jaime lamo de espinosa
Jueves, 26 de enero 2017, 01:14
La vida, se dice, es eso que pasa al lado mientras uno vive, y en ese discurrir a veces no se percibe o no se valora lo suficiente la compañía de otros seres, cuya extraordinaria personalidad nos acompaña, casi en silencio, a nuestro lado, y sólo percibimos su grandeza cuando su ausencia se hace definitiva. Tuve la suerte de conocer a Juan Luis Gómez- Trenor hace muchas décadas. Yo era un joven de veintitantos años y él era amigo, y contra pariente, de mi padre, a través de nuestro primo común Enrique Trenor Lamo de Espinosa.
Publicidad
A veces le veía en la casa o en el despacho de mi padre en Madrid, también en Requena donde pasábamos los veranos. Y era un hombre cuya personalidad destacaba sobre el resto. No era una persona normal. Su simpatía, su arrolladora simpatía, su fortísima personalidad, su carácter siempre afable y sonriente, le convertía en un ser diferente al resto. Así por lo menos lo percibí yo durante muchos años de mi vida.
Luego el tiempo fue pasando y los dos fuimos coincidiendo en preocupaciones donde la conversación inteligente y donde la reflexión serena ayudaba a la comprensión. Seguíamos teniendo la misma diferencia de edad -quince años-, pero nuestras edades nos hacían coincidir en nuestras preocupaciones, políticas, económicas, filosóficas, etc. Aquella amistad entre mi padre y él se convirtió poco a poco en una profundísima amistad entre él y yo. Y en una gran admiración hacia su persona. Una amistad que ha durado hasta que la muerte, la famosa Dama del Alba de Alejandro Casona, ha tenido la desdicha de pasar por su casa valenciana y llevárselo definitivamente.
Juan Luis está siendo recordado estos días por ser la segunda fortuna de Valencia tras una persona tan extraordinaria como Juan Roig. Pero Juan Luis merece ser recordado, además de como trabajador infatigable, no sólo por su actividad económica al frente de Coca-Cola, no por lo que hizo para convertir Coca-Cola en el imperio que es, no por su fuerte participación en la sociedad y su fuerte implicación en la misma, no por la calidad de su trabajo y de sus ideas que han llevado a la empresa hasta la situación presente, no, tampoco, por sus últimas inversiones en Ebro Foods, empresa que conozco bien y que merece que hiciera una fuerte apuesta en su favor. No. No sólo por todo eso.
Lo importante de Juan Luis no ha sido solo su capacidad empresarial para desarrollar el proyecto que le ha convertido en la segunda fortuna de Valencia y en la número 14 de España, lo importante en él era su carácter, su formación, su personalidad, su cultura, su conversación, su caballerosidad, su vida armónica, su forma de ser, su manera de estar, su saber estar, su elegancia, su caballerosidad, su honradez, todas aquellas cualidades que le adornaron en vida y le hicieron ser un hombre cabal, en suma.
Publicidad
Durante muchos años una interesantísima tertulia nos unió, de forma regular, casi mensualmente, en Madrid, en Valencia o en Requena, a Federico Trenor Trenor, Juan Luis Gómez-Trenor, Enrique Trenor Lamo de Espinosa y a mí mismo. Nos unían a los cuatro muchas cosas, pero sobre todo una valencianía sin límites y un deseo profundo de coincidir en el diagnóstico de problemas y las soluciones. Un día desgraciado, hace unos años Federico faltó definitivamente a esas comidas. Seguimos manteniéndolas durante los siguientes años. Últimamente sólo en Valencia. Pero en ellas la simpatía de Juan Luis, su inteligente conversación, su capacidad para captar la atención de los comensales y de llevarnos al centro de los temas de la vida española, tanto económica como política, revelaban su inmensa inteligencia y su enorme discreción.
Porque si algo hay que ha caracterizado a Juan Luis, a lo largo de su vida, ha sido su extraordinaria capacidad de pasar inadvertido, por voluntad propia, allí donde cualquier otro hubiera tratado por todos los medios de resaltar su presencia, su ego, su capacidad y su excepcional relevancia. Ha sido siempre un hombre discreto, prudente. No ha querido ni presumir ni ser destacado, ni por los medios ni por las personas. Ha querido ser él, solo él, Juan Luis, una personalidad relevante, número uno en todo lo que hacía, pero sin necesidad de que los demás se lo reconocieron, casi con temor a ello, simplemente para su propia satisfacción.
Publicidad
No estaba casado. Ha muerto sin hijos. Pero sus sobrinos, excepcionales como él, que le han ayudado de modo extraordinario durante muchos años, sabrán prolongar su tarea y llevar adelante con acierto y prudencia la senda y el camino que ha dejado marcado.
Si escribo hoy estas líneas, tras su entierro de ayer en Valencia a muy pocos metros del panteón donde están enterrados mis padres, es por el inmenso dolor que me produce su ausencia y por el enorme orgullo de haberle conocido y tratado y por haber aprendido de él mucho más de lo que yo pude contribuir en su favor.
Publicidad
Valencia ha perdido a un hombre excepcional. No sé si será capaz de reconocérselo. Pero yo, personalmente, humildemente, reconozco que he tenido la suerte, la inmensa suerte, de tratar a una persona de características tan singulares y excepcionales, como las de Juan Luis Gómez- Trenor Fos. Dios lo tenga en su gloria.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.