Incluso en medio de la oscuridad, en la tristeza de un edificio calcinado, o en el frío de una vivienda repleta de lodo y drama ... , hay luz. A veces cuesta encontrarla, pero existe. El año más triste de Valencia pone a prueba el optimismo de un pueblo acostumbrado a levantarse y a reírse de todo. Los psicólogos ya advierten, lo han hecho en las páginas de este diario, de una epidemia de salud mental que amenaza con poner de rodillas a unas gentes que han hecho de la resiliencia su bandera. La prueba está en el repunte de las llamadas al 024, el teléfono del Ministerio de Sanidad que atiende llamadas de personas con ideación suicida o de sus familiares, asustados por la intención de alguien a quien quieren. En noviembre, de hecho, el aumento en la provincia de Valencia es del 49,8% con respecto a noviembre del año pasado, aunque las 415 llamadas recibidas ese mes son menos que las 426 del mes de octubre.
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Como siempre que hablamos de suicidios, es importante romper tabús. No, hablar de ello no provoca más. De hecho, más bien todo lo contrario: hablar de la desesperanza que lleva a alguien a pensar que no hay salida ayuda a que los afectados por esa oscuridad pegajosa como légamo comprendan que siempre hay luz y que la noche siempre es más oscura antes del amanecer. En Valencia y sus alrededores, el año más trágico, que empezó con el horror de un rascacielos convertido en una tea gigante y terminó con los pueblos de nuestros amigos, de nuestros familiares, nuestros pueblos, anegados bajo dos metros de barro, ha creado una sensación de tristeza que se enseñorea de los rincones de una tierra que se ríe de (casi) todo.
Diversas fuentes presentes en localidades como Catarroja, Paiporta o Alfafar desmienten que haya habido un aumento de los suicidios en la zona cero, aunque como las meigas, por desgracia, haberlos haylos. El aumento de las llamadas, con todo, hay que enmarcarlo en una tendencia alcista a lo largo de todo el año. En mayo se registraron 202 llamadas que el mismo mes del año anterior y desde entonces nunca ha habido menos de 400 llamadas ningún mes, salvo julio. La tendencia, con todo, es diferente a la de Alicante o Castellón, dado que, en el mes de noviembre, en la primera han bajado casi a la mitad (de 502 a 277) y en la segunda han crecido un 40%, lejos todavía del casi 50% de la provincia de Valencia.
024
teléfono de atención al suicidio. Es gratuito y funciona 24 horas al día los siete días de la semana. Adecuado tanto para personas con ideas suicidas como para sus familiares.
La asociación La Niña Amarilla, afincada en Valencia, que está volcada con la prevención del suicidio, se ha centrado también en ayudar en la zona cero. En una publicación en sus redes sociales, la entidad que preside la escritora María de Quesada hace un recopilatorio de recomendaciones para acompañar en tiempos de crisis: «Escuchar sin juzgar es un de los mayores actos de empatía».
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Asimismo, recomienda escuchar «sin presiones, sin querer encontrar una solución inmediata». «Estar presente no siempre significa hablar. A veces, el silencio también puede acompañar y consolar», añaden desde la entidad. La Niña Amarilla insiste en «respetar» los tiempos de la gente que lo está pasando mal: «No insistas en obtener más detalles de los que ella quiera compartir». La entidad añade que frases como «tienes que ser fuerte» o «piensa en positivo» pueden ser contraproducentes al hacer que la otra persona «se sienta incomprendida».
960450230
teléfono del Colegio de Psicólogos. Además, está el 96 391 60 06 del Teléfono de la Esperanza y el 96 045 02 30 que han organizado varias ONG junto a Psicólogos sin Fronteras.
Pero si hay una entidad que está a pie de destrucción y que trabaja desde el primer día con quien lo ha perdido todo para evitar que pierdan también la esperanza es el Colegio de Psicólogos de la Comunitat Valenciana. Ha publicado varias guías para el acompañamiento a personas de la zona cero, destinado sobre todo a quienes no viven en esos pueblos arrasados. El colegio recomienda «mantener el contacto, acompañar, escuchar y permitir el desahogo emocional». La entidad también insiste en la necesidad de no hablar más de la cuenta: «No dar consejo si el afectado no lo pide, pero ayudarle a pensar y a tomar decisiones mediante la escucha activa. No evitar hablar del tema, ayuda a asimilarlo».
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«Si así lo desea, dejar que esté solo en algún momento. Facilitarle el descanso, ayudándole en las tareas y responsabilidades diarias, trámites... Animarle a que realice actividades que prevengan enfermedades y mantengan la salud (ejercicio físico, hábitos alimentarios adecuados…) y seguir realizando contacto físico, silencio y apoyo familiar» son otras recomendaciones del Colegio Oficial de Psicólogos de Valencia para las zonas arrasadas por la barrancada.
Al final, es lo de siempre: nadie está solo del todo. Nunca. Siempre hay alguien al otro lado del teléfono, incluso cuando el barro lo cubre todo o la ceniza cae del cielo. Nada dura para siempre, ni siquiera el dolor. Sobre todo el dolor. Los recursos están ahí. Además, si la terrible tarde del 29 de octubre ha demostrado algo, es que hay manos tendidas. Decenas en su manzana, cientos en su calle, miles en su pueblo, cientos de miles en su provincia, millones en su país. El pueblo valenciano volverá a reír porque, afortunadamente, es una de las cosas que más y mejor sabe hacer. Tras la noche siempre amanece y, cuando salga el sol, tenemos que estar todos para volver a abrazarnos, almorzar, plantar falla, ir a la playa o volver a trabajar. Porque de esto, como de la pandemia, o salimos juntos o no salimos. Y no salir, claro, no es una opción.
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