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Tres premios Jaume I con la Albufera

Tres premios Jaume I con la Albufera

Los galardonados José Luis Rubio, José Antonio Sobrino y Fernando Valladares defienden los valores del parque y reclaman una urgente recuperación

Juan Sanchis

Valencia

Martes, 18 de junio 2024, 00:44

Los premios Rei Jaume I de protección del medio ambiente se han posicionado en defensa de la Albufera. Varios de ellos han defendido la necesidad de su protección y han exaltado la importancia de este humedal.

José Luis Rubio, premio Rei Jaume I de Protección del Medio Ambiente en 1996 y jefe del Departamento de Degradación y Conservación de Suelos en Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha resaltado que la Albufera «es un espacio natural único y de incalculable riqueza, que presenta una gran variedad de hábitats que permiten la existencia de una extraordinaria biodiversidad de especies de fauna y flora: aves acuáticas, peces, crustáceos, moluscos y comunidades vegetales. Pero no es solo la Albufera, se trata de un parque natural que incluye el lago (2.800 hectáreas), las zonas palustres circundantes y la Devesa del Saler. En total 21.200 hectáreas. El conjunto posee una enorme importancia en aspectos de flora, ornitológicos, piscícolas, geológicos, edafológicos, hídricos, paisajísticos, culturales e históricos y, por todo ello, sin duda, merecedores del compromiso de la sociedad en su protección y defensa».

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Por otro lado, ha explicado que «sobre la Albufera y sobre su entorno existen una serie de graves presiones y amenazas que, además, pueden ir agravándose con el paso del tiempo si no se actúa con urgencia y decididamente». Entre otros, destaca la «falta de agua, la antropogenización del medio; la invasión urbanística y de infraestructuras; aterramientos para cultivos; sellado irreversible del suelo; contaminación química y orgánica y de nuevos; salinización y contaminación por fertilizantes nitrogenados y por residuos sólidos; deficiente aplicación del PORN, y del PRUG…; efectos del puerto de Valencia y sus ampliaciones y actividades descontroladas e ilegales...».

Sobre el retraso de las actuaciones en la Albufera «una importante causa ha sido la deficiente o incompleta aplicación de las legislaciones autonómicas, nacionales e internacionales a lo largo del tiempo. En el caso de la Albufera estas han sido: Conferencia MAR (Sainte Marie de la Mer, Francia, 1962); RAMSAR, 1971 (España 1982); Ley de Aguas 1985; Parque Natural 1986 (PORN, PRUG); Comisión Europea: LIC. ZEPA y ahora falta ver la candidatura para Reserva de la Biosfera».

Además, considera que también ha habido «una falta de sensibilización, percepción y apreciación social del valor único que representa la Albufera». Por otro lado, este experto asegura que «habría sido necesaria una actitud más comprometida y beligerante por parte de la sociedad civil». En su opinión, «también han faltado estudios e Investigaciones científicas de los muchos factores, procesos y peligros que inciden en la Albufera y el haberlos transmitido a la sociedad».

Para este premio Rei Jaume I, la situación de la Albufera tiene solución «pero es necesario un compromiso decidido y contundente de los responsables político/administrativos y un compromiso activo del conjunto de la sociedad».

En este sentido, Rubio ha destacado que «hay que señalar la gravedad que representa la evolución del cambio climático y sus múltiples consecuencias, entre otras, la crisis y disponibilidad del agua». En este sentido, apuesta por «controlar e impedir las amenazas señaladas anteriormente y también las presiones indirectas de los sectores económicos y productivos».

Por otro lado, considera que el futuro de la Albufera «no será gratuito por lo que es imprescindible el apoyo institucional, el de la sociedad en general y el de las asociaciones culturales, educativas y científicas, y todo ello, a nivel de la Comunitat Valenciana, nacional y de la Unión Europea».

Para Fernando Valladares, Premio Rei Jaume I para la Protección del Medio Ambiente 2021 y profesor de investigación del CSIC, «la Albufera representa un ecosistema de mucho valor. Se trata de una laguna litoral que supone el 20% de este tipo de hábitat en la Península Ibérica. Tiene unos altos niveles de biodiversidad, alberga especies de aves, de plantas, de mamíferos muy valiosos. Es un espacio que ha recibido medidas de protección como pertenecer a la Red Natura 2000 y ser un parque natural».

