre 1991 y 2012).
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La causa puede no ser única. Las hipótesis que maneja el estudio para explicar el fenómeno son diversas. En el documento se apunta la posibilidad de que la reducción de aportes de agua dulce de las cuencas mediterráneas al mar (por los pantanos y la escasez de lluvias) haya tenido su incidencia aunque también se puede haber debido a la reducción de las precipitaciones medias sobre el mar.
Por otro lado, el documento recoge el anómalo incremento del nivel del mar, que crece entre 2 y 10 milímetros al año. El aumento de la cantidad de la masa de agua, además de su calentamiento, podrían ser responsables de la aceleración de este fenómeno en el Mediterráneo.
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Los últimos estudios, según destaca el informe de Kersting, sugieren, por otra parte, una disminución de la altura de las olas (-0,08 cm al año) que estaría producida fundamentalmente por el menor oleaje durante el invierno.
Los expertos consideran que la disminución de los grandes temporales en esta zona será la tónica general en los próximos años.
Mortandades masivas
Existe práctica unanimidad entre los expertos de que durante los últimos años se están produciendo mortalidades masivas que afectan a diversas especies, especialmente a las comunidades bentónicas (básicamente arrecifes de coral).
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La primera mortandad de gran alcance se detectó en 1999. En el verano de 2003, posiblemente el más caluroso de Europa desde 1500, un episodio de mortandad masiva afectó a especies de invertebrados bentónicos como cnidarios, esponjas y briozoos.
El caso de las Islas Columbretes es especialmente llamativo. En 2003 se alcanzaron temperaturas 1,8ºC superiores a la media y especies emblemáticas del sistema coralígeno como las gorgonias sufrieron las consecuencias. Se ha calculado que en el caso del coral 'C. caespitosa' entre 2003 y 2012 la población en estas islas perdió entre el 50% y el 80% de la superficie.
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Los estudiosos señalan que la mortandad no se limita a la duración del episodio sino que puede prolongarse en el tiempo.
Estos episodios de una elevada mortandad suelen coincidir con veranos anormalmente calurosos o en los que la gran estabilidad de la columna de agua facilita que la anomalía térmica alcance aguas más profundas.
La mortandad de estas especie también están teniendo su impacto económico. El sistema coralígeno tiene un gran atractivo para el turismo de buceo y la desaparición de la gorgonia podría tener graves consecuencias.
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La conclusión, según el estudio, es clara. El calentamiento del agua está afectando a especies que son clave en algunos de los hábitats más emblemáticos y frágiles del Mediterráneo; el coralígeno, y en algunas zonas, las praderas de fanerógamas.
Por otro lado, algunas especies de cetáceos también se han visto afectadas por mortandades que podrían tener cierta relación con el cambio climático. Es el caso de la sufrida por el delfín listado en las costas españolas entre 1990 y 1992 producida por una infección vírica causada posiblemente por un invierno anormalmente cálido.
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El calentamiento en el Mediterráneo, tal y como resalta el estudio, podría llevar a la homogeneización de la flora y fauna en este mar, un fenómeno asociado mayoritariamente a la expansión de especies adaptadas a las aguas más cálidas. Un ejemplo es el de la alacha, que se ha visto favorecida por el calentamiento. Se ha podido expandir hacia el norte y ya se la encuentra en zonas donde no estaba presente hace 20 años.
La anchoa y sardina, por el contrario, son dos especies que se ven perjudicadas por el aumento de la temperatura del agua y la reducción de los aportes de los ríos. Como consecuencia se dificulta su supervivencia, crecimiento y reproducción.
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Además, otras muchas especies se han visto obligadas a contraer su área de distribución como consecuencia del calentamiento.
Se han registrado casos en los que las pescas profesionales en el Mediterráneo han desaparecido. Es el caso de especies como la maruca y el espadín. Hay otros grupos, en cambio, que pueden haberse visto favorecidos por el cambio de las condiciones climatológicas, como es el caso del coral 'Oculina Patagonica'. La proliferación de esta especie se ha visto favorecida por el aumento de la temperatura marina.
