
«Nos hemos quedado sin nuestra casa. No tenemos nuestra casa para jugar a fútbol». Estas palabras salieron del alma de un pequeño de diez ... años y se clavaron en el corazón del director deportivo del Discóbolo, Daniel Sancho. Esta escuela de la pedanía de La Torre había perdido para siempre su campo. La dana había convertido en un tétrico barrizal el césped artificial estrenado apenas dos meses antes. Los vehículos, arrastrados como juguetes, derribaron los muros de la instalación y dejaron un ilusionante proyecto al borde del abismo. 108 días después del dramático martes, esos rostros apagados recuperaron la luz. El 14 de febrero se inauguró el nuevo hogar de esta escuela del sur de Valencia. Se convirtió en el primero de los clubes de formación damnificados en resurgir. Después han llegado otras entidades, como la UD Aldaia, cuyo presidente ya no tiene que responder a esa desesperada pregunta que le lanzaban diariamente los niños y las niñas de las categorías inferiores. «¿Pepe, el campo para cuándo?», repetían con ansia. El esférico vuelve a rodar por la hierba. Terreno flamante. Porterías nuevas. Goles celebrados como títulos de Champions League. «Ahora ya lo tengo todo y vuelvo a ser el hombre más feliz que te puedas imaginar», afirma el veterano dirigente.
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Los campos de fútbol de 12 localidades valencianas quedaron asolados. El primero en recomponerse de la catástrofe fue el de La Torre. Luego ha sido el turno de Beniparrell, Aldaia, Catarroja, Algemesí y Massanassa. Toca empezar de cero. Y en ese camino se encuentran poblaciones como Sedaví, Alfafar, Benetússer, Paiporta, Carlet y Bugarra, aunque algunas de ellas lamentan la falta de avances. La iniciativa privada, de la mano de los Ayuntamientos, ha resultado clave para rescatar a miles de niños que necesitaban reencontrarse con el balón como válvula de escape.
La UD Aldaia se alza como una de las escuelas de fútbol más voluminosas de Valencia, con cerca de 800 jugadores. De ahí que repartan sus entrenamientos y sus partidos en dos campos: el Encrucijadas y el Polideportivo Jaume Ortí, ambos de titularidad municipal.
Pepe Villegas vivió «cinco o seis días medio en shock». Creía que había llegado el final. «El palo que me llevé fue tremendo. Fui al polideportivo, vi cómo estaba de destrozado y las lágrimas se me salían. Yo sólo en un rincón. Luego fui al Encrucijadas y estaba hecho polvo. No había campo. Un desastre. Yo pensaba que no íbamos a ver la luz más. Decía: '¿Esto cómo lo recuperamos? Aquí hemos terminado'. Sabíamos la problemática de los Ayuntamientos, que no disponen de todo el dinero que quieren. Y tú no eres lo prioritario en ese momento porque hay muchas familias que han perdido la casa, que han perdido vidas…», recuerda el presidente de la UD Aldaia desde hace 26 años.
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Un momento crítico que hizo tambalearse a varios clubes de fútbol base. «Pero Salvador Gomar -presidente de la Federación Valenciana- me dijo que tuviera paciencia. Nos dio ánimos», recuerda. Fueron surgiendo soluciones provisionales. El colegio Juan Antonio Martínez Torres, el Barrio del Cristo, Alaquàs, Manises… «Nos pusimos a trabajar enseguida, 15 o 20 días después de la dana. Empezamos a entrenar reduciendo tiempos», añade. Además, el centro de tecnificación de la UD Aldaia, inaugurado justo un día antes de la riada, se encuentra en la calle Santa Rita y por su disposición apenas se vio afectado.
Y al finalizar las Fallas, llegó el momento más esperado: el campo de Encrucijadas reabrió sus puertas. «Los chiquillos por fin están en su salsa», afirma con orgullo Villegas. El Villarreal CF ha destinado dos millones de euros para la restauración de siete terrenos de fútbol devastados por la dana. Un plan de ayudas enmarcado en el proyecto Alcem-se Esport, impulsado por Juan Roig y canalizado a través de la Fundación Trinidad Alfonso y del Valencia Basket.
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«Apareció la Fundación Trinidad Alfonso con el Villarreal. Primero con la entrega de material, porque lo hemos pedido todo. También nos ayudaron con los desplazamientos. Nadie tenía coche», recuerda. Con el campo linda la Escuela Infantil Municipal Llavoreta, cuyas instalaciones continúan impracticables por la dana. De esta forma, la guardería ha trasladado su actividad a los vestuarios de la UD Aldaia. Los jugadores se arreglan en unos barracones colocados a modo de caseta.
