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Una densa columna de humo negro inunda el horizonte. El olor a plástico quemado alerta a los vecinos. Algunos deben quedar confinados en sus casas y la policía corta calles. Las empresas colindantes son desalojadas. Así son los incendios industriales, posiblemente la emergencia más complicada en la que trabajan los efectivos del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia junto con los grandes desastres forestales. Son fuegos de gran magnitud en superficies amplias, con muchos materiales en combustión, a veces tóxicos, llamas que pueden alcanzar varios metros de altura y extinciones muy complicadas que duran días y acarrean desplomes o explosiones.
Según el balance anual del cuerpo provincial, a lo largo del año pasado los bomberos trabajaron en la extinción de 114 incendios de esta naturaleza, cuatro más que en 2017. Un incendio industrial cada tres días. Son emergencias como la que, hace dos semanas, desató una enorme columna de humo al arder un almacén de artículos de regalo en el polígono La Cova de Manises. O como los fuegos que han arrasado desde finales de año material de reciclaje en plantas de Sollana, Guadassuar o San Antonio de Benagéber.
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Pero es sólo la punta de un iceberg de situaciones de riesgo que pasan por las casas, los montes o las carreteras. Según las estadísticas del Consorcio Provincial, el cuerpo interviene en 26 emergencias cada día. Aproximadamente, una intervención cada hora. En suma, durante 2018 los bomberos realizaron más de 9.500 servicios.
En comparación con el año anterior, lo que más aumenta son los rescates rurales, normalmente de excursionistas en apuros o personas extraviadas. También los salvamentos por inundaciones y los derrumbes e incendios en viviendas. Por el contrario, disminuyen los incendios en el monte y ha habido un ligero descenso del 5% en las emergencias por accidentes de tráfico.
Durante 2018 los bomberos sofocaron 5.260 incendios. La intervención más habitual es la extinción de incendios rurales/forestales, con 2.763 actuaciones. De ellos, el 92% son incendios de matorrales, que van en aumento. La extinción de incendios urbanos se sitúa como la segunda actuación del Consorcio, con 2.383 emergencias en el último año. En concreto, 650 fueron incendios en viviendas por diferentes causas, desde los clásicos olvidos de comida al fuego a la sobrecarga eléctrica. En los meses de frío se observa un aumento de los incendios en casas causados por chimeneas, velas o estufas. Además, acudieron a 432 incendios de vehículos.
Otra de las principales emergencias de los efectivos del Consorcio son las que consisten en facilitar el acceso a las viviendas en situaciones de riesgo, con una media de dos aperturas diarias. Es un servicio en aumento por el mayor número de de personas mayores que viven solas y que se producen tras la llamada de familiares o vecinos preocupados porque nadie contesta al otro lado.
Los rescates son otro de los principales servicios del Consorcio. A lo largo del año pasado, los efectivos realizaron 1.655 salvamentos. Se han disparado los rescates por lluvias, que pasaron de 3 de 2017 a 83 en 2018 y se han doblado los salvamentos por derrumbe, de 7 a 14. Otro servicio que ha experimentado un aumento significativo son los rescates rurales que han pasado de 190 en 2017 a 234 en el último ejercicio.
Cuando las desgracias no requieren su presencia, los bomberos emplean su tiempo en formación. Durante el año pasado efectuaron 3.514 prácticas y entrenamientos, 24 simulacros y 257 actividades divulgativas. En la actualidad, el Consorcio cuenta con una plantilla operativa de 600 efectivos. Desde julio de 2015 se han jubilado 108 bomberos y han entrado 192, por lo que hay 84 bomberos más en plantilla. En la actualidad hay una convocatoria abierta para cubrir 41 nuevas plazas de bombero-conductor. «Contamos con 600 profesionales que hacen una excelente tarea. Están distribuidos estratégicamente en 24 parques para asegurar una respuesta eficaz en toda la provincia», destaca el presidente del Consorcio, Josep Bort. Se refirió también al aumento del presupuesto de la entidad de más de un 18% en los últimos años, que pasa de 45 millones en 2015 a 53.
Más allá de los fuegos, el asfalto es escenario de buena parte del trabajo del Consorcio Provincial por su papel clave a la hora de salvar a personas atrapadas en vehículos que vuelcan, acaban estrellados o convertidos en impenetrables estructuras donde las víctimas, muy frecuentemente, se debaten entre la vida y la muerte.
Durante el año pasado, los efectivos trabajaron en casi 900 accidentes de tráfico en los que lograron rescatar a más de 270 personas atrapadas. Estadísticamente, la autovía A-7 aparece como la vía con más siniestros de estas características. Durante el año pasado, acumuló 37 siniestros en poblaciones como Ribarroja, Manises, Alberic o El Puig. Muchos de ellos corresponden a la zona del 'bypass'. Otra de las vías con más siniestros con atrapados es la A-3. Hubo 18 durante el año pasado, la mayoría de ellos en Requena. Siguen en peligrosidad la CV-35 (Pista de Ademuz) y la A-35.
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