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Ilustración: Sr. García
Sexta ola del coronavirus en Valencia | Dos años con los sanitarios al límite

Dos años con los sanitarios al límite

Exhaustos. «Cuando ingresé, mi compañera murió contagiada». Médicos, técnicos, enfermeros y celadores relatan el infierno tras las seis olas de Covid-19

Francisco Ricós

Valencia

Lunes, 17 de enero 2022, 01:55

No tengo la sensación de las olas. No sé ni en qué ola estamos. Es como si lleváramos dos años paralizados, agotados física y moralmente por ver que esto no termina nunca. E intentas mantener la esperanza de que en algún momento podamos finalizar con todo esto, porque si no te acabas hundiendo». La doctora Leticia Serrano trabaja en Urgencias de La Fe. Recuerda la incertidumbre del inicio, en marzo de 2020, de no saber cómo se transmitía o cómo tratar a los infectados, «de protegerse con cualquier cosa que estuviese a mano». El dolor de las familias por la pérdida de ese padre o esa madre que morían sin los suyos y ante la impotencia de los médicos «ha sido lo más horrible». Y se llevaba a casa, clavada en el alma, esa imagen amarga. Recuerda llegar a su hogar con el temor de contagiar a los suyos. Tras dos años de pandemia, «físicamente estamos sobrepasados pero, sobre todo, lo que más nos ha afectado es el apartado emocional». Lleva «dos años sin ver a a amigos para protegerlos». ¿Lo bueno? «Nos ha unido mucho como equipo en el trabajo. Éramos conscientes de lo que vivíamos y entendías por lo que pasaba un compañero».

Nadie o casi nadie había oído hablar de Wuhan hasta hace dos años, cuando se informaba de que allí había surgido un virus contagioso y mortífero asociado a un mercado de pescado, marisco y animales vivos, a un murciélago, a un pangolín o a un laboratorio. Y todavía se desconoce. El virus, un coronavirus en este caso, se extendía imparable por China. Y de allí empezó a azotar al resto del mundo.

Saltó a Italia y a mitad de febrero ya estaba en Valencia sin que lo supiéramos. El 10 de marzo se suspendieron las Fallas y la Magdalena, el 11 la OMS declaró pandemia y el 14 se decretó el confinamiento en España.

Fueron momentos de zozobra, de incertidumbre, de intervención de las Fuerzas Armadas, de calles vacías, del drama de las residencias, de la impotencia de la medicina y la desesperación de sus profesionales, de los aplausos a los sanitarios, del teletrabajo. Y de las muertes. Y de la desescalada por fases, del «hemos vencido al virus» de Pedro Sánchez en junio, a la reapertura de negocios no esenciales, hasta que llegó en verano la segunda ola, se decretó el cierre del ocio nocturno y después se reguló el horario de los bares. Y llegó el toque de queda (hasta junio de 2021), el cierre perimetral de la Comunitat, las 17 navidades de 2020 y la mortífera tercera ola.

Y pasó un año, y está a punto de vencer el segundo con más del 80% de los valencianos vacunados, inyectándose la tercera dosis a los mayores de 50 y la primera a los niños de 5 a 11 años, y con la sexta ola arrasando la Comunitat Valenciana, causando bajas laborales ante los miles de contagios diarios (sólo esta semana son 103.681 nuevos casos) y el caos en los ambulatorios y en las urgencias hospitalarias.

«El porcentaje de pacientes que viene ha aumentado muchísimo y después de todo lo vivido estamos agotados y muy al límite de todo. Al estar desbordada primaria los pacientes vienen a urgencias. Y nosotros siempre estamos, siempre», afirma Leticia Serrano, urgencióloga de La Fe. Se trata del caso del hospital de referencia de la Comunitat Valenciana, pero también del Peset, del Hospital de Elche, de cualquiera que tenga cierta entidad porque los centros de salud se han quedado sin capacidad de respuesta.

Federico Segura, médico de familia y delegado del Sindicato Médico asegura que las urgencias en el centro de atención primaria de Massanassa, donde ejerce, «se han duplicado en esta semana, se ha pasado de unas 70 u 80 al día a 140 o 150, y con menos profesionales trabajando por las bajas». Además, apunta, las agendas de cada jornada de los médicos de los centros de salud «en algunos casos superan los 100 pacientes» y lo habitual, que no lo aconsejable, desde hace meses es que estuvieran entre 70 y 80 pacientes para atender en una jornada teóricamente se siete horas. Y se queja de que la Conselleria de Sanidad no habilitó ningún plan dirigido a los centros de salud de primaria para hacer frente a esta sexta ola.