Especies alóctonas
El calentamiento de las aguas puede estar favoreciendo el establecimiento y desarrollo de algunas especies invasoras en el Mediterráneo. Es el caso de algunas algas introducida, entre ellas el alga roja, de origen tropical original del Índico que ha llegado a través del Canal de Suez. Está modificando el paisaje submarino.
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Todo parece indicar que un incremento de la temperatura no sólo parece favorecer las tasas de crecimiento de estas especies sino que también podría ampliar la temporada anual de crecimiento y dispersión.
El cambio climático tiene efectos directos sobre el metabolismo de la comunidad planctónica, ya que el aumento de la temperatura acelera las tasa de respiración en mayor medida que las fotosintéticas y favorece la producción de C02.
La aparición de microalgas tóxicas del genero Ostreopsis todavía no ha sido relacionada claramente con el cambio climático, pero sus efectos ecológicos y sobre las salud de las personas obligan a tenerlas en cuenta.
La gran cantidad de bancos de medusas aparecidas en los últimos años ha hecho saltar todas las alarmas. Se considera que la aparición de alguna de estas especies marinas, en particular la Pelagia noctiluca, se deben tanto a factores antropogénicos directos (como la sobrepesca) como indirectos y climáticos relacionados con el calentamiento de las aguas costeras.
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Debe tenerse en cuenta que existen casos de presencia anormal de medusas claramente influenciadas por condiciones meteorológicas y oceonográficas puntuales y no por tendencias climáticas, como la carabela portuguesa (Physalia physalis). Pero también se ha observado la presencia de especies termófilas coincidiendo con el aumento de la temperatura como el ctenóforo 'Mnemiopsis leydyi' avistado por primera vez en la costa catalana en 2009 o la cubomedusa 'Carybdea marsupialis' vista en las costas de Dénia en el verano de 2008.
Calentamiento sin freno
Las proyecciones realizadas por los expertos señalan que en un escenario marcado por altas emisiones de CO2, la temperatura superficial media del mar entorno a la Península subiría entre 2,5º y 3ºC durante el siglo XXI. El incremento podría ser menor al situarse durante la primavera (2,3ºC) mientras que la cifras serían mucho más altas en verano y otoño (hasta 2,9ºC).
Según las estimaciones, otra de las consecuencias del cambio climático será el aumento de la salinidad del agua del mar en los primeros 10 metros. De esta forma el mar entraría en un estado de no equilibrio con un incremento continuado de estas variables que se prolongaría más allá del siglo XXI.
Se supone que el aumento de las temperaturas dará paso a más olas de calor (tres cada cuatro años) y para 2100 el mar habrá subido entre 40 y 60 centímetros.
No son las únicas consecuencias. Se prevé una disminución de las olas, más acusada en invierno, y de las marejadas ciclónicas positivas. El calentamiento forzará una disminución de los ciclones, sobre todo en el invierno. Todo apunta a que disminuirá la célula media del fitoplancton, que interferirá en la capacidad de las aguas superficiales para transferir materia orgánica a aguas profundas. Ante ello, las praderas de posidonias reducirán sus densidades lo que, según autores, llevará a su desaparición funcional a mediados del siglo próximo.
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Además, la acidificación del mar tendrá una gran influencia sobre las comunidades de corales, ya que aumentará la disolución de las estructuras calcáreas. Las condiciones previstas podrán tener también su efecto sobre algunas especies de gran interés comercial. Es el caso de las poblaciones de las anchoas, que disminuirán. Las grandes ballenas verán como se reduce su principal alimento, el krill, que no podrá emigrar al norte determinando así el desplazamiento de la ballena.
También el calentamiento del agua puede provocar problemas de salud humana ante la expansión de dinoflagelados que pueden causar la cigüatera.
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