

Secciones
Servicios
Destacamos
Paula y Alba tienen varias cosas en común. Una de ellas es que después de la pandemia huyeron de la zona costera de la provincia ... de Alicante, más urbanizada y con todos los servicios a mano, pero con una dosis extra de estrés a lo largo de su jornada laboral de la que quisieron desprenderse. Ambas con experiencia en la hostelería, decidieron irse hacia las montañas y recalaron en la Vall de Seta, una de tantas subcomarcas de la Comunitat con calidad de vida pero bajo la eterna espada de Damocles llamada despoblación. La gente que reside en estas zonas tiene claras sus necesidades: «Un mínimo de servicios». De la lucha diaria por subsistir, ya se encargan ellos.
Y así lo han demostrado entre los hosteleros y lo Ayuntamientos de esta zona, donde las localidades que durante el invierno tienen 300 habitantes ya se consideran «grandes». Son las que cuentan aún con el privilegio de disponer de una tienda ultramarinos, donde abastecerse sin tener que coger el coche y recorrer varios kilómetros por tortuosas carreteras, en algunas ocasiones, heladas. A otras llega un hombre con el pan y un poco de todo en la furgoneta. Está a punto de jubilarse y, cuando eso ocurra, ya veremos cómo se apañan, sobre todo los mayores. Están más que acostumbrados a que un médico itinerante acuda al pueblo varias veces por semana. «A cambio, la atención es más personalizada», indica Alba, que más tarde argumentará esta afirmación.
Ella es una de las gerentes de esos bares que en muchos casos son el epicentro social del pueblo, pero también el lugar más buscado por los visitantes, sobre todo moteros, ciclistas y senderistas que acuden a la Vall de Seta a exprimir su preciado y escaso tiempo de ocio. Y que la gran mayoría busca un lugar tranquilo donde almorzar. Por eso, en la zona tuvieron la idea de inventar el 'bar de guardia'. «La gente del pueblo ya sabe cuándo estamos cerrados, pero con esta medida el que viene de fuera, o la gente que quiera tomar algo en ese día, sabe el punto exacto al que acudir, algunas veces a no más de dos o tres kilómetros», comenta Paula Esquembre, que regenta junto a su hermana Alicia el bar de Gorga.
La idea y la solución son tan sencillas como colgar un cartel junto al portal de cada uno de los locales de la subcomarca de la Vall de Seta. Como con las farmacias de guardia, en un cuadrante se detalla cuándo están abiertos y cerrados cada uno de los establecimientos: Balones, Benimassot, Fageca, Famorca, Gorga, Millena, Quatretondeta y Tollos. El letrero está en castellano, en valenciano y en inglés, e incluye un teléfono de contacto para hacer reservas. «La gente valora pequeñas cosas, como saber dónde irse a tomar algo caliente en invierno antes de ir a trabajar», indica Alba, que gestiona el bar junto a la piscina de Fageca.
Estos establecimientos suelen hallarse precisamente junto a esa instalación, que también es centro neurálgico de esas poblaciones en verano, cuando sí multiplican la población. Alba trabajaba en Dénia, pero decidió emigrar hacia el interior en 2021: «Aquí va todo a otro ritmo. No disfrutas de las comodidades de, por ejemplo, tener el supermercado al lado de casa cuando necesitas algo, pero te planificas. Y el médico es personalizado. Yo tuve un linfoma, y el doctor me lo detectó porque se empeñó en hacer pruebas. Mi síntoma era una tos y un malestar por el que me estaba tomando paracetamol, y tenía cáncer. Me dieron de alta hace seis meses». Alba, a sus 32 años, tiene claro que quiere quedarse a vivir en Fageca. Tanto que ya medita otros dos proyectos en esta pequeña localidad, donde en invierno residen entre 60 y 100 personas: «Un restaurante y una tienda ultramarinos».
Este tipo de establecimiento es la clave. Un aspecto que marca el estatus de un pequeño pueblo de interior. Gorga lo tiene, y las localidades colindantes admiten que está a otro nivel. «Yo estaba de responsable de hostelería del casino de Benidorm, y decidí dejarlo para venirme hacia acá», señala Paula: «Nosotras tenemos la suerte de estar en la confluencia de varias carreteras y tenemos actividad, pero sí es cierto que hemos notado que esta medida ha funcionado. Nos ha llegado gente, sobre todo senderistas o ciclistas, que venían de otras poblaciones que ese día tenían el bar cerrado».
En la Vall de Seta son conscientes de que esos pequeños detalles suman. Así lo refleja Blas Calbo, alcalde de Gorga, que además es presidente de la Mancomunitat de l'Alcoià i el Comtat. «Estos bares suelen ser instalaciones municipales, y a los Ayuntamientos nos interesan que los lleven personas que les den vida. Primero porque son el centro social de nuestros vecinos en invierno, y porque la gente que viene de fuera busca un lugar donde tomar algo y estar a gusto», remarca. «Nosotros aún tenemos tienda, y en el municipio hay 10 asociaciones, que le dan vida. Hay muchas pequeñas maneras de luchar contra la despoblación», indica. Y una de ellas es que cualquier visitante que llegue huyendo del estrés pueda encontrar con facilidad un bar donde tomar un café o almorzar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.