Y llega este nuevo azote de la mano de la variante ómicron con los sanitarios cansados físicamente después de estos dos años, pero sobre todo con cansancio mental. No hay ninguno que diga que se encuentra fresco. Y desde hace meses los sanitarios se dan de bruces en los ambulatorios con respuestas airadas en más ocasiones de las deseadas, algo que se ha incrementado en estas ultimas semanas. Estas son sus voces.

Leticia Serrano. Iván Arlandis

LETICIA SERRANO | URGENCIÓLOGA

«No sé ni en qué ola estamos, no tiene fin»

No tengo la sensación de las olas. No sé ni en qué ola estamos. Es como si lleváramos dos años paralizados, agotados física y moralmente por ver que esto no termina nunca. E intentas mantener la esperanza de que en algún momento podamos finalizar con todo esto, porque si no te acabas hundiendo». La doctora Leticia Serrano trabaja en Urgencias de La Fe. Recuerda la incertidumbre del inicio, en marzo de 2020, de no saber cómo se transmitía o cómo tratar a los infectados, «de protegerse con cualquier cosa que estuviese a mano». El dolor de las familias por la pérdida de ese padre o esa madre que morían sin los suyos y ante la impotencia de los médicos «ha sido lo más horrible». Y se llevaba a casa, clavada en el alma, esa imagen amarga. Recuerda llegar a su hogar con el temor de contagiar a los suyos. Tras dos años de pandemia, «físicamente estamos sobrepasados pero, sobre todo, lo que más nos ha afectado es el apartado emocional». Lleva «dos años sin ver a a amigos para protegerlos». ¿Lo bueno? «Nos ha unido mucho como equipo en el trabajo. Éramos conscientes de lo que vivíamos y entendías por lo que pasaba un compañero».

Manuel Quevedo. Iván Arlandis

MANUEL QUEVEDO | CELADOR

«Si había que doblar el turno. se doblaba»

Manolo Quevedo trabaja en el Hospital de la Ribera, en Alzira, en el área de quirófanos que en lo más duro de la pandemia se reconvirtieron en UCI. Afirma que allí a los celadores nunca les negaron equipos de protección, como sucedía en otros centros. El peor recuerdo de estas seis olas de Covid fue la de enero y febrero del año pasado que califica como «una bofetada tremenda» porque fue muy intensa. Sostiene que el lugar «más seguro» en los peores momentos era en su hospital. No obstante temía por contagiar a su hijo, inmunodeprimido, y a su madre. Recuerda que acababan la jornada de 12 horas muy cansados «pero si había que doblar turno, se doblaba». Tiene muy presente que al inicio de la pandemia «la jefa nos reunió, dijo qué estaba pasando y que había que ayudar. Y todos nos presentamos voluntarios sin pedir nada a cambio. Fue muy emocionante. La jefa se puso a llorar». Tiene la sensación de que todo haya sucedido «hace mucho tiempo, aunque todavía está ahí». Y con congoja recuerda las camas vacías por la muerte de personas que él había trasladado y se emociona al recordar las altas de quienes se recuperaban.

Alberto Herranz. Iván Arlandis

ALBERTO HERRANZ | ANESTESISTA

«Temíamos quedarnos sin respiradores»

De un día para otro Alberto Herranz se encontró con que se habían suspendido las intervenciones quirúrgicas, salvo las no demorables, y a convertirse en refuerzo de los médicos de Intensivos. Es médico anestesista y trabaja en el Hospital de La Ribera. «Recuerdo la incertidumbre que teníamos», afirma. Estuvo en segunda línea, preparándose para cuando fuera necesario. La primera ola llegó más tarde a Alzira que a Valencia. La UCI tenía una capacidad de 27 camas y con los quirófano llegaron a 62 pacientes «y temíamos quedarnos sin respiradores. Usábamos los de los quirófanos que no son los más adecuados pero más valía eso que nada». De hecho, recuerda, los internistas «en muchas ocasiones tuvieron que aguantar en la habitación a pacientes, que en otras condiciones estarían en la UCI, porque no había espacio ni respiradores». Les estresaba «que cada semana hubiera que poner un tratamiento diferente a la espera de que funcionara mejor. Hoy sabes la pauta a seguir». Tras la primera ola estuvo de baja «por ansiedad, porque no podía más» y lamenta que esta crisis se esté atravesando con ausencia de líderes.

