J. A. MARRAHÍ
Jueves, 20 de diciembre 2018, 01:05
El asesinato de Laura Luelmo ha desatado un torrente de voces contra la violencia machista. Pero también ha puesto sobre la mesa la triste situación de inseguridad que viven algunas mujeres que, como la joven víctima, salen a hacer deporte a horas nocturnas. Las situaciones de exhibicionismo, acoso, merodeos sospechosos, mirones o comentarios obscenos son «mucho más frecuentes de lo que la gente se imagina», advierten varias de las consultadas. Esas conductas instalan la herida del miedo, la que empuja a cambiar rutas u horarios o a correr en compañía en vez de hacerlo en tranquila soledad. Ese temor, ese 'por si acaso', ese 'y si esta vez me toca a mí' acaba socavando de lleno la libertad a la que todos tenemos derecho.
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El martes algunas aficionadas y aficionados corrieron por Valencia contra el miedo, en recuerdo de Laura y para exigir una sociedad más segura. El movimiento solidario se agranda. Son muchos deportistas los que empatizan con la profesora asesinada. Almenara celebrará mañana una quedada 'runner' para correr o caminar en repulsa por el crimen. Podrán sumarse tanto mujeres como hombres. Quieren elevar, alto y claro, un mensaje: «Las mujeres deben poder correr libres, solas y sin miedo».
Paula Lorente es una de las fundadoras de 'Juntas es Mejor'. Tiene 37 años y reside en Aldaia. Vive en pareja y es licenciada en Educación Física y profesora asociada de expresión corporal y gimnasia suave la Universitat de València (UV).
A ella la afición le llegó de niña, «cuando tenía siete u ocho años». Hoy sus zapatillas han completado seis maratones, además de muchas triatlones y medias maratones... «Salir de noche es muy habitual, diría que más que de día. Es un horario que a la gente que trabaja para desconectar, limpiarte por dentro, machacarte y descansar mejor. Con mente y cuerpo desconectado», reflexiona.
Entrena a mediodía y alguna vez sola de noche por Aldaia, Alaquàs o Picanya, por caminos lindantes a la huerta. «Ahora tengo más miedo tras el caso de Laura y lo cierto es que las aficionadas están preocupadas. Ya incluso antes mi pareja me aconsejaba: 'no salgas sola, no salgas por los campos'. Después del asesinato, esa comprensible psicosis se agranda».
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Pero sus temores no son meras sombras. Se fundan en la experiencia propia. Viajamos a 2014. Primera vivencia nefasta para Paula. «Fue corriendo por Aldaia. Era invierno. Siete de la tarde y ya de noche». Ella pretendía recorrer siete kilómetros cuando fue abordada. Así lo recuerda: «Aquel hombre estaba parado en un lado del camino, junto a un árbol. Tendría entre 45 o 50 años una apariencia normal». Pero la normalidad se truncó. «Cuando llegué a su altura estaba ya con los pantalones bajados y salió a mi encuentro tocándose y haciendo comentarios obscenos. Aceleré a tope para poder escapar de él».
Paula no denunció. «Opté por pasar página y hoy me arrepiento, pues otro día puede ser otra la víctima». En aquel entonces no le venció el miedo, lo consideró «un susto» y volvió al día siguiente. Mientras sus padres le insistían: «Ten cuidado, mira por donde vas, intenta ir acompañada, sal por zonas iluminadas...».
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El segundo sobresalto llegó en 2016, cuando cubría 10 kilómetros por un polígono industrial de Alaquàs junto con una amiga. Era al comienzo del año. «Corríamos por aquella zona y de repente un camionero se apeó y bajó a nuestro encuentro». Sus labios escupieron palabras irrespetuosas. «Venid aquí, que os voy a enseñar algunas cosas», dijo el conductor. «No respondimos, seguimos adelante y cambiamos la ruta hacia una zona más habitada». Según reflexiona, «son cosas muy desagradable y los normalizamos. Decimos 'bah, otro baboso...'. Deberíamos aprender a denunciar. Al menos a avisar a la policía por si le pasa a otra o tiene intenciones peores».
