
El barranco de Chiva, un asesino durmiente
250 años sin solución ·
La primera riada datada es del 23 de noviembre de 1776 y se han producido cinco más llevando la muerte y la destrucción al municipioSecciones
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250 años sin solución ·
La primera riada datada es del 23 de noviembre de 1776 y se han producido cinco más llevando la muerte y la destrucción al municipioEl 9 de noviembre de 1983, un Seat 124 azul marino quedó suspendido en el barranco de Chiva como si fuera un truco de magia de David Copperfield. Esa imagen es icónica en la población. Imborrable Los mayores de 45 años no se olvidan de ella. Aquella noche, el barranco se desbordó y, hasta el pasado martes 29 de octubre, era la última riada –ahora DANA– que se recuerda en Chiva, un pueblo despedazado por el agua.
Ahora, tras acumular 500 litros por metro cuadrado y llevar la devastación a orillas de la Albufera, se vuelve a hablar de soluciones, de obras, de proyectos para tratar de que no vuelva a ocurrir. Papel mojado. En los últimos 250 años se han documentado hasta seis avenidas –incluida la del martes 29– y las soluciones siguen siendo las mismas, ninguna.
El barranco es un lobo con piel de cordero. La postal de Chiva, el paisaje más pintado del pueblo, un asesino durmiente, que cuando despierta es voraz e imparable. Los vecinos lo saben y, cuando se despereza, lo mejor es quedarse en casa.
El chivano Sergio Carrión halló un legajo, que cedió al Centro de Estudios Chivanos, que fecha la primera gran riada que tuvo lugar en Chiva: el 23 de octubre de 1776. «Cerca de su población, hay una rambla, nombrada por el barranco del Gallo que, aunque seca, es extremada en sus grandes avenidas de turbulentas borrascas. Día veintitrés de octubre a las dos de su mañana del año mil setecientos setenta y seis. Contaban que, después de copiosas lluvias cuando todos presentaban el tributo al gran Morfeo y, descuidados estaban de semejante diluvio, fue tan grande la riada que la furia de tanta agua arrancó un grande nogal y se lo llevó consigo».
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El texto, anónimo, relata la desgracia: «Subió al agua por sus calles dieciséis palmos de vara, y consideren pues señores, las gentes cuan asustadas estaban en un lance de tan furiosa borrasca. Unos, confesión pedían, porque la muerte esperaba, otros pasmados al ver el riesgo que amenazaba, al Santo de devoción con fervor se reclamaban; muchos quasi moribundos a sí mismos se auxiliaban, y algunos muy animosos por los tejados saltaban a socorrer a los vecinos que con su ayuda salvaban; infinitos perecían en las ruinas de sus casas».
Y sigue así: «Un vecino y su consorte por el turbión caminaba y tienen suerte de asirse al barril de una ventana, desprendiose la mujer y al momento fue anegada. Otra mujer feneció bajando por una escala, sólo por el interés de coger unas alhajas. Una hermosa doncellita, durmiendo en su misma cama, se abrieron todas las puertas y al instante fue ahogada. Un maestro zapatero con sus hijos se hallaba, trabajando de su oficio el agua se lo llevaba y al pasar por una calle, les tiraron de una casa, una cuerda donde asidos de aquel peligro se salvaban. Y por fin un religioso, que por las aguas nadaba, le cogieron del cerquillo por una ventana baja. Este furioso diluvio sumergió doscientas casas, envolviéndose en sus ruinas muchos pares de labranza».
«El número de personas de ambos sexos anegadas, setenta y seis se contaron, veintitrés las alisiadas y catorce moribundas, que con mucha pena alcanzan el extremo sacramento, porque al momento expiraban. Salieron a recoger los cadáveres que estaban en término de otros pueblos y partes extraviadas, y hallaron una mujer con una niña abrazada de su cuello, y tan fuerte, que no hubo fuerza humana para poder desasirla, y así mismo fue enterrada en la iglesia de Paiporta por estar muy inmediata». Chiva perdió el 10% de su población. Otra época, casi la misma riada.
El 10 de noviembre de 1885 se volvió a desbordar el barranco, aunque no hay constancia de si hubo víctimas mortales.
En el siglo XX, el 28 de septiembre de 1949, el cauce volvió a exhibir su crueldad. El agua arrancó de cuajo la calle San Isidro, igual que ha pasado en esta ocasión, y un matrimonio con su hijo de corta edad fue arrastrado por las aguas.
LAS PROVINCIAS contó así el suceso en su páginas: «En Chiva, todos los barrancos que afluyen al llano denominado El Armajal se desbordaron, así como el que circula por medio de la población. Han quedado completamente destruidas diez u once casas y han desaparecido tres personas –un matrimonio y un niño–. Unas doscientas o trescientas hanegadas de huerta han quedado arrasadas. Los daños en este término se calculan en 10 o 12 millones de pesetas». Las víctimas fueron encontradas a dos kilómetros aguas abajo.
La riada del 14 de octubre de 1957, la que arrasó Valencia y la más recordada en la ciudad por la crecida del Turia, causó daños materiales pero respetó a las personas. Curiosamente, la avenida de agua más famosa fue casi intrascendente en Chiva.
El 9 de noviembre de 1983, la riada conocida en el pueblo como la de Textofil porque arrasó esta fábrica textil –quedaron esparcidas por el término 5.000 balas de algodón–, no llegó a salirse de su cauce pero provocó graves pérdidas económicas aunque no hubo que lamentar víctimas mortales. Aquel día cayeron en Chiva 400 litros por metro cuadrado, los coches quedaron esparcidos por la carretera y quedó suspendida la línea férrea Valencia-Cuenca.
La crónica de Vicente Fayos contaba que el agua anegó El Oliveral, saltó la A-3, mató a cien ovejas y un camión de cerdos, cayeron puentes, los coches quedaron destrozados y el agua llegó a metro y medio en Chuletas Pepe. «Las escenas de siempre: muebles a secar, coches amontonados, barro, limpieza con cubos y mangueras han vuelto a Chiva... había cuatro coches, uno encima del otro, siendo el de arriba un Land Rover. Un camión de 12 toneladas fue arrastrado 200 metros...», contaba este periódico en la mañana del 11 de noviembre.
La catástrofe del martes 29 de octubre no fue más que un deja vu, la historia cíclica de una población acostumbrada a unas crecidas del barranco que han visto en más de una ocasión. Y, según marca la historia, volverá a suceder algún día.
No hay solución posible para Chiva, que se alza con el cauce como el eje principal del casco urbano. El barranco parte a la población en dos, con fincas de hasta ocho alturas con sus cimientos asentados en plena garganta. El barranco de Chiva, que más abajo recibe otros nombres con el Rambla del Poyo como el más popular, nace en las montañas sin un cauce definido. Es una gran planicie sobre la que se han levantado casetas, viviendas y campos. La vida es normal mientras no llueve mucho. En cambio, cuando arrecia, el peligro es palpable. No hay plan ni proyecto urbanístico que ahora mismo pueda plantear un salvavidas a la población.
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