Federico Segura. Iván Arlandis

Federico Segura | Médico de familia

«Esto es un tsunami que ha arrasado primaria»

Los médicos de familia pensaban que la presión asistencial en los centros de salud iba a ser como en olas anteriores: muy intensa. Pero la variante ómicron ha golpeado sin piedad. «Esta ola la llamamos tsunami porque está arrasando con atención primaria», relata Federico Segura, médico de familia en el centro de salud de Massanassa. «En lo físico y en lo mental estamos muy abatidos, derrotados, cansados, y se está confirmando con realidades: las bajas laborales de los compañeros, la mayoría por Covid, y algunas que otras por el exceso físico», afirma el doctor Segura. «Y desde el punto de vista moral estamos defraudados, desanimados y desencantados porque no hemos sentido el apoyo de la Conselleria, que en ningún momento ha puesto medidas excepcionales para intentar paliar este tsunami». ¿De los aplausos de hace casi dos años quién se acuerda? «Creíamos que algún día se volverían en reproches y eso ha pasado. Entiendo que haya enfado porque es muy difícil contactar por teléfono o conseguir una cita pero ahora trabajamos más que antes. Entramos a las 8 y muchas veces salimos a las 17 horas».

Rosa Abreu. Iván Arlandis

Rosa Abreu | Auxiliar de enfermería

«Le di de comer, se quitó el oxígeno y murió»

«Hoy llevo ya cinco horas el EPI puesto». Rosa Abreu es Técnica de Cuidados Auxiliares de Enfermería y está en medicina interna e infecciosos del Hospital Doctor Peset. Recuerda las jornadas agotadoras del inicio de la pandemia, fabricándose entre turnos sus propios elementos de protección, los contagios de compañeras y el suyo. «Conforme yo entraba en Urgencias, contagiada de Covid, me dijo una compañera que había fallecido Fina. Fue un palo», recuerda con tristeza sobre la auxiliar de pediatría que se contagió porque no le dejaban ponerse mascarilla. Tiene vivencias tremendas. «Acabé de darle de comer a un señor y al momento se quitó el oxígeno, seguramente para poder respirar porque se ahogaba, y murió. Y eso impacta», afirma. Cuenta que «había enfermos ahogándose, tirándose de las camas por la sensación de ahogo que tenían, con una saturación de 50, y no los podías dejar en el suelo y esperar a que subieran los celadores a levantarlos». Y sobre todo rememora «un estrés y una impotencia increíble por no poder atender a las personas». Los buenos momentos, cuando realizaban videoconferencias entre los enfermos y sus familiares.

Inma Olmos. Iván Arlandis

Inma Olmos | Técnico de laboratorio

«En un día, tres personas hacíamos 1.800 PCR»

Son los menos visibles de la pandemia: los analistas de las PCR. Inma Olmos trabaja en el Peset pero no sólo para el hospital, sino para todo su departamento de salud, que incluye los ambulatorios. «Nadie se acuerda de nosotros. Se piensan que abren el ordenador y aparece el resultado de las analíticas», se reivindica, «y hemos sacado todo el trabajo adelante». Recuerda que «dejamos a nuestras familias abandonadas para ponernos al 200%. Y lloraba porque quería sacarlo todo perfecto. Y cuando no lloraba yo lo hacía mi compañera Mayte. Era mucho estrés». Ambas y el jefe de sección de Biología Molecular, formaron equipo. «Antes de la pandemia se hacían muy pocas PCR y costaba 9 horas. Ahora se ha avanzado muchísimo», afirma. Han llegado a realizar «entre las dos personas de día y la de noche, 1.800 PCR para toda un área de salud. Para coger muestras había cuatro enfermeros en el hospital, y después están los centros de primaria, y nosotras, dos personas para toda el área de salud». En su memoria está «la falta de material» que sufrieron y sufren, aunque van trampeando con los proveedores.

Susi García. Irene Marsilla

Susi García | Enfermera de Primaria

«Hemos pasado de ser maravillosos a vagos»

Posiblemente, estar al frente del mostrador de un centro de atención primaria, en este caso de Manises, durante la sexta ola, con los ambulatorios más que colapsados, no sea el trabajo más agradable ahora mismo, pero es el trabajo de Susi García. «Estos es una locura. No es primaria, es un campo de batalla y gestionamos el trabajo como se puede. Psicológicamente llevamos más sobrecarga que otros. En los mostradores recibimos gritos, insultos, malos modos, maltrato... Es continuo», lamenta. «La gente se cansa de esperar y quiere que se le atienda enseguida. Y las personas que están tras el mostrador piden a alguien de seguridad para sentirse más seguros». Susi comenta que «hemos pasado de ser maravillosos en la primera ola a ser ahora unos vagos que no hacemos nada». Y no es que no trabajen, es que no dan abasto para atender al teléfono, a las personas que van al mostrador para pedir cita o un trámite, o a llamar a los pacientes que les indican. «Y es una ola y otra y otra y esta no es la última. Vamos a vivir la séptima y cada vez es más contagioso. Y psicológicamente estamos muy cansados y muy tristes. Es una sensación de que esto no acaba nunca».

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