«No hay ley ni pena que repare perder a mi hijo»

Eduardo Monfort, abogado y ex alcalde de Xàbia, padre de uno de los fallecidos en Oliva

J. A. M.

Domingo, 28 de mayo 2017, 17:27

La emoción entrecorta la voz de Eduardo Monfort, de 50 años, mientras suplica «prudencia, respeto y sentido común para que familias no se queden sin hijos». La vida del suyo, Eduardo, quedó segada con la reciente tragedia de Oliva en la que también fallecieron dos de sus colegas de pelotón.

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«Me l'han matat, me l'han mort», clamaba el padre en su funeral. Edu, como lo conocían sus colegas, tenía 28 años y una vida por delante. Era conocido y apreciado en Xàbia. No sólo por aquello de ser hijo del exalcalde. Volcado con actos cívicos, disfrutaba como miembro de la Comisión de Fiestas de Loreto, en los Moros y Cristianos, en los triatlones...

«Deportista desde niño». Su excelente forma física y carácter solidario le llevaron a integrarse en Cruz Roja y a trabajar como socorrista. Y también a pedalear incansablemente por La Marina. La voz del hijo resuena en la memoria del padre. «Papá, cuando conduzcas y veas a un ciclista ten mucho cuidado».

La misma prudencia pedía el progenitor. «Claro que temía por sus entrenamientos», confiesa Monfort. «Edu, ¿es preciso que salgas a la carretera todos los sábados y también domingos?», le insistió no pocas veces. «Pero no podemos poner a nuestros hijos en urnas, al final los dejas. Eligen lo que les llena y hay que aceptarlo». Además, resalta, «Edu era prudente con las luces, el casco, los reflectantes...».

El discurso de Monfort dista mucho del odio hacia la causante de un mal que le ha arrebatado «lo más preciado de la vida». «Mire, aquí hay una cosa muy clara. La justicia penal, ¿de qué me sirve? Que pase toda su vida en la cárcel, ¿de qué me sirve? No hay ley, ni multa, ni pena que repare el daño de perder a mi hijo. El mal es tan grande que no se arregla jamás».

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Y ante esta irrevocable evidencia, Monfort clama: «Lo que tenemos que lograr es que no suceda más. Prevenir es lo único que nos queda. Los conductores deben asumir que el ciclista es débil. La infracción de un ciclista difícilmente pone en peligro la vida de nadie, pero la de un conductor sí», razona.

«Yo no digo que la gente no beba. Todos hemos sido jóvenes. Los jóvenes deben disfrutar, salir de fiesta. Es normal. Pero, por el amor de Dios, pensemos. Coge un taxi, llama a tu padre, a un amigo... Hay opciones para impedir el desastre». En la hora más oscura de su vida, Monfort se aferra a su fe, «al convencimiento de que Edu está en un sitio mejor y a que nos quedan otros dos hijos por los que continuar luchando».

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