Están pendientes de recuperar el sistema de iluminación y de la rehabilitación de algunos accesos que permanecen con alambradas para impedir el paso. La grada y la cubierta resistieron la fuerza del agua en el Encrucijadas. Igual que en el campo del Polideportivo Jaume Ortí, que el pasado día 10 fue inspeccionado por técnicos de la Federación Valenciana para recibir la homologación pertinente. Sin este visto bueno oficial, no podía recuperar la actividad deportiva. «Ya estamos funcionando. Es una alegría muy grande. Faltan detalles que irán viniendo con el tiempo», comenta Villegas mientras pisa la hierba y mira a su alrededor. Está ansioso por disputar todos los partidos que se tuvieron que aplazar por la dana.
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En el polideportivo de Aldaia, el Valencia CF y la Fundació VCF sufragaron la reconstrucción del terreno de juego. Algo a lo que también se han comprometido en los campos de otras dos escuelas conveniadas que forman parte de su red: el Polideportivo Municipal de Sedaví y el Mundial 82 de Catarroja.
Hay otro actor destacado dentro de la recuperación: «El Athletic Club se ha portado muy bien». Y es que la entidad bilbaína destinó más de 100.000 euros en material deportivo para ayudar a varias escuelas de fútbol valencianas. Entre ellas, la UD Aldaia y el Discóbolo. Daniel Sancho también ensalza tal iniciativa.
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«El Athletic nos ha traído una barbaridad de material. Balones, vallas, pesas, picas, petos, camisetas… Una locura. Gracias a eso, cuando hemos tenido el campo, hemos podido tirar adelante», subraya Sancho. El terreno de juego del Discóbolo fue el primero en vez la luz tras la dana. Eso sí, lo ha hecho en un emplazamiento diferente. Se ha trasladado.
El proyecto Alcem-se Esport firmó con el Ayuntamiento un convenio para levantar la infraestructura en zona no inundable de La Torre, alejada del riesgo que sí existía en el antiguo enclave. La nueva instalación se inauguró en febrero en la calle Ignacio Hernández Hervás, en el marco de Sociópolis. Esta parcela estaba reservada desde hacía años.
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«Nos dijeron que adecentar el campo viejo costaría cientos de miles de euros. Entonces, a principios de diciembre, se empezó a hablar de hacer este campo, que ya estaba proyectado cuando se inició la zona de Sociópolis. Ya estaba todo el perímetro hecho y todo el asfalto puesto. Se dijo que salía más rentable», explica Sancho. El inicio de las obras devolvió la ilusión a los 115 jugadores que forman parte del Discóbolo: «Muchas veces, los niños se acercaban a verlo. Estaba quedando muy chulo».
A la inauguración, celebrada el 14 de febrero, acudieron los futbolistas del Villarreal Raúl Albiol y Juan Foyth: «Fue muy emocionante ese día. Una tarde espectacular. Fue el primer entrenamiento oficial en el campo». Alcem-se Esport ha sufragado el nuevo terreno de juego, mientras que el Ayuntamiento asume el sistema de iluminación, la instalación de agua, el vallado exterior y la construcción de los vestuarios.
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A la espera de los vestuarios definitivos, cuyas obras arrancarán después de verano presumiblemente, el Ayuntamiento ha colocado unas casetas modulares con duchas y aire acondicionado. Además, está previsto que el campo pueda recibir el alta en el servicio de luz en los próximos días: «Cuando llegue eso, estaremos un pasito más cerca de la normalidad total».
El Discóbolo está pendiente del Consorcio de Compensación de Seguros, ya que el anterior campo era de su propiedad. «Al día siguiente de la dana estábamos aquí. Yo vivo en Torrent y vine con mi hijo. Varios jugadores de la zona también vinieron. Había 20 o 30 coches dentro», recuerda. Hasta principios de este mes había vehículos, ya que se empleó el espacio como campa.
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«Cada chaval vivía su parte familiar y personal. Había mucha desolación. Y no poder ir a jugar a fútbol les fastidiaba. Lo que querían los niños era jugar a fútbol porque les hace feliz», recalca Sancho. Para retomar parcialmente los entrenamientos y la competición, escuelas como San Marcelino y Zafranar se volcaron con el Discóbolo.
Ha arrancado una nueva etapa. Y el cambio de ubicación le ha proporcionado una mayor visibilidad: «Ahora estamos en la zona de Socióplis. Al ponerse el césped, empezaron a llamarme vecinos. En querubines hemos pasado de cuatro niños a 18».
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Un horizonte con el que sueñan otras escuelas que no están observando los progresos esperados. En algunos casos, las labores de limpieza resultan especialmente arduas por los daños ocasionados. Bugarra, a la orilla del río Turia, requiere de una inversión millonaria para recuperar su campo.
Hay iniciativas significativas, como la de Osasuna, que ha donado 450.755 euros para reconstruir el polideportivo de Massanassa. La Federación Valenciana se hace cargo del campo de Benetússer y de El Terrer, en Paiporta. En este mismo municipio, se encuentra El Palleter, un estadio que pertenece a la Federación Española y que recientemente ha realizado una llamada de socorro. El deporte quiere volver a latir en la provincia.
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