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Luis Candela
Martes, 13 de diciembre 2016, 01:07
El arrebato de celos aducido por Narkis Yakolev, de 22 años y nacionalidad ucraniana, y su arrepentimiento mostrado en el juicio no le van a librar, por el momento, de abandonar la cárcel. El acusado de propinar una brutal paliza a su pareja, una mujer húngara de 38 años de edad, deberá permanecer entre rejas mientras la juez responsable de su enjuiciamiento dilucida si es culpable de un delito de lesiones. Por ello, el Juzgado de lo Penal 6 ratificó ayer la medida impuesta por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer 2 de la capital el 25 de noviembre pasado, horas después de suceder la agresión que recogieron las cámaras de seguridad del inmueble de Sant Joan d'Alacant y por la que se enfrenta a una petición de dos años y tres meses de cárcel.
En el auto, la magistrada de refuerzo María Teresa Gómez asume los argumentos del órgano instructor que aplicó el encarcelamiento del reo a fin de «evitar que el acusado pueda volver a atentar contra la vida o integridad física de la víctima». Es más, considera que la adopción de una medida de alejamiento «no resultaría suficiente» para proteger a la perjudicada, quien ha manifestado que sigue como pareja del presunto agresor.
La ponente de la resolución, facilitada ayer por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV), advierte un posible «riesgo de fuga» del reo, ya que la madre del acusado tenía la intención de enviarle dinero para que se fuera al extranjero a trabajar en la recogida de tomates, según contó la agredida a un guardia civil.
La magistrada cuenta a día de hoy, y tras la celebración del juicio el viernes pasado, con más indicios de que Narkis podría haber incurrido en un delito de lesiones, cargos que, ante la violencia empleada, motivaron su encarcelamiento en la fase de instrucción. Tras la vista, «se mantiene tales indicios» que, además, «vienen reforzados por los medios de prueba practicados» como la reproducción del vídeo de seguridad o la declaración del médico forense.
Las imágenes, que se han admitido como prueba válida, hablan por sí solas. En ellas se puede ver al sujeto el 20 de noviembre pasado empleando una violencia desmesurada contra la mujer, a quien recibe en el portal del inmueble con una cascada de golpes. Así siguió durante cinco minutos en los que solo parece detenerse para echar un ojo a la calle por si algún curioso se atrevía a contemplar la paliza. La Guardia Civil detuvo tres días después al sospechoso gracias al vídeo que le facilitaron los vecinos, quienes habían instalado las cámaras de seguridad en el portal tras sufrir algunos robos.
«La forma de producción de los hechos evidencia una conducta peligrosa del mismo y un alto riesgo para la perjudicada», detalla la magistrada en el auto. Por ello, y «pese a que el acusado carece de antecedentes penales», debe «primar la necesidad de proteger la integridad de la víctima», resuelve la ponente de la resolución judicial. En el juicio, tanto acusado como víctima se acogieron a su derecho a guardar silencio, extremo que rompió el reo en su turno de última palabra.
«Quiero dejar claro que ella nunca se ha sentido amenazada y no tiene miedo de mí. Nosotros éramos felices y no nos faltaba de nada», dijo al tribunal lleno de arrepentimiento instantes antes de abandonar la sala de vistas.
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