Si bien Paula cree que ayudaría «más zonas verdes con iluminación para correr de noche», estima que el «problema de base es la educación ante el machismo. Al final luz o vigilancia dan seguridad, pero son parches ante el problema».
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Patricia López. Profesora. 37 años
Patricia es la cofundadora del grupo Juntas es Mejor. Tiene 37 años, nació en Elche y es docente en la Universidad Católica de Valencia. Ama el atletismo y el kárate y es miembro de la selección española de Kumite. Imparte un máster en Didáctica de la Educación. En su caso, empatiza «de lleno» con Laura porque también vive sola en Valencia. «Sólo de pensar que estaba en mi misma situación se me revuelve todo»
Su primera experiencia amarga fue con 17 años, corriendo por el cauce del río Vinalopó en Elche. «Era verano y aún no era de noche. Oí la voz de un hombre. 'Perdona, perdona, te quiero hacer una pregunta'. Paré un instante y cuando lo miré y ya tenía los pantalones bajados. No pensé más. Automáticamente, salí corriendo y busqué un sitio seguro con más gente».
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Otras situaciones desagradables llegan con comentarios soeces de algunos hombres durante la actividad deportiva «que nada tienen que ver con un piropo». En el caso de Patricia, fue cuando iba con bicicleta, en un semáforo, al bajarse la ventanilla de un coche y escuchar a un hombre: «Madre mía, quién fuera el sillín».
Falta respeto y mucho por hacer en educación. «Ojalá no hubiera miedo. Creo que unidas podemos vencerlo». So conclusión es contundente: «Deberíamos entrenar donde queramos y cuando queramos. Esa sería la verdadera libertad, que no tuviéramos ni que pensarlo. A eso debemos aspirar».
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Esther Díaz. Peluquera. 32 años
Esther Díaz tiene 32 años y vive en Paterna. Corre desde hace seis años y se siente más segura haciendo deporte con el grupo mixto Paterna Runners. El verano pasado tuvo una mala experiencia cuando avanzaba por una zona de huerta sobre las siete y media de la tarde, aún con luz. «Pasó por mi lado una furgoneta con un hombre. A los dos minutos vino por detrás. Luego volvió de cara. Así hasta cuatro veces. Demasiada casualidad. Bajaba la velocidad y la ventanilla y me miraba con insistencia. Me sentí muy angustiada y apresuré la marcha». A partir de entonces, prefiere no entrenar sola.
Rebeca Muñoz. 42 años. Auxiliar administrativa
Rebeca Muñoz vive en Valencia. Corre desde hace cinco años y los extraños movimientos de un hombre en el aparcamiento del cementerio la empujaron a rodearse de otros deportistas. «Fue en la zona de San Marcelino, cerca del Bulevar Sur». Ella salía a entrenar de madrugada, sobre las seis. «Y dos veces seguidas, dos días consecutivos, me encontré a ese hombre que salía de entre los coches y venía andando hacia mí. Me asusté. No era normal». Su decisión fue dejar de correr sola «por miedo». «Me apunté al gimnasio para mayor seguridad, pero ahora corro otra vez gracias a Juntas es Mejor. Después de lo de Laura, tampocovoy a salir sola por la montaña».
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Mar Castaño. Responsable de eventos. 35 años
Amante del deporte, Mar Castaño es una mujer murciana afincada en Valencia. Vive en Burjassot y acostumbra a correr por la Ronda Norte. «Pero desde que se hace de noche pronto prefiero el gimnasio y hacer allí mis ejercicios. Ya antes del caso de Laura tenía medio, pero ahora, más todavía. No dejo de pensarlo... Podría ser yo». Como para muchas otras, el horario de tarde «es el que mi trabajo permite. Has terminado la jornada y es la mejor forma de liberar tensiones y completar el día». Mar tiene sus cautelas. «Afortunadamente no he tenido experiencias malas, pero voy con cuidado, me fijo si hay algún coche parado y las zonas oscuras me dan respeto».
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