De Aitor Claramunt llama la atención su sonrisa espontánea. Sale a relucir varias veces durante la conversación. Y el tema no es el más agradable. Quizá sirve para esconder cierta timidez ante un desconocido. Algo normal en un chaval de 17 años con las inquietudes propias de la adolescencia. No sabe a qué se dedicará de mayor –aunque le gusta el periodismo deportivo–, juega al fútbol –es aficionado del Barça– y tiene móvil. Un perfil bastante clásico para describir a un alumno de 4º de la ESO. Lo que menos debería llamar la atención, en estos tiempos en los que la inclusión es palabra de moda, es que se mueve con una silla de ruedas motorizada, una ayuda técnica que por desgracia se ha convertido en un obstáculo cuando está en su centro, el instituto José Ballester Gozalvo.
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«Cuando tiene que ir al baño a mi otro hijo lo avisan, lo sacan de clase o deja lo que esté haciendo para que le ayude a ponerse en el váter«, relata Felisa, su madre. Lo corrobora el propio chico y también Iker, el hermano ayudante: «Aitor pesa y hay que hacer fuerza para sujetarlo». El baño no tiene tapa, lo que hace que la postura sea incómoda para cualquiera. No sólo no está adaptado, sino que además es estrecho.
Aitor no es que tenga sobrepeso, sino que la parálisis cerebral que padece limita bastante su movilidad, de ahí que necesite a otra persona para ayudarle, hacer de contrapeso y mantenerse estable. La otra persona es su hermano pero puede ser su madre, que a finales de enero fue avisada desde el centro porque Iker no había podido acudir a clase. También está su hermana Amaya –son trillizos–, aunque la familia explica que se necesita bastante fuerza para mover a Aitor. Unos sesenta kilos de chaval.
El alumno tiene una educadora a tiempo completo, la profesional que le asiste durante los periodos lectivos en sus necesidades del día a día. Parece ser que tampoco puede hacerse cargo de Aitor a la hora de acudir al baño por cuestiones de peso. «Tampoco han utilizado la grúa de la que disponen. El arnés se ha quedado pequeño y no se ha repuesto», dice Felisa. Además de este equipamiento, Aitor llegó al centro con una camilla y una mesa adaptada, una dotación asignada por la Conselleria de Educación.
En este punto de la conversación Aitor interviene. «Aunque intentáramos utilizar la grúa no cabría, además está rota», dice. Iker explica que cuando lo ha tenido que llevar se encuentra con problemas por la estrechez del acceso, lo que le obliga a hacer fuerza para levantar la silla y a su hermano y maniobrar. Una vez llegó a lastimarse el hombro.
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La madre ha pedido soluciones en varias ocasiones al centro y a la inspección. Recientemente se desplazó a la Dirección Territorial de Educación. Le remitieron a su inspectora. Reconoce que es poco frecuente que Aitor tenga que hacer uso de los aseos –al final el chaval ha ajustado sus ritmos biológicos– pero defiende que el centro debería disponer ya de un baño adaptado, pues Aitor lleva cuatro años en el instituto. Es la solución que está en camino: el centro ya ha pedido su adecuación.
En el escrito presentado desde la escuela a la dirección territorial, facilitado por la madre, la petición data de principios de noviembre de 2019. «El centro ha intentado adaptar, aunque fuera de forma provisional, un váter adecuado a las características del alumno, pero no cuenta con suficiente espacio ni con una grúa en condiciones», reza. «La manipulación del alumno a la hora de utilizar el inodoro es complicada y peligrosa, y a veces necesita de una tercera persona para evitar riesgos tanto para el alumno como para la educadora», añade, antes de recordar que es urgente la adaptación.
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LAS PROVINCIAS contactó con el centro para recabar más información, por ejemplo, sobre la situación de la grúa o si se ha optado por alguna solución provisional, como más ayudantes para moverlo, aunque dijeron que no podían hacer declaraciones y que la madre estaba informada de los pasos dados. Desde Educación señalaron por su parte que la unidad técnica trabaja en la adaptación «para dar respuesta lo antes posible al caso planteado».
Aitor, luchador desde crío –no es la primera vez que tiene dificultades por su limitación–, zanja la entrevista: «Me habría gustado que hubiera estado adaptado desde el principio». O lo que es lo mismo, haber dispuesto de un baño a su altura.
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