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El mapa negro del ciclismo en la Comunitat Valenciana

El mapa negro del ciclismo en la Comunitat Valenciana

Una veintena de carreteras de la Comunitat están marcadas por 26 muertes y miles de aficionados heridos en el último lustro

Juan Antonio Marrahí

Domingo, 28 de mayo 2017, 22:22

Hay lugares marcados a muerte. Puntos en los que se extinguen prometedoras carreras deportivas y los ramos de flores jalonan el silencioso avance de las dos ruedas. Víctor Cabedo, ciclista profesional de Onda, perdió la vida con 23 años. Había salido a entrenar por la Sierra de Espadán cuando un coche lo lanzó por un barranco de 15 metros. El joven Daniel Sandoval atesoraba decenas de trofeos con solo 17 años, pero un coche a velocidad endiablada le robó la existencia mientras pedaleaba por Bétera. Germán Navarro pasó de las dos ruedas en sus ratos libres a las dos ruedas para poder moverse. Un coche lo condenó a la paraplejia.

Decenas de ciclistas claman hoy en Valencia para que masacres en carretera como la de Oliva no se repitan. «Respeto» o «no más muertes» son sus mensajes en crespones negros. En la Comunitat existen más de una veintena de carreteras y caminos vecinales que se han convertido en escenario de muertes en la última media década, la mayoría de ellas comarcales. En ese tiempo, 26 amantes de la bici han perecido en alguno de sus tramos, según los datos de la Jefatura Provincial de Tráfico.

Si analizamos el tipo de siniestro, se imponen la colisión frontolateral y los alcances. Por mayoría. Es decir, las víctimas fueron embestidas por coches o camiones. En contadas ocasiones perecieron por caídas o choques de la bici contra elementos de la carretera. Pedalear a tumba abierta es ya hacerlo por alguna de estas vías o por los treinta tramos de riesgo que distintos aficionados sitúan en las tres provincias (en el mapa de la pag. 5).

«Retrovisores que pasan rozando, conductores que se enfadan, pitan e insultan, acelerones, frenazos, pequeños golpes que aunque no salgan en las noticias dejan heridos... Los ciclistas cometemos errores, como todos, pero falta más respeto y comprensión de su fragilidad». Lo denuncia José Saurí, delegado de Cicloturismo en la Federación de Ciclismo de la Comunitat (FCCV). La entidad tramito el año pasado 8.000 partes de accidentes de ciclistas federados. Saurí estima que un 20% de ellos, 1.600, son siniestros en los que hay implicado otro vehículo.

Además de la N-332, marcada por las tres muertes de Oliva, Saurí clama «máxima prudencia» en vías como la CV-500, la carretera de El Saler, que se llena de ciclistas los fines de semana. «Discurre cerca de discotecas y salir a primera hora puede suponer un riesgo, pero más tarde también, porque se forman colas de conductores y algunos se impacientan ante pelotones de ciclistas».

Peligro en las rotondas

Según la federación, bastarían «unas mínimas conductas responsables» para evitar desgracias más allá de la amenaza de alcohol y drogas al volante. Saurí destaca, por ejemplo, «respetar la distancia de metro y medio en vez de pasar a un palmo, motivo principal de accidentes». En las rotondas, advierte, «muchos conductores no comprenden que hasta que un pelotón no pasa por completo el coche o camión no debe interferir por seguridad». Y recuerda otra cuestión clave: «El conductor debe saber que está permitido invadir una línea continua para adelantar a un ciclista si hay buena visibilidad y el tráfico lo permite».

Las demandas de los aficionados, que hoy elevarán en su marcha por Valencia, son sanciones más severas para infractores, un mayor respeto en la carretera y más presencia de Guardia Civil y policías locales en los tramos con mayor tránsito de ciclistas para garantizar el cumplimiento de normas.

Algunos han tirado la toalla y anteponen la seguridad a la elección de una vía. Fernando Mafé, voz de Valencia en Bici, constata el temor: «En nuestra asociación huimos de carreteras nacionales y comarcales. Cuando te pasan rozando 50 coches por minuto el deporte pierde su atractivo, deja de ser agradable».

«Más muertos por el móvil»

Mafé tiene un mal presagio. «A juzgar por lo que vemos cada día desde la bici, el uso del teléfono móvil por parte de conductores es exageradísimo. Llegan a los pasos de bicis y peatones con la mirada perdida hacia abajo, entre las piernas. En los próximos años me temo que lamentaremos más muertos en ciudad por estas distracciones».

El aficionado a las dos ruedas también incide en la cuestión de la velocidad. «Un conductor se cree que a 30 o 40 kilómetros por hora va lento y no puede hacer daño, sin embargo es suficiente para matar a un ciclista. Por eso no hay que perder la atención ni un instante».

Jaime Escortell, presidente del Club Llebeig de Xàbia, sobrevivió milagrosamente al atropello múltiple de Oliva. Murieron tres de sus compañeros y uno aún lucha en la UCI. «Me salvó un giro rápido a la derecha para echarme al arcén», recuerda. Ahora implora a los conductores «que guarden el crucial metro y medio y, si no pueden, reduzcan un poco la marcha». Está convencido de que algo «tan sencillo y básico como eso salvará vidas». Y lo razona así: «El ciclista puede verse obligado a hacer un giro repentino. Un bache, la picadura de una abeja, un mareo... Si en ese instante le pasa un coche o camión rozando, ya tenemos otra muerte».

Miguel Mora, delegado de la FCCV en Alicante, hace autocrítica: «Los ciclistas cometemos errores, indudablemente. Por ejemplo, pueden ir dos en paralelo, pero siempre pegados al arcén a la altura de la línea y no invadiendo media carretera. Para eso hace falta ya un coche de apoyo de entrenamiento y es algo que algunos aficionados incumplen. El ciclista que se cree el rey de la carretera se está equivocando», deja claro. Al mismo tiempo, aconseja que los aficionados no profesionales circulen por carriles bici «siempre que sea posible».

El peligro del conductor ebrio es obvio, pero ¿acaso no hay alcohol en los almuerzos de ciclistas en sus paradas en ruta? Saurí admite que esa costumbre estaba «más extendida en generaciones anteriores, que se confiaban más. Hoy está mal visto entre aficionados. No es lo habitual. El ciclista no suele exponerse a más riesgo del que ya asume».

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