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El trajín de operarios es constante en el antiguo edificio que albergaba el hospital La Fe de Campanar. Mientras unos se afanan en poner a punto el nuevo servicio provisional de urgencias 24 horas, recayente a la calle Joaquín Ballester, otros avanzan en el desamiantado del viejo inmueble de rehabilitación, trabajos previos para la puesta en marcha de lo que, en un futuro todavía por determinar, será el prometido complejo sociosanitario Ernest-Lluch. El histórico complejo se reinventa medio siglo después y celebra su 50 aniversario con el arranque de una profunda remodelación que llega después de decenas de protestas vecinales. Con el traslado del hospital al Bulevar Sur, el barrio se quedó huérfano de la referencia asistencial en la que se convirtió La Fe; centro sanitario que, al igual que revitalizó la zona gracias a su nacimiento, la llenó de sombras en su despedida.
El proyecto para su recuperación es ambicioso, puesto que incluye un centro de salud, otro de especialidades, un hospital de crónicos y larga estancia, un centro de rehabilitación integral ambulatorio, cuatro hospitales de día para la atención de trastornos mentales, un centro de estudios en salud y género, una escuela de salud y otra del paciente, y hasta un parking subterráneo con mil plazas. Sin embargo, todavía es una incógnita la fecha en la que estará todo en funcionamiento.
Las obras arrancaron unos dos años después de que se anunciara el proyecto y la actual consellera de Sanidad, Ana Barceló, tuvo que retrasar los plazos previstos por su antecesora en el cargo, Carmen Montón. En septiembre comenzaron los trabajos de adecuación para el centro de urgencias, instalación que debe estar en marcha a finales de marzo, aunque Sanidad no ha concretado si se mantiene esta previsión. Lo que sí está claro que será el único servicio que verá la luz antes de las próximas elecciones.
En paralelo, la conselleria también trabaja en el futuro centro de salud y de especialidades, especialmente con los trámites administrativos y de redacción del proyecto. Mientras que la puesta en funcionamiento del centro de salud se retrasa hasta el segundo semestre de 2020 (Montón dijo que entraría en funcionamiento a finales de 2019 o principios del año siguiente), el de especialidades no comenzará a dar servicio hasta un año después (la previsión es el segundo semestre de 2021 frente a lo anunciado por la anterior consellera, que apuntaba a finales de 2020).
Otra operación delicada, y que ha generado inquietud entre los sanitarios que todavía prestan servicio en el centro -sigue abierto el semisótano del edificio central para Urgencias, la Unidad de Prevención del Cáncer de Mama, el servicio de Inspección, el SAMU y el laboratorio del talón- es el desamiantado de los inmuebles por la toxicidad de este compuesto. Estos trabajos han arrancado en el pabellón de rehabilitación (se iniciaron con unas semanas de retraso), aunque desde la conselleria trasladaron que el incendio que sufrió no afectará a los plazos de la obra. Estas tareas seguirán a partir de abril con el pabellón central y, una vez listo, con la Escuela de Enfermería. Para evitar problemas, Sanidad ha blindado la zona con vallas, aparatos que miden la calidad del aire y lo renuevan, y con un sistema de empaquetado de residuos que evita la emisión de partículas tóxicas.
Frente a ello, algunos de los servicios que todavía resisten el paso del tiempo en el complejo languidecen. Como denuncia el sindicato CSIF, el recinto en el que se ubican las unidades de mamografía adolece de falta de vigilancia y de información,carece de celador para la atención a los pacientes y el acceso para personas con movilidad reducida resulta imposible; en unas dependencias en las que trabaja una quincena de profesionales y por las que pasan unas 150 mujeres al día. En el caso del Laboratorio de Metabolopatía -que realiza las pruebas de talón a los recién nacidos-, la formación lamenta que se encuentre en una séptima planta y que no funcione el ascensor ni parte de la iluminación, carece de congeladores para pruebas, de vigilancia y celador, mientras que las grietas forman ya parte de su decoración.
Y frente a la estampa actual, en plena transformación, surgen los recuerdos de aquel hospital que se convirtió en una referencia no sólo en la Comunitat, sino también a nivel nacional e internacional; inmueble que dará paso a un moderno complejo si el actual Gobierno autonómico cumple su palabra.
