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BELÉN HERNÁNDEZ y Joaquín Batista
Valencia
Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:19
Las familias valencianas están cambiando. Y más que lo harán en los próximos años empujadas por los hábitos de vida, los condicionantes socioeconómicos y las tendencias demográficas. La Comunitat, como España, se encamina hacia modelos diversos, distintos al tradicional. Abundarán los hogares pequeños en los que vivirán una o dos personas, lo que abre un abanico de casuísticas: parejas sin hijos, casadas o de hecho, familias monoparentales, solteros o personas no acompañadas, ya sea una soledad buscada o más probablemente forzosa.
Así lo establece la Proyección de Hogares 2022-2037 publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que refleja la influencia que tendría el mantenimiento de los patrones demográficos actuales en las tipologías de familias. Aunque habría un incremento en cifras globales, la evolución sería muy distinta en función del número de convivientes. El mayor crecimiento lo experimentarían los hogares de una sola persona (+30,8%), seguidos de los de dos (+25,6%) y a algo de distancia de los de cinco o más (+14,1%). Eso sí, en este caso supondrían una parte pequeña del parque de viviendas totales (4,96%) y además perderían peso relativo respecto a su situación actual. Al contrario que los ejemplos anteriores, que sí serán hogares tipo significativos: los de una persona supondrán casi un tercio de todos los de la Comunitat, el 30,35%, y los segundos otro 32,1%. Los de tres alcanzarían el 18,7% y los de cuatro el 13,8%.
La estadística también permite retrotraerse hasta 2002. Y la distribución del tipo de viviendas era bien diferente. Ya eran mayoritarias las de dos residentes (26,6%), aunque seguidas de las de tres y cuatro convivientes (21,2% en ambos casos). Las unipersonales, que en la proyección se disparan, se situaban en un discreto cuarto puesto (21%), lo que da idea del cambio.
Ginés Marco, decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades de la Universidad Católica de Valencia, se refiere al miedo de los jóvenes «al compromiso y a formar una familia» como una de las causas del fenómeno, en la que influyen cuestiones como las dificultades laborales o de acceso a la vivienda. Alerta además del aumento de mayores que viven solos, un colectivo especialmente feminizado, y considera que la predicción se puede ver condicionada por los flujos migratorios, en el sentido de que acaben aumentando la ratio de personas por hogar.
«Vivimos instalados en el cortoplacismo, en el hoy, en la comodidad y en no complicarnos», reflexiona. «Porque parece más cómodo no educar, no tener hijos o no tener que consultar a la familia, pero en la práctica somos seres que coexistimos, dependemos de los demás y nos relacionamos. Esta especie de autarquía no es rentable, no nos hace mejores personas. La soledad nunca es buena», añade, antes de apuntar a una ausencia entre muchos jóvenes «de motivación trascendente y de referentes religiosos que lleva a banalizar el compromiso».
Mariano Martínez-Aedo, presidente del Instituto de Política Familiar (IPF), considera que la proyección estadística, «a parte de la posible discusión sobre la idoneidad de sus apreciaciones, muestra el deterioro progresivo de la estructura social». A su juicio la causa fundamental es el entorno «tan negativo hacia la familia», en el que destaca «la cultura actual donde hay modelos antifamiliares con desprecio hacia sus valores como el amor, la generosidad, el compromiso o el sacrificio», sin olvidar «los ámbitos económicos, laborales, de vivienda y algunos otros que entorpecen gravemente el desarrollo de las familias, orientando más bien hacia el individualismo». Por ello considera fundamental «un gran cambio sociocultural y político que las apoye y las promueva».
Otra pregunta que arroja la estimación es si la tendencia influye en el diseño de las viviendas. La responde Marina Sender, presidenta del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia. «Afecta la cuestión económica, en el sentido de que quizá una persona sola deba de optar a una más pequeña», explica, antes de apuntar que sí se aprecian «tendencias a nivel habitacional más polifuncionales o modulares, que puedan crecer de la mano de la evolución de la familia, con espacios como por ejemplo un salón que pueda reconvertise».
En cuanto a su experiencia a título individual, habla del aumento de clientes con un modelo de vida «diferente, más solitario», que apuestan por residencias «más pequeñas y con espacios más abiertos». «El tipo de vivienda de tres dormitorios y dos baños pierde peso», sentencia.
Celia Chavero, madre de familia numerosa
BELÉN HERNÁNDEZ | «¡Pero cómo puedes tener tantos hijos!». Celia Chavera ha escuchado esta expresión más de lo que hubiera querido. Es la vicepresidenta de la Federación Autonómica de Familias Numerosas (FANUCOVA) y madre de seis hijos. Ella también es la segunda de siete hermanos. Siempre tuvo la inquietud de formar una gran familia. Y lo ha conseguido. «El tercero fue el punto de inflexión», recuerda risueña. Sus hijos ahora tienen 26, 25, 21,17 y 15 años.
