![Vehículos amontonados en el Camí Nou de Benetússer.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/10/30/1730315155696-ReOtB49QUTaeH8gTT9IzpYO-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Desde Valencia sólo hay una manera de entrar en los municipios arrasados de l'Horta Sud: andando a través de la pasarela peatonal que nace a espaldas del centro de FP Ciutat de l'Aprenent de Valencia, sortea el nuevo cauce y enlaza con Sociópolis. Centenares de personas que quedaron atrapadas en la capital la han utilizado durante el miércoles para llegar hasta sus hogares. En el acceso, dos agentes de la Policía Local preguntan el destino. «Benetússer, Alfafar, Sedaví o Paiporta» funcionan como santo y seña.
Muchos viandantes hacen el camino a la inversa. De vuelta. Hay familias con niños, y hombres y mujeres cargando mochilas, el acopio mínimo para pasar los próximos días en sus destinos provisionales. Es imposible no fijarse en los pies. Casi todos vuelven manchados de barro. Es sólo un anticipo de lo que espera más adelante. Como los coches bloqueados en la calzada de la V-30, los desperdigados por el barrio de La Torre y los que quedaron abandonados en la CV-400.
El primer municipio al que se llega es Benetússer, que está devastado. «Ha quedado inhabitable, sin comercio, con coches arrastrados por todos lados y empotrados en bajos. Es algo imposible de imaginar», describe Raquel tras intentar liberarse del fango de las zapatillas al lado del Camino del Calvario. Resulta hasta premonitorio.
La calle Doctor Vicente Navarro Soler fue una de las primeras en inundarse tras colapsar el barranco del Pollo. Inma vive en uno de los primeros patios en los que empezó a entrar la riada. «Se escuchó un ruido raro, le pregunté a mi hija si era agua y me dijo que sí, pero en la calle. Nos asomamos y vimos que se llevaba los coches, y en nada ya estaba a la altura de las ventanas del gimnasio del polideportivo», acierta a explicar, visiblemente emocionada. Recuerda el ruido, los choques entre vehículos y con las farolas, y la altura a la que se refiere oscila entre uno y dos metros.
La calle ya no es calle. Es barro reseco, y las vías perpendiculares se han convertido en cementerios de coches destrozados amontonados en posiciones imposibles. En la propia Navarro Soler apenas hay vehículos por una sencilla razón. Se los llevó la avenida, calle abajo, apareciendo algunos en las perpendiculares y otros a más de cien metros. Tampoco hay comercios. Y la vía estaba llena. Sólo persianas desencajadas, restos de cristaleras y en el interior nada que no provoque sentimientos de desolación.
La misma sensación invade al viandante cuando pasa por los colegios de la zona: el diocesano Nuestra Señora del Socorro, que ya no tiene entrada ni muro perimetral, el CEIP Cristóbal Colón y el IES María Carbonell. Todo es devastación. La otra escuela, el Vicent Ricart, ubicado provisionalmente en el antiguo Villar Palasí, quedó anegado en su planta baja, mientras que el Blasco Ibáñez, situado a las afueras, se ha convertido en punto de atención de emergencias, con servicio sanitario (el centro de salud no está operativo) y para atender a las familias de personas desaparecidas. Parece el mejor parado de todos.
También está destrozada la comisaría de la Policía Local, en cuya acera se observa a un hombre sentado que se sostiene a duras penas, congestionado por el llanto. Es familiar de una víctima, parece que una niña que ha sido encontrada en esos momentos. Frente a él, un agente intenta sin éxito contener las lágrimas.
Son varios los vecinos del municipio fallecidos y también desaparecidos. Se han encontrado cuerpos en la avenida Orba, paralela a Navarro Soler y que separa Benetússer y Alfafar, y se espera hallar más cuando se pueda acceder a algunos garajes, convertidos en trampa mortal para los que intentaron salvar sus coches. También en el túnel que salva las vías de Renfe, completamente inundado y flanqueado por grotescas montañas de vehículos.
