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Cuando Vicente Cortina, el sacerdote de la parroquia de los Mártires Valencianos, le dijo a Pablo Aledo, director de la Fundación Altius, que podían utilizar ... la nave ubicada junto al templo, en la zona de la avenida de Francia, no se lo pensó dos veces. Eso sí, tuvieron que entrar por un agujero en la pared. No había tiempo para más, así que apenas unos días después de la DANA, la que fuera una de las naves de Cross, que lleva vacía varias décadas, se convirtió en un centro logístico de ayuda a los vecinos de los municipios afectados por la crecida del barranco del Poyo.
Con el casco puesto, Pablo Aledo, que justo llevaba desde septiembre viviendo en Valencia después de años en Madrid, muestra cómo se organizan, en un espacio que se complementa con otras tres naves más en Valencia, Paterna y Alaquàs, y con la ayuda de Amazon y otras empresas. «Llegan hasta veinte trailers al día», asegura. De la compañía estadounidense consiguen material que viaja desde diferentes partes de Europa -«el primer envío fueron kits de ayuda de emergencia que llegaron de Alemania»-. De Dinamarca mandaron hace unos días limpiadoras a presión que se han ido distribuyendo y acaban de hacer un pedido de deshumidificadores y calentadores para secar las casas, además de electrodomésticos y diez mil muebles que van a comenzar a distribuir en breve. «Tenemos agilidad porque somos una oenegé pequeña», asegura el director de la Fundación Altius, que ha contratado a 23 personas para no depender exclusivamente de voluntarios.
Delante de un ordenador, un joven con uno de los chalecos de la fundación informa a Pablo del número de camiones que han ido llegando. «Estudió Magisterio y trabajaba en un comedor escolar; empezó aquí de voluntario y lo hemos contratado», explica Pablo. Hay incluso personas de otros países echando una mano.
Se trata de una carrera contra reloj que se va adaptando a las necesidades cambiantes de los vecinos. En un primer momento, además de la ayuda humanitaria, hacían falta herramientas para sacar lodo, después productos y maquinaria de limpieza, ahora para secar las paredes, también para eliminar el pladur, y por supuesto electrodomésticos y mobiliario para llenar las casas vacías.
Las peticiones de ayuda se reciben de diferentes formas: a través de líderes vecinales, que saben, al estar sobre el terreno, las necesidades de cada casa, o también a través de Glovo, que ha puesto a disposición de los afectados y de la fundación su aplicación. «Quien quiera puede hacer un pedido de ayuda humanitaria para que le llegue a una familia afectada», explica Pablo, que enseña cómo a través de una especie de datáfonos, cada uno con el nombre de un municipio, van saliendo los pedidos, que a través de un código QR se preparan y se mandan gracias a la red de furgonetas de Amazon o los vehículos de voluntarios. Elena, que trabaja en una entidad financiera, aprovecha que esta semana tiene vacaciones para poner su coche a disposición de la fundación y repartir lo que haga falta. «Hemos llegado a tener hasta 245 pedidos al día, y si no aceptamos más es porque no tenemos suficientes voluntarios para repartirlos», asegura la joven que gestiona las peticiones, a través del móvil y de la aplicación. De los datáfonos no paran de salir tickets que se van preparando con carros, en kits que se van cargando en una especie de 'delivery' humanitario. Además, están trabajando con escuelas para que los alumnos puedan ver cómo trabaja la fundación y, además, echar una mano en la organización del material humanitario que se manda a los pueblos afectados. «Pensamos que es un buen aprendizaje para los adolescentes», explica.
La Fundación Altius, gestionada por la congregación católica los Legionarios de Cristo, es conocida sobre todo por un programa que se llama '1 kilo de ayuda', y que va destinado a las familias desfavorecidas. Pablo Aledo cuenta cómo la experiencia les ha servido para actuar ahora sobre el terreno, gracias sobre todo a los vecinos que se han organizado para servir de enlace. Ahora la entrega se hace casa por casa con la información que han ido recopilando. «La fundación nos ha facilitado todo lo que hemos necesitado desde el minuto uno y adaptándose porque las necesidades van cambiando; cada semana es un mundo», explica uno de los enlaces de Paiporta. «Así, esta semana necesitábamos colchones y nos han mandado 500».
La organización quiere además que su ayuda no se limite a esta primera intervención de emergencia, sino que siga a medio y largo plazo, y están pensando, por ejemplo, en organizar cursos de formación de oficios básicos, que «van a ser muy necesarios en esos municipios no sólo ahora, también en el futuro».
Interioristas en acción
Esta misma semana, por otra parte, Interioristas en Acción ha comenzado a repartir muebles en los municipios afectados, en una acción que cuenta con el apoyo de más de dos centenares de interioristas y empresas de mobiliario. Los afectados han podido inscribirse gracias a un formulario en una página web para explicar cuáles eran sus necesidades y su situación económica y, de esta manera, hacerles llegar, puerta por puerta, los muebles que necesitan.
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