Si hay un mensaje que Celia quiera transmitir es luchar contra el estigma que hay sobre las familias numerosas. «Está claro que es un sacrificio y que hay que esforzarse pero tener tantos hijos es una alegría. Vale la pena», cuenta la mujer.
Ella entiende que los hijos «son la mejor inversión de futuro». Relativiza los esfuerzos y comenta que «hacemos lo mismo que el resto de familias pero multiplicado por ocho». Ahora ha adaptado sus dinámicas familiares a las nuevas tecnologías. Cada día pasa una lista por Whatsapp para que sus hijos se apunten si van a ir a comer o a cenar a casa. «La clave para que todo vaya bien es que haya una buena comunicación y coordinación entre los cabezas de familia». Celia suma con su marido José Ángel casi tres décadas.
Amparo Gregori, madre monomarental
BELÉN HERNÁNDEZ | Amparo tenía claro que quería ser madre, pero no encontraba una pareja con la que compartir este proyecto de vida. Lejos de condicionar sus planes, decidió emprender el viaje de la maternidad por solitario. «Hasta soñaba con embarazos», desvela la mujer de 44 años. Consiguió quedarse en cinta en el primer intento, aunque su tratamiento se postergó durante tres años. El fallecimiento de su padre y la pandemia se interpusieron en su camino.
La felicidad, el miedo y la inseguridad se entremezclaron a partes iguales a lo largo de su embarazo. Cuando estaba en el segundo trimestre le comunicaron que su madre iba a fallecer al poco tiempo.
«Pensaba que entre las dos sacaríamos al niño adelante. Al final fue mi hermano el que me acompañó en el paritorio», cuenta Amparo. Habla de manera cruda sobre la experiencia de ser madre soltera. «El mayor miedo que tienes es no poder sacar a tu hijo adelante», comenta la mujer de 44 años.
Aun así, se siente agradecida y feliz de tener al pequeño Mateo. «A mi hermano y a mí nos ha devuelto las ganas de vivir», dice entusiasmada. Llegan las Navidades, y Amparo ya tiene todo preparado para que su niño viva unas fiesta de ensueño. «Le he comprado un pijama navideño y vamos a montar el árbol y a poner el Belén».
No quiso pedir opiniones ajenas antes de tener a su bebé para que no condicionaran su decisión aunque una vez ya tuvo a Mateo entre sus brazos se unió a la Asociación de Familias Monoparentales de la Comunidad Valenciana. «Contacté con ellos cuando me sentí un poco desbordada», cuenta. Desde la asociación defienden que se les facilite la conciliación laboral y se adopten medidas para que dispongan de una baja de maternidad o paternidad equivalente a la que se concede a ambos progenitores para que el niño esté acompañado durante ocho meses. Amparo considera que cada vez hay más aceptación de la diversidad familiar «pero personas mayores me han dicho que he hecho una barbaridad».
María Jiménez, persona mayor
BELÉN HERNÁNDEZ | María tiene 90 años. Su vida ha estado llena de emoción. «He sido muy aventurera», dice entre risas. Natural de Barcelona, ha viajado mucho. Se fue a París a aprender francés. Vino a vivir a Valencia hace siete años para estar con su hermano menor. «Tuve la suerte de que mis padres vivieron mucho tiempo y estuve con ellos», cuenta la mujer de avanzada edad.
Pero cuando los miembros de su familia fallecieron, María se dio de bruces con la soledad. «Siempre me he sentido un poco sola. Soy muy pesimista. Pero cuando más lo noté fue cuando me hice mayor», confiesa. Anhela no haber sido madre.
Tiene una sobrina que la visita asiduamente. Sus hijos la tratan como una abuela. Aun así, «me siento un poco desplazada». Se rompió el coxis de una caída y el médico al estudiar su caso le dijo que lo que más le hacía falta era compañía. Ahora es una de las usuarias de los proyectos de Cruz Roja para paliar la soledad no deseada de las personas mayores. Va a un club de lectura y hace ganchillo. También tiene una relación muy especial con su voluntaria Mirna. Le encanta contarle las historias de su vida. También cuáles fueron sus grandes amores. «Cuando tenía 23 años llegué a enfermar de amor. Sólo hacía que llorar porque aquella relación con un compañero de oficina era como el perro del hortelano que ni come ni deja comer». Pero aquel hombre estaba comprometido y al final se casó con la otra mujer. «Supongo que para él era más fácil que estar conmigo porque ya tenían la casa comprada y los preparativos». Recuerda el dolor: «Fue horrible lo que nos quisimos y no llegamos a estar juntos». También planeó huir con otro de sus novios, un francés 20 años menor que ella, a Canadá, «pero no tuvimos valor y él no tenía un trabajo allí».
Ahora recuerda su juventud con ternura. Incluso bromea: «Novios he tenido unos 50, pero no pudo ser», explica. Y se siente orgullosa de decir que ha amado y que también la han amado «con locura».
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