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Juan C. es el sospechoso de los incendios que durante buena parte de 2023 sacudieron el parque natural de El Saler. La instrucción perdió fuelle ... paulatinamente. De una docena de fuegos que se le imputaban, finalmente solo se le acusa de dos siniestros en el juicio que ha comenzado este jueves. No lo tienen fácil las acusaciones: la Fiscalía y el Ayuntamiento de Valencia. Apenas hay testigos y ninguno es observador directo de los fuegos.
El acusado, abogado de profesión, se enfrenta a seis años de cárcel. La Fiscalía, no obstante, plantea una alternativa de un año de cárcel. El Ayuntamiento también. En ese otro supuesto reclama una pena de tres años. Las rebajas en las solicitudes están relacionadas con la aplicación o no de la continuidad delictiva y si uno de los siniestros se considera forestal o no.
El primer fuego bajo sospecha es el del 21 de octubre de 2023. «Vi un incendio de unos dos metros, crucé la avenida para alejarme, vi un vehículo que dio marcha atrás y llamé al 112», ha relatado de manera algo confusa como, en realidad, ha sido su actitud en todo este proceso. El sospechoso ha explicado que él no podía apagar las llamas.
El hombre, vecino de la zona desde hace más de 40 años, se marchó hacia su casa, en la conocida urbanización de Les Gavines. «Veraneó allí desde los 14 años». Ese mismo día, al mediodía, ya se había producido otro incendio, de menor entidad. Ambos foco se situaban cerca del domicilio del acusado.
El hombre ha recordado el momento de su detención. «Estaba durmiendo cuando llamaron a la puerta». Los agentes encontraron cerca de 80 mecheros en su casa. «Fumo tabaco y también cigarrillo electrónico», se ha justificado. El letrado pasó cerca de un mes en prisión por estos hechos. En ese periodo, casualmente la sucesión de incendios se detuvo.
El segundo incendio fue el 14 de enero de 2024. Era un domingo. El fuego comenzó próximo al parque de Bomberos. «Yo no estuve cerca de allí». El hombre ha lamentado que se le haya condenado desde los medios, «vapuleado», ha llegado a definir. El letrado ha admitido que producto de todo este proceso arrastra algunos problemas psicológicos que han lastrado su ejercicio profesional.
Juan C. parece tener claro el motivo de su arresto, que considera absolutamente injusto. «En el 2000, por desgracia, sí provoqué un incendio con un artefacto pirotécnico. Tire una 'salida' desde mi casa. Fue mala fortuna. En vez de subir, bajó». Más adelante, en 2005, también se le investigó como sospechoso de otro fuego. El juzgado archivó estas diligencias. «Cuando me detienen, lo primero que me sacan son los atestados de 2000 y 2005. Eso no se puede hacer». El sospechoso ha querido exhibir su labor ecologista y a preguntas de su letrado ha destacado que ha participado en tareas de reforestación del parque natural.
El guardia civil que elaboró el atestado del caso ha señalado que no fue hasta ese día de octubre cuando comenzaron las sospechas sobre el ahora acusado. Sabían que existía un patrón común, un plan de acción, de ubicación y de horarios de los fuegos, pero no tenían todavía un autor. Ese día, no obstante, todo cambió. Por primera vez tenían testigos. El investigador ha confirmado que durante el tiempo que estuvo en prisión solo hubo un rebrote y otro siniestro, que no fue realmente un incendio forestal.
Otro de los testigos ha sido el agente que investigó el origen del fuego. El experto ha explicado el mecanismo del siniestro. «Fue intencionado». Debió, en su criterio, existir una «fuente de calor» de acuerdo a su análisis. De igual modo, otro compañero de la Guardia Civil ha alertado del riesgo de propagación que hubo en los incendios por las condiciones meteorológicas y la proximidad de viviendas.
Una joven es de los pocos testigos que observaron al acusado en la zona del incendio, saliendo del foco. «Cuando le chillé y se paró, sacó el móvil y llamó a Emergencias». La mujer no dudó en el reconocimiento al letrado. «La Guardia Civil me mostró un vídeo y era él». La pareja de esta joven coincidió en el relato. «Estaba como alterado, excitado». No vieron a ninguna otra persona en el lugar.
El testimonio más contundente ha sido el de otro residente de la zona que ha recordado el momento de psicosis que se vivía en aquel periodo en la zona de El Saler. «Las madres se querían llevar a los niños». El día de uno de los incendios este testigo estaba tomando algo en un bar. A la salida, ve de nuevo un incendio. «Me dan una descripción del hombre que habían visto. Veo aparecer a este señor, en referencia al acusado, a menos de metro y medio. Por esa salida de emergencias no sale nadie y menos de noche y a oscuras», ha precisado. «Su mirada era de alguien que no estaba bien. Le voy siguiendo y hacía movimientos extraños».
Otro de los peritos se ha felicitado por las medidas cautelares que se le impuso al acusado, la orden de alejamiento. «Desde entonces no se han registrado nuevos incendios».
La Fiscalía mantiene que el acusado es el autor de los incendios. La responsable ha enumerado una serie de indicios. Por ejemplo, el ser vecino de la zona, la llamada al 112, los testigos que le vieron «correr» tras salir del lugar donde estaba el incendio. «Nadie más salió de allí». Y luego, además, «no se fue a su casa». Dio un rodeo. Del mismo modo ha recordado «las dos horas que pasó antes de abrir la puerta» el día de su detención y los numerosos vídeos de incendios que almacenaba en su móvil. «Me los había enviado mi hijo», indicó el acusado.
La defensa ha pedido la absolución de Juan C. El abogado sostiene que existe una manifiesta falta de indicios contra su patrocinado y por eso las acusación se han visto obligadas a recurrir a otros incendios que no forman parte del procedimiento. «No sirve aludir a otros siniestros». El letrado apunta a las testificales. «No lo ven en el lugar de los hechos». Y tampoco le sorprenden «corriendo». «Es normal que fuera a paso acelerado si estaba cruzando».
El letrado pretende dejar fuera del acervo probatorio lo que considera meras «sensaciones» de los testigos. «Había una sensación de miedo, pero Juan C. también era vecino y podía tener esa misma impresión». Pero, en una vista, «hay que traer pruebas». «No existe consistencia suficiente».
En el turno de última palabra, Juan C. aprovechó para reivindicar su inocencia. «¿Qué interés voy a tener yo por crear incendios en mi casa, en en la zona donde me he criado yo y mis hijos?» Quiso dar un detalle de su biogrfía para, según el, demostrar la inconsistencia de las acusaciones. «Soy socorrista y montañero y tengo un respeto absoluto por la naturaleza».
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