Valladares pone de relieve que el problema de este paraje es que «su protección no llega a ser efectiva, está más en el papel que en la realidad. De hecho el plan de gestión sigue pendiente y es una obligación legal. Hay zonas donde hay programas de conservación que muestran lo rápido que se recuperan estos hábitats. Esto debería inspirar al resto de la laguna litoral de la Albufera donde deberían ponerse estas medidas».

El premio Jaume I destaca que «se ha ido retrasando mucho la puesta en práctica de las recomendaciones de la ciencia. Se tiene que poner en práctica con un plan de gestión. Conforme pasa el tiempo, el cambio climático hace las condiciones más difíciles con más calor, con menos precipitación o más torrencial. Hay menos agua y más requerimientos por parte de la población y de los ecosistemas y los impactos ambientales en la zona de influencia no paran de crecer». En su opinión, todos estos requerimientos se combinan en «una dinámica exponencial que hace que cada día que pasa sea más urgente y más caro y difícil poner a la Albufera en condiciones óptimas o más favorables. Cada vez nos va a costar más dinero. El retraso sale muy caro y si tardamos demasiado corremos el riesgo de que sea irrecuperable o muy difícil de recuperar».

La combinación de factores que ha hecho que se haya tardado tanto pasan por cuestiones económicas, pero también hay conflictos de interés de actividades económicas, de proyectos urbanísticos e infraestructuras que implican una presión mayor para que no se progrese, «que se quede en una especie de limbo que hace que predominen actividades no reguladas». Todo esto explica «por qué se está tardando y se va a seguir tardando a menos que salten algunas alarmas y consigamos convencer a las autoridades de la urgencia y necesidad de esto».

Por otro lado, ha señalado que «la Albufera tiene solución pero cuanto más tardemos en aplicar las medidas necesarias, esta será más cara y más imperfecta». En este sentido, destaca que «hemos visto cómo la simple medida de aportar agua con caudal y con razonable calidad es suficiente para que los ecosistemas hagan su parte, para que florezca la vida y los procesos ecológicos se recompongan».

En esta línea, ha puesto como ejemplo las actuaciones que se han realizado «en el Tancat de la Pipa que sirven como modelo ideal para una nueva Albufera». Deberían servir «para lo que debe hacerse en el resto. Sabemos lo que hay que hacer y tenemos un ejemplo en la propia Albufera. Ahora es una necesidad aunar la voluntad política con lo que dicen técnicos y científicos».

Por su parte, José Antonio Sobrino, premio Jaume I en 2019 para la protección del Medio Ambiente y catedrático de Física de la Tierra de la Universitat de València, ha explicado que es necesario proteger la Albufera porque «es un ecosistema único que brinda refugio y hábitat a especies en peligro de extinción y migratorias. Los humedales como la Albufera tienen un indudable valor ecológico y juegan un papel en la mitigación del cambio climático. La protección de la Albufera es fundamental entre otras cosas para preservar su biodiversidad, contribuir a la mitigación del cambio climático y asegurar la sostenibilidad económica local».

Sobrino ha explicado que es necesario que se actúe ya porque «nos enfrentamos a una rápida degradación debida a la contaminación, urbanización y agricultura intensiva. Cuánto antes actuemos antes aseguraremos sus recursos naturales para futuras generaciones».

Por otro lado, el científico valenciano ha lamentado el retraso en las actuaciones por «falta de concienciación y educación ambiental, complejidad administrativa, recursos insuficientes y cambio en la percepción pública sobre la importancia de los ecosistemas naturales».

Para Sobrino, la solución pasa «por un enfoque que aborde los diversos problemas que enfrenta, desde la gestión sostenible del agua mediante la reducción de la contaminación, la restauración y protección de áreas degradadas esenciales para recuperar la biodiversidad, la regulación de actividades humanas, la inversión en investigación y en monitorear los cambios en el ecosistema (por ejemplo mediantes satélites, drones), entre otros».

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