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De izquierda a derecha: Pablo Salazar, Adela Cortina y Javier Cortés. Jesús Signes
Adela Cortina sitúa la «compasión bien entendida» como clave de la educación

Adela Cortina sitúa la «compasión bien entendida» como clave de la educación

Para la catedrática es fundamental combinar el desarrollo de habilidades con valores como la justicia, la prudencia o la excelencia

Joaquín Batista

Valencia

Viernes, 21 de febrero 2025, 00:53

«La educación es el problema más importante y difícil de resolver para un país». La frase, sencilla y contundente, es de Adela Cortina, la reputada catedrática emérita en Ética y Filosofía Política, aunque la idea, como ella misma reconoció ayer, pertenece a Immanuel Kant, referente de su pensamiento. Ante tal desafío apostó por incentivar una serie características, a modo de ingredientes de una receta complejísima, que ayuden a los educadores a formar a los ciudadanos del futuro, cuyas acciones reviertan en la mejora social.

Habló de la capacidad de «compasión bien entendida», de empatizar para que el dolor ajeno mueva a la acción, no de mirar desde arriba al menos pudiente. Y de la justicia, de las habilidades y conocimientos y de la excelencia, pasando por la prudencia y el afán de felicidad.

Cortina fue la ponente del IV Foro de Educación José María Salaverri -una iniciativa del colegio Nuestra Señora del Pilar de Valencia y LAS PROVINCIAS- con la conferencia 'Educar ciudadanos comprometidos', que llenó el salón de actos de la Fundación Bancaja. Durante la jornada le acompañaron el adjunto al director del periódico, Pablo Salazar, y el educador Javier Cortés. Y como en ediciones anteriores, el artista Luis Lonjedo elaboró una obra en directo a partir de las reflexiones de la filósofa.

Empezó defendiendo la visión kantiana del ciudadano al que es preciso aspirar -solidario, igualitario, cosmopolita y autónomo- para centrarse a continuación en las características y virtudes que la educación debe modelar.

Cortina habló del desarrollo de «habilidades y conocimientos que puedan aplicar en todo lo que les pueda interesar», incidiendo en aspectos como disponer de los «conocimientos básicos para poder mantener una conversación», que no es más que cierta base cultural, en la capacidad de buscar y encontrar información, en la comprensión lectora -«quien no la domina no saber argumentar ni hablar bien, y eso es no tener libertad de expresión»- e incluso en los idiomas.

El siguiente ingrediente que abordó fue la excelencia, el «no conformarse con el mínimo común» e intentar «que compitiendo consigo mismo uno mejore capacidades para después mejorar la comunidad». También pidió orientar al alumno hacia la felicidad desde la base de la prudencia -«no buscar lo máximo sino lo suficiente»-, y consideró fundamental el sentido de la justicia, desde el imperativo ético de «no maltratar ni manipular, porque todas las personas valen por sí mismas, tienen dignidad y no tienen precio». De hecho hizo un alegato en favor de que cualquier sociedad que se precie de serlo debe fijarse unos mínimos de justicia coincidentes con el respeto de los derechos humanos.

Luis Lonjedo esbozando su obra. Jesús Signes

La catedrática introdujo la idea de compasión con el ejemplo de los voluntarios que acudieron a las poblaciones afectadas por la dana, que también fue la temática elegida por Lonjedo para su obra: una joven agotada física y emocionalmente. «Creo que el mundo debería estar movido por la compasión bien entendida, poniéndose en el lugar del otro en la alegría y en la tristeza. Y si es en la tristeza, ayudándole a salir del sufrimiento», reflexionó.

A modo de conclusión, defendió que educar ciudadanos comprometidos pasa por «desarrollar habilidades y conocimientos para que puedan inventar grandes cosas y pongan su excelencia al servicio de la comunidad, para que sepan buscar su felicidad y la vivan ligada a la justicia y la compasión, porque no pueden soportar que otros sufran y no hacer nada por ayudarles».

En el debate posterior, Javier Cortés defendió el papel de la escuela -«el lugar de los contenidos»-, incidió en la importancia de que estos «sirvan a los alumnos para interpretar el mundo y propiciar su mejora» y apostó por «no separarlos de estos fines» y por no caer en la obsesión de guiarse sólo por su carácter meramente instrumental, como superar una prueba. Además, agradeció a Adela Cortina que les hubiera «reforzado en su tarea».

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