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Sequía. El embalse de Bellús, a mediados del pasado julio, prácticamente seco por la falta de lluvias. :: p. mammana

Hacia un clima de extremos

La Comunitat ya sufre los efectos de un tiempo imprevisible, con aumento de temperaturas y alternancia de sequía con lluvias cortas e intensas

J. A. MARRAHÍ

Domingo, 15 de enero 2017, 20:53

Si en abril del año pasado me hubiesen dicho que un 14 de mayo se iban a alcanzar los 42 grados en Valencia hubiese dicho que era imposible... Pero sucedió». Ese día de primavera el climatólogo de AEMET José Ángel Núñez se llevaba las manos a la cabeza.

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El clima de la Comunitat tiende a los extremos. Y en los últimos años hay ejemplos significativos. El llamado calentamiento global es ya regional. Los tres últimos años son los más calurosos desde que hay registros. Ni el calor es propiamente estival, ni las lluvias otoñales. Y los temidos diluvios sobre la región tienden a concentrarse en pocos días.

Según Jorge Olcina, catedrático y responsable del Instituto de Climatología de la Universidad de Alicante, caminamos hacia «un aumento del carácter extremo del clima, especialmente en nuestra zona mediterránea». Serán más frecuentes las sequías y las olas de calor. Y las lluvias, aunque inferiores a las actuales, se concentrarán todavía más en el tiempo.

Núñez opina que, más que en las precipitaciones, el desajuste más palpable hacia el que tiende el clima en la Comunitat es el del calor. «La temperatura se está alterando de forma indudable». El promedio desde los años setenta marca los 15,3 grados como la temperatura media a lo largo de un año en la región. Los registros de los últimos tres años se han situado ya por encima de los 16 y son los más calurosos de la serie.

«Los fenómenos extremos relacionados con el calor son más frecuentes y se están produciendo fuera de temporada». En los resúmenes climáticos de AEMET la palabra «extraordinario» comienza a ser la más repetida. Así fue calificado el episodio cálido de la primera decena de septiembre de 2016. En el verano tardío, cuando históricamente el termómetro tiende a suavizarse, Xàtiva se ahogaba a 43,6 grados. Tanto la localidad como Orihuela, Carcaixent, Novelda o Villena pulverizaron sus récords de temperatura máxima en este mes.

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El tiempo en la Comunitat se torna en montaña rusa. A Núñez también le sorprendió el brusco descenso de temperatura entre el 5 y el 7 de noviembre. «En 48 horas se pasó de un suave verano a un frío invierno», recuerda en su análisis del otoño de 2016.

De la sequía al diluvio

En cuanto a las lluvias, Olcina considera «demostrado» que en la fachada mediterránea las precipitaciones «son cada vez más concentradas en el tiempo». El número de días del año en los que llueve se ha reducido un 15% desde 1980, pero cuando las precipitaciones llegan lo hacen de forma más intensa.

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De nuevo 2016 fue un clarísimo ejemplo. Tras las duras sequías encadenadas llegó el histórico temporal entre 16 y el 19 de diciembre, con acumulados como los 610 litros de l'Orxa o los 433 de Beniarrés. Y otro nuevo hito climático: el mes invernal fue el segundo diciembre más húmedo desde que existen registros en la Comunitat. De no ser por los descomunales aguaceros, el año hubiera acabado como uno de los más secos de la historia.

Para el experto alicantino, la Comunitat aún no está preparada para estos rotundos altibajos. «Este tipo de lluvia es poco aprovechable porque caen cantidades muy significativas en pocos minutos». Al mismo tiempo, «el riesgo de inundaciones ha aumentado en las últimas tres décadas de forma importante». En opinión de Olcina, nuestras ciudades necesitan, más que nunca, «sistemas de evacuación de pluviales de suficiente capacidad y construcción de depósitos para almacenar el agua de lluvia torrencial que luego puede ser aprovechada para usos urbanos».

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Equivaldría a seguir ejemplos como el del parque inundable de Alicante, un espacio verde conocido como La Marjal destinado a acumular agua de lluvia y reducir el riesgo de inundaciones. Olcina también teme, a corto plazo, el efecto de las olas de calor. «Su frecuencia ha crecido desde 1980 y, muy especialmente, entre el año 2000 y la actualidad, un factor de riesgo porque afecta a la salud de las personas».

Y con menos lluvia y más calor, la humedad de los montes se desploma. Y de ahí a los grandes incendios hay un paso. El experto alicantino advierte de la necesidad de mejorar la gestión del monte «con más limpieza y clareos». Además, propone soluciones como el aprovechamiento del agua de nieblas con sistemas de mallas y depósitos en las laderas de montañas para almacenarla contra el fuego. Investigaciones avalan este aprovechamiento en otras partes del mundo.

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Un mar más caliente

Otro dato derivado del calor que preocupa a los meteorólogos es el aumento de temperatura del agua del mar frente a las costas de la Comunitat. Según razona Olcina, esto «aumenta la posibilidad de que se desarrollen episodios de lluvias intensas o torrenciales en nuestro territorio». El riesgo de gota fría, que solía limitarse de septiembre a noviembre, ya no se ciñe sólo al otoño. Ese deseado horizonte valenciano que «ploga amb coneixement» se aleja. Para el catedrático, «los mecanismos de gestión de las emergencias deben estar preparados entre agosto y diciembre. El último temporal demuestra que incluso casi en invierno pueden desarrollarse episodios de lluvia torrencial que antes se creían exclusivos de octubre o noviembre».

Y ante la falta de precipitaciones, el mayor problema a lo largo del año, Olcina lo tiene claro: «debemos mejorar los sistemas de depuración de agua para aprovecharla mejor, adaptar los planes de gestión de sequías a la nueva realidad pluviométrica que nos espera en las próximas décadas para que las ciudades puedan diseñar mecanismos de defensa que eviten el desabastecimiento».

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Nuestra región puede ya registrar en mayo tanto calor como en Omán y Mali, congelarse a -24 en pueblos de interior, cubrirse de nieve o granizo o acabar tan seca como anegada. Y donde más se sufre esa variabilidad es en el campo. El balance de la Asociación Valenciana de Agricultores de 2016 asegura que sequía, pedrisco y gota fría han marcado «uno de los años agrarios más nefastos de la última década». El daño climático estimado es demoledor: 600 millones de euros.

AVA teme que se cumplan los augurios de un informe de la Fundación de las Cajas de Ahorros firmado por los expertos David Leal y Jonathan Gómez. El estudio ve probable que en 2050 las plantaciones de cítricos hayan desaparecido de la Comunitat y Murcia para trasladarse al norte, «a las faldas de los Pirineos o Europa Central». Auguran, además, que la escasez de agua «podría provocar problemas de funcionalidad y viabilidad en numerosos destinos turísticos». Y describen un horizonte en el que los recursos hídricos «podrían reducirse un 16% de media hasta 2050 debido a la tendencia a la baja de las precipitaciones». El futuro más extremo.

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