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Pau Sellés | R. GONZález
Martes, 16 de agosto 2022
Ya se sabe que un capitán nunca abandona su embarcación. Esa parece ser la máxima que están llevando a cabo los alcaldes de algunos municipios desalojados por el terrible incendio iniciado en la Vall d'Ebo. Es el caso de Fageca, Famorca, Tollos y Benimassot, donde los primeros ediles han querido preservar mediante su presencia la seguridad de los núcleos urbanos. «El pueblo no se puede quedar vacío de ninguna manera», asegura Ismael Vidal, alcalde de Fageca. Junto a un grupo de seis vecinos, Vidal cuenta con la autorización por parte de las fuerzas de seguridad para permanecer en su vivienda.
Desde allí intentan actuar como si de una patrulla ciudadana se tratara, vigilando desde puertas y ventanas la posible entrada de gente desconocida al pueblo. De hecho, la noche del pasado lunes (la primera en que Fageca estaba evacuada) una furgoneta llegó a acceder al núcleo urbano. «Toda la zona está desalojada. No era normal que alguien se acercara hasta aquí», reconoce Vidal. La presencia de esta furgoneta fue alertada por uno de los vecinos que estaba haciendo vigilia desde su vivienda. Avisado a través de un grupo de WhatsApp que este reducto vecinal ha creado para optimizar la vigilancia, el joven alcalde se acercó hasta donde el vehículo estaba a punto de estacionar. Su mera presencia sirvió como acto de disuasión, y la furgoneta abandonó rápidamente el lugar.
Este grupo de vecinos también se está encargando de recoger medicinas y otros enseres básicos de la gente que el pasado lunes tuvo que ser reubicada fuera de Fageca.
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En Benimassot, su alcalde Ismael Molines es el único que ha sido autorizado a seguir en el municipio. A pesar de ello, e instantes después de que se iniciara la evacuación del núcleo urbano, algunos vecinos manifestaban su intención de seguir en sus viviendas para garantizar la seguridad. Hasta Benimassot habían llegado noticias de la sospechosa furgoneta que la noche anterior se había dejado ver por Fageca. «Hay que tener muy pocos escrúpulos para intentar aprovecharse de una situación como esta», reconocía con rabia contenida el benimassoter Adrià Cano. A pesar de la desconfianza de algunos de los vecinos, Molines asegura que las patrullas de la Guardia Civil circulan constantemente por toda la zona mientras dura el incendio para evitar la presencia de merodeadores.
Tollos también ha contado con la vigilia de su alcalde, Félix Frau, acompañado de un reducido grupo de vecinos. En este pequeño municipio (el menos poblado de la provincia de Alicante) los vecinos aseguran vivir con intranquilidad desde hace unos años.
Frau explica que los allanamientos se han vuelto una costumbre en Tollos. A esto ayuda el hecho de que el cuartel más cercano se encuentra en Cocentaina, un trayecto de poco más de 20 kilómetros que por la angosta y serpenteante CV-720 se traduce como mínimo en media hora.
Por poner un ejemplo: En uno de los últimos allanamientos que sufrió la casa consistorial, se llamó a la Guardia Civil a las 9 nueve de la mañana, «pero la patrulla no apareció hasta primera hora de la tarde». Y es que el Ayuntamiento es uno de los objetivos habituales de los delincuentes, donde han entrado a robar en las dos últimas Navidades: «No entiendo que lo sigan haciendo; en los ayuntamientos ya no guardamos dinero. Una vez se llevaron 70 euros que teníamos en la caja por permisos de obra, pero nada más». El último robo lo sufrió el bar del pueblo, que se encuentra junto a la piscina municipal, y donde entraron hace apenas dos semanas. Sin embargo, este suceso quedó en nada si lo comparamos con el acaecido en 2016, cuando desvalijaron literalmente el establecimiento. Se llevaron hasta el vallado que circundaba la piscina, un botín superior a los 10.000 euros.
En la localidad de l'Atzúbia no han tenido ese problema. El motivo es que, aunque el domingo por la noche hubo que evacuar a vecinos de forma preventiva, el lunes regresaron a casa, según explicó la alcaldesa, María Oltra. Otros residentes de la zona de Umbría fueron desalojados más tarde y esperaban volver pronto a casa.
El temor es que el fuego vuelva a afectar a áreas ya quemadas porque «aún quedan brasas y con el viento se encienden otra vez». El miedo se centra ahora en la zona de la urbanización Les Bassetes.
Encarna pasa los veranos en Benialí, en la Vall de Gallinera. Allí les sorprendió el incendio mientras descansaban el domingo. Este núcleo estaba en fiestas. Ya habían visto las llamas, pero pensaban que estaban lejos y no llegarían. Para su sorpresa, la Guardia Civil empezó a aporrear la puerta y les dio diez minutos para recoger sus cosas. «Al salir al balcón vimos que el fuego estaba encima de nuestra casa», relató ayer. Cuando se marcharon a la vivienda que tienen en Pego pensaban que sería sólo una noche, pero no ha sido así.
Raúl Alonso tiene su casa y su negocio en Benirrama. Su familia y el perro también tuvieron que dejar su hogar. «Todo lo que cogí lo llevo en los bolsillos». Ya tienen ganas de regresar a su hogar.
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