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Concentración contra la violencia de género, en una foto de archivo. ALBERTO ARAGóN

«Hay alumnas víctimas que rompen a llorar en el aula»

Los expertos piden más formación en igualdad para prevenir la violencia machista desde edades tempranas y destacan la importancia de que las jóvenes sepan detectar actitudes de riesgo

Joaquín Batista

Valencia

Martes, 10 de enero 2023, 00:40

La violencia machista se ha cobrado cuatro vidas en las últimas horas en España. Un inicio de año dramático que sigue la tendencia de diciembre, ... con once casos en investigación. Combatir esta lacra social requiere de medidas institucionales pero sobre todo de educación, fomentando actitudes como el respeto a la igualdad. Todos los expertos coinciden en la importancia de prevenir desde edades tempranas, y LAS PROVINCIAS ha querido recoger los testimonios de profesionales que trabajan a pie de aula para conocer qué se hace y cuál es la respuesta de las nuevas generaciones. En definitiva, saber cómo se siembra para recolectar los frutos después.

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Chelo Álvarez es psicoterapeuta especializada en violencia de género y preside la asociación Alanna, que además de prestar apoyo a las víctimas imparte diferentes talleres, también en el ámbito escolar. Considera básico el trabajo en las aulas y reclama más facilidades para posibilitar la formación específica del profesorado. «Si cada vez que trasciende un crimen o un acto de violencia machista paráramos las clases y aprovecháramos para hablar de lo que ha pasado ayudaríamos mucho», reflexiona.

Una de las iniciativas de Alanna se llama Bibliotecas Humanas y se basa en la interacción entre víctimas y estudiantes. «La mejor manera de concienciar es contar la realidad, cómo se entró en la violencia y cómo se ha podido salir», explica. «Nos hemos encontrado con adolescentes que rompen a llorar en mitad de la charla o después, en un aparte, porque se sienten identificadas en la relación que mantienen con un chico, o porque lo están viviendo en casa. También alumnos que intervienen para comentar actitudes tóxicas de algún amigo. Y en algún caso los ha habido que nos cuestionan», señala.

Otro de los talleres de Alanna se centra en la coeducación, incidiendo en aspectos como «el termómetro de la violencia, explicando cuáles son las primeras señales». A su juicio también es importante «transmitir a nuestros adolescentes que cuando una amiga se siente agredida de la manera que sea, como por el control de sus redes sociales, deben apoyarla y nunca dejarla de dado. O a los chicos insistirles en que si conocen alguna actitud de violencia de algún amigo actúen y lo frenen. Que entiendan que la prevención es cosa de todos, que no se pueden esperar a que suceda algo», concluye.

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La prevención de la violencia de género en el ámbito educativo es transversal, no es cuestión de una asignatura concreta. De hecho, a nivel teórico sólo es un contenido mínimo -es decir, de obligado cumplimiento- en las materias de Valores Cívicos y Éticos de Primaria y ESO, lo que no quita que si hay docentes que quieran incluirla en sus áreas de conocimiento lo puedan hacer.

Además tienen especial peso las colaboraciones externas mediante charlas y talleres a cargo de personal especializado, y en los últimos años se han implantado medidas organizativas como el coordinador de Igualdad y Convivencia en cada centro. Sin olvidar que la ley Celaá, más allá de la lógica insistencia en el derecho a la igualdad, incide desde este curso en aplicar la perspectiva de género en todas las materias, por ejemplo, destacando el papel de la mujer en la historia o en los avances científicos.

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Mamen Vidal, coordinadora del Centro Mujer Rural de Yátova, confía en que se note el cambio, pues hasta ahora la realidad que encuentran cuando acuden a las escuelas es distinta. «Como especialistas echamos en falta programas transversales y de continuidad en la educación formal», explica. «Cuando entramos a hablar sobre igualdad van perdidos, han construido su mundo desde un punto de vista androcentrista porque no se ha introducido la perspectiva de género en sus estudios», ejemplifica.

Estos centros trabajan en dos en líneas básicas: la intervención directa con mujeres víctimas y en la prevención, con especial intensidad en colegios e institutos. «Entre los adolescentes estamos comprobando que hay falta de identificación de los roles machistas, lo que les lleva a pensar que no existe desigualdad», explica. Y esto, en una relación sentimental, «contribuye a que les cueste identificar lo que es una relación de control, por ejemplo, en las redes sociales», que es el canal básico de socialización de los jóvenes de hoy en día.

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«Igual que educamos en valores o en cómo comportarse en la mesa debemos hacerlo en cómo hacerlo en redes sociales», añade. Una de las estrategias que siguen en sus talleres pasa por hacerles entender que estas actitudes, más habituales entre los chicos, son tóxicas. O «coercitivas». «Si tienen normalizado el preguntar 15 veces dónde está su pareja o qué hace, les trasladamos a un contexto diferente a una red social, por ejemplo, preguntándoles si estarían acercándose cada poco tiempo a su casa para saber qué hace o con quién está», explica.

Prevención en la práctica

Miquel Gracia es el coordinador de Igualdad y Convivencia del IES Benicalap, la figura docente por la que pasan todas las medidas que tienen que ver con la prevención de la violencia. De cara al pasado 25-N organizaron una serie de talleres adaptados a cada nivel para tratar la violencia vicaria, de género, las relaciones tóxicas y sanas o los abusos sexuales, que estuvieron acompañados de guías que luego se trabajaban en cada tutoría, además de charlas y representaciones. Es un ejemplo de avance, en el sentido de que «el trabajo se va notando». «Por ejemplo, vas viendo que cada vez hay menos estudiantes con prejuicios», dice.

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Ángela Serrano es la directora del Departamento de Psicología y Educación Inclusiva de la Facultad de Magisterio de la Universidad Católica. A su juicio, es básico «educar en el concepto real del amor, que incluye el respeto de la dignidad del otro y el reconocimiento de sus derechos, rompiendo cualquier esquema de dominio o sumisión». Es decir, que nuestros jóvenes «sean capaces de aceptar que el otro es un igual y a la vez una persona que también me puede contradecir», huyendo a su vez del concepto de «objeto», que implica un riesgo serio de «generar desequilibrio de poder, una premisa por donde aparece la violencia».

Por último insiste en la idea de que esta «no es un hecho que aparece de manera fortuita, sino que es un cúmulo de factores de riesgo». De ahí la importancia de trabajar en su identificación.

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