Es la nota dominante, junto al barro. Todo Benetússer está salpicado de amasijos de coches: en la plaza Lepanto, en la calle Literato Azorín, en Palleter, en la zona de los Alfalares (ya Alfafar, donde el agua entró por delante y salió por detrás de las plantas bajas) o en el Camí Nou, columna vertebral que une parte de los municipios de l'Horta Sud con Valencia. La gente pasa entre ellos tanto en dirección norte como sur, pese a la petición de la Policía Local de evitar zonas peligrosas. Y es que hay vecinos, muchos, en la calle. No es tanto morbo -que algo hay- como curiosidad y necesidad. La gente sale porque no hay cobertura -se buscan zonas donde el móvil marque una rayita, para poder tranquilizar a amigos y familia- y es una buena manera de saber de sus convecinos.
En el cruce del Camí Nou se saludan Joan y Luis. Se les nota cansados y están sucios de barro. Empiezan a hablar sobre los actos de pillaje. Como sucede en muchos de los corrillos que se forman en las calles. Basta con arrimar la oreja. Han visto salir de una juguetería a individuos cargados de mercancía, a grupos llevándose electrodomésticos de otra tienda y también saqueos de portátiles. Un poco más adelante Jordi, familia y amigos refieren acciones similares en bares, incluyendo máquinas tragaperras destrozadas «a martillazos». No es que nadie actúe, sino que tanto la Policía Local como los servicios de emergencia, claramente desbordados, se centran en las tareas de rescate y desescombro.
Junto al túnel que sortea las vías del tren -al otro lado está Alfafar- se sitúa la citada juguetería. Parece increíble, pero hay varias personas dentro, con linternas, y también fuera. Uno de ellos, cuando se le pregunta qué hace, reconoce su actitud pero se encoge de hombros. «Sé que está mal, pero he perdido mis coches y mi casa. Al menos mis hijas tendrán juguetes», dice. Durante la mañana del miércoles los vecinos han visto salir a gente con carros llenos, o enfrentamientos con una trabajadora en una tienda de móviles próxima. Arrasada por el agua por cierto, así que los terminales robados no servirán para nada.
También han sufrido el pillaje los propietarios de la asesoría de la avenida Alfafar, en la misma zona. No son de Benetússer, y han podido llegar al pueblo por la tarde. Dentro no hay nada y los tabiques de yeso laminado están destrozados en la parte inferior, seguramente por la fuerza del agua, que previamente reventó la cristalera. En la puerta han recogido varios ordenadores, entre los que se ve claramente que algún disco duro ha sido arrancado. «Se ha perdido todo, mi único consuelo es que tenemos copias de seguridad», explica ella, que reconoce que ha llorado tanto que no le quedan «más lágrimas».
Tanto para acceder como para volver desde el municipio el itinerario lógico es seguir la llamada Ruta del Colesterol, paralela a la CV-400 y que permite alcanzar Sociópolis. Y al otro lado de la vía se sitúa lo que ha quedado del supermercado Lidl. Antes de llegar a esta zona, un grupo de jóvenes carga con bolsas del establecimiento. Cuando se les pregunta si se reparten víveres en el punto de emergencias (el periodista peca de ingenuo) responden que en el establecimiento «hay barra libre». Más adelante, junto al cementerio, otro hombre carga con un carro repleto de paquetes de botellas de agua de la misma procedencia.
En la ruta, ya de vuelta a Valencia, hay vecinos que hacen el camino inverso acarreando bolsas de otros supermercados. Igual que la mayoría de los residentes de Benetússer, no tienen manera de aprovisionarse y el suministro de agua potable está caído en muchas calles, pero han hecho el necesario esfuerzo de ir a comprar a Valencia.
La noche cae y Benetússer se queda sin luz, pues la falta de suministro afecta a muchas viviendas y especialmente a las calles. El último mensaje oficial del Ayuntamiento a los vecinos es que si disponen de linternas alumbren a los servicios de emergencia que trabajan en la calle, ya sea rescatando cuerpos como retirando objetos.
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