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ANA CORTÉS
Domingo, 30 de junio 2019
La evidencia científica ha demostrado que los microplásticos, porciones de menos de cinco milímetros de este residuo, copa las superficies marinas del planeta y también que forman parte de la cadena trófica (o alimentaria). Una de las investigaciones que demuestra su presencia en la Comunitat es la de Nuria Felis, ingeniera técnica forestal y licenciada en Ciencias Ambientales.
Felis analizó la zona sur del golfo de Valencia. Estudió la densidad de microplásticos entre el tramo que separa Cullera y Dénia, una superficie de 53,7 kilómetros. Sus resultados concluyeron que de media había 329.541 ítems por kilómetro cuadrado. Los niveles son similares a los obtenidos en otras zonas del mar Mediterráneo, según la autora. «Los transectos con mayor densidad de partículas fueron los cercanos a las desembocaduras de los ríos», afirma la especialista.
Los microplásticos se generan de dos formas. O son fabricados, como las microperlas cosméticas o las fibras textiles, las cuales se desprenden de la ropa durante el lavado; o bien se originan a partir de piezas grandes que se quiebran poco a poco. No son detectados por los sistemas de filtrado de los desagües y se vierten en la naturaleza de forma indiscriminada. La fauna no los metaboliza y se incorporan así en la alimentación humana.
El grupo YUDesign de la Universitat Politècnica (UPV) propuso una innovadora solución al problema. Una boya que filtra el agua y que recoge los diminutos residuos mediante un sistema de cribado que los grada según su tamaño. Su objetivo principal es erradicar los microplásticos de la costa mediterránea y concienciar a toda la población.
Manuel Toharia, divulgador y asesor científico del Oceanogràfic, apunta que la clave del problema es la estructura molecular del plástico. «Es tan estable que tarda en degradarse muchísimo», explica. «Mientras, se rompe y aparecen los micro y nanoplásticos, los que sólo se detectan con microscopio», añade.
«Los fragmentos se incorporan a la cadena trófica desde el inicio», cuenta Toharia, «en el medio marino, los micro y nanoplásticos son absorbidos por el plancton». El plancton, ya sea la variedad vegetal o animal, es el alimento básico de la fauna marina y sobre todo de la más pequeña. Los residuos se incorporan a los organismos más grandes cuando comen otros más pequeños. «Los fragmentos de mayores dimensiones son un grave problema, pero al menos pueden advertirse. El tamaño de los micro es lo que los hace tan peligrosos», resalta.
Las estimaciones actuales denuncian que se vierten a mares y océanos alrededor de 10 millones de toneladas de plástico al año. Aunque el Mediterráneo no es el área que más sufre esta crisis ambiental, como sí es el caso de la pacífica, el Oceanogràfic debe salvar con frecuencia especímenes de la tortuga boba, incluida en la lista de animales amenazados. «Solemos liberarlas de las redes de plástico que arrastran o extraerles quirúrgicamente por el esófago las bolsas que terminan por ahogarlas», detalla Toharia.
Los organismos de los animales afectados, como pequeños peces o incluso aves marinas, no metabolizan los residuos y quedan atrapados en sus estómagos. «Padecen una muerte pasiva», continúa el divulgador, «creen haberse alimentado y acaban muriendo por inanición». El plástico, por tanto, es la causa indirecta de la muerte.
Aunque la ciencia no ha determinado el impacto en el ser humano, Toharia opina que se introduce un producto artificial en la alimentación. De hecho, la ingesta de este residuo es una realidad demostrada por la comunidad científica. De forma aproximada y a nivel mundial, cada persona ingiere aproximadamente cinco gramos por semana, lo equivalente a una tarjeta de crédito, según el último estudio de la Universidad de Newcastle en Australia. Todavía se desconoce la toxicidad del producto. El plástico per se no daña el organismo humano, pero no hay referencia al impacto que puedan tener los químicos que se añaden al material durante su producción.
La Conselleria de Sanidad respalda que no hay resultados empíricos para afirmar que se trate de una exposición peligrosa, aunque sí reconoce su presencia en ríos y mares. Esta afirmación se avala gracias a los numerosos análisis internacionales sobre la situación, los que han constatado la presencia de microplásticos en todos los medios marinos de los que se han tomado muestras.
Un estudio en niños valencianos de esta conselleria dio con la presencia de ciertas sustancias asociadas al plástico. Las conclusiones, fechadas en 2016, mostraron «varios contaminantes en la orina de los sujetos seleccionados». Se trataba de los ftalatos, un ácido que suele añadirse al material. Aún así, los niveles estaban muy por debajo de los recomendados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
Un reciente estudio llevado a cabo por científicos de Corea del Sur y Greenpeace East Asiahora encontró microplásticos en el 90% de las marcas de sal de mesa examinadas. La mayoría eran europeas. Queda demostrado que el plástico se ha atrincherado en la gastronomía, pero la idea de combatirlo no lo ha hecho todavía en la sociedad.
La Conselleria de Emergencia Climática y Transición Ecológica (antigua Medio Ambiente) prohibió en su nuevo Plan Integral de Residuos «la distribución, venta y uso de productos que generen o puedan generar microplásticos o nanoplásticos». La legislación se implantará a partir del 1 de julio de 2021.
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