La Fe nació de la mano de un equipo de jóvenes facultativos y enfermeros, puesto que la orden ministerial que regulaba la obtención de plaza estipulaba como condición para optar a estos puestos de trabajo ser menor de 40 años de edad. Pronto se convirtieron en una gran familia y lideraron la vanguardia de la medicina durante décadas.
El pabellón central de la llamada Ciudad Sanitaria La Fe se abrió de forma gradual entre noviembre de 1968 y febrero de 1969 y allí se trasladaron los primeros pacientes procedentes de lo que en la actualidad es el Hospital Padre Jofre de Valencia. Desde ese momento hasta abril de 1971 se fueron abriendo los distintos pabellones. Fue en ese mismo mes, cuando la entonces Princesa Sofía inauguró el pabellón Materno-Infantil, la Escuela de Enfermería y el Centro de Especialidades Ricardo Trénor de la calle Alboraya.
La historia del Hospital La Fe ha estado marcada por importantes hitos en el ámbito asistencial, docente y de la investigación, como el primer trasplante renal infantil, en 1979 o de corazón en el año 1989; una actividad en la que, en la actualidad, el Hospital La Fe se sitúa entre los primeros centros del país.
Pepe, Justi, Carmen, Pep o José Antonio llevan toda la vida viviendo en Campanar, con el viejo hospital como epicentro de un barrio que creció desde su centro histórico entorno al complejo levantado hace ahora 50 años. Ahora, miran al futuro Ernest Lluch con esperanza, la que perdieron cuando el traslado de la institución a Malilla provocó la lenta pero imparable muerte del entorno de la avenida de Campanar y, sobre todo, de Tendetes.
El presidente del Centro de Atención a Personas Mayores de Campanar, Pepe Sánchez, explica que la apertura del centro será «positiva, porque se notará cambio. Ahora tenemos que desplazarnos hasta la calle Alboraya para el centro de especialidades o casi media hora para llegar al hospital de Malilla si tenemos una urgencia». Sánchez cree que la apertura del espacio sanitario «le daría vidilla» al barrio: «Volverían a abrir restaurantes y otros negocios que cerraron».
Del efecto secundario que tuvo en la avenida de Campanar sabe mucho Matías Alonso, encargado de la Comisión Civíca por el Retorno de la Fe, desactivada tras el anuncio del Ernest Lluch. «Con el tiempo empezaron los cierres. Cuanto más cerca del complejo sanitario, más se nota. Si recorres la avenida de Campanar, casi todo el tejido comercial continúa cerrado», lamenta.
El presidente de la Asociación de Vecinos de Campanar, Pep Benlloch, destaca la importancia que la apertura del hospital tuvo para el barrio: «Vinieron muchos profesionales, se construyó mucho en torno a la avenida de Campanar... el barrio creció».
LOS PROTAGONISTAS
Teresa Sala (1970-2010). Doctora en medicina digestiva
«Empecé cuando el hospital llevaba seis meses funcionando. Teníamos un espíritu de pertenencia, con ganas de hacer una sanidad moderna que pudiera competir con cualquier hospital. Encabezamos la medicina moderna con los primeros trasplantes».
Teresa García (1973-2017). Enfermera
«Trabajábamos mucho. Había cinco plantas para recién nacidos con 32 camas cada una y algunas habitaciones dobles había que convertirlas en triples. Los pañales no eran desechables, no había ordenadores, todo era por escrito. Enfermería realizaba una labor enorme y el trabajo me ha enriquecido»
Anastasio Montero (1972-2018). Cirujano cardiovascular
«Fueron unos años apasionantes, pusimos en marcha la unidad de cirugía cardiaca con técnicas vanguardistas. Teníamos una tremenda ilusión, casi dormíamos allí, aunque al principio sufríamos un control casi policiaco. Ya en el nuevo edificio pusimos en marcha el primer corazón mecánico.
Verónica Guerrero (1999-hoy). Celadora
«El traslado al nuevo edificio se hizo en tiempo récord y muy coordinado. El cambio fue radical, sobre todo por la tecnología, la amplitud y la luz».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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