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A punto de cumplir ocho meses como ministra de Ciencia y Tecnología, Diana Morant (Gandia, 1980), ingeniera de telecomunicaciones, afronta unos meses clave: los ... de la entrada en vigor de la Ley de Ciencia, con el reto de acabar con una precariedad endémica en el sector de los investigadores
-Tengo un amigo científico en Francia que no quiere volver. ¿Cómo le convencería?
-Lo primero es que empatizo con él. Este país le ha dado la espalda tradicionalmente a la ciencia. Entiendo la incredulidad. Pero sí: este país no tiene soluciones si no es a través de la ciencia. Vamos a movilizar 140.000 millones de euros, la mayor cifra de fondos públicos. Teníamos un sistema fallido que no favorecía trabajar en ciencia. Hay que lograr que no se vayan más científicos y que vuelvan los que se han ido. Y por eso los contratos de obra pasan a ser indefinidos con la Ley de Ciencia para dar estabilidad a los grupos de investigación más allá de los cuatro años de contrato. No hay investigación con temporalidad. Entre 2011 y 2016 se destruyeron 5.000 plazas de investigadores, en la época del Gobierno del PP. Ahora, en tres años vamos a incorporar 12.000 plazas de científicos. También vamos a ayudar a las empresas. Queremos que aquí se fabrique el vehículo eléctrico. Que aquí se impulsen terapias avanzadas. Que aquí se diseñe el avión de hidrógeno. El sector de I+D es uno de los que más ha crecido con la pandemia, con 65.000 nuevos empleos, más entre mujeres, un 15%, que entre hombres, 9%.
-La fuga de talentos en la Comunitat es la segunda mayor de España, sólo por detrás de Canarias. Más razones para dudar...
-Venimos de una época de recortes, sin inversión en I+D ni en industria. Pero un informe de la Unión Europea sitúa a la Comunitat como la región en la que más ha crecido la innovación y es la quinta de España con mejores cifras. Pero aquí la aportación privada de I+D, que complementa a la pública, está en un 46%, por debajo de la media nacional. En el País Vasco es del 76%. Administración y empresas debemos mejorar en esto.
-¿Cómo va a obligar a aplicar esta Ley de Ciencia a instituciones públicas y empresas? Hace unos días se condenó a la Universitat de València por hacer contratos temporales...
-Hasta ahora los centros de investigación no tenían este mecanismo para contratar de manera estable e incurrían en un fraude de ley. No es que la Universitat estuviera haciendo mal las cosas, es que no le dejábamos hacerlo de otra manera. Por ley los contratos eran de obra, duraban cuatro años y luego se expulsaba al investigador. Y muchos centros acababan incumpliendo la norma. No les vamos a obligar, es la norma que viene a arreglar el fallo del sistema. La Ley de Ciencia es una ley coral. Nadie la va a asumir como obligación.
-No será esto una moda pasajera de primar la ciencia porque venimos de la pandemia y acabe siendo papel mojado...
-En la Ley está recogido el compromiso del país con la ciencia. En 2030, la administración pública tiene que llegar al 1,25% del PIB en inversión en I+D. Sumándole la inversión privada debe llegar al 3%. No hay que desoír el clamor ciudadano que ha visto en la ciencia la gran solución ante la pandemia, como lo es ante los retos energéticos o medioambientales. Todo pasa por el conocimiento y la innovación y seguro que todos los grupos políticos se sumarán a este compromiso de financiación creciente.
-¿Qué refuerzos preparan para la ciencia 'made in Valencia'?
-En los últimos tres años las empresas valencianas han recibido 400 millones para I+D. Apostamos por la innovación. Vamos a impulsar planes de investigación conjuntos entre Gobierno y empresas. La Comunitat participará en cuatro de esos ocho planes y recibirá 23 millones. Para trabajar en ciencias marinas, astrofísica, física de altas energías y nuevos materiales.
-Hablemos de la pandemia. ¿Le dicen los científicos si van a llegar nuevas cepas de Covid o nuevas olas de la pandemia?
-Los científicos hablan siempre con mucha prudencia. La pandemia ha demostrado que la ciencia tiene respuestas para cada momento. Muchas veces puede parecerle al ciudadano que la ciencia dice una cosa cada día, pero lo cierto es que se va adaptando conforme tiene evidencias nuevas. La ciencia no puede tener una acción futurista, pero gracias a la ciencia estamos ganando esta batalla contra el virus, pero no tienen una base científica para saber qué va a ocurrir en el futuro. Y en la pandemia, la producción científica española ha crecido en calidad. Cuando el país ha necesitado a sus científicos, todavía han estado más a la altura de la circunstancias de lo que acostumbran.
-¿Llegará la vacuna española?
-Pues no tengo una bola de cristal. Le puedo decir que va bien. Está ya en la fase 3, la última de ensayo clínico, como con cualquier medicamento. Se está demostrando que es segura para las personas y eficiente contra el virus. Incluso mejora a otras vacunas ya existentes. Al ser de proteína recombinante, puede recombinar proteínas de distintas variantes, con lo que podría adaptarse ante una variante nueva. La vacuna será un gran orgullo de país y un ejemplo de colaboración público-privada. Detrás está Hypra, líder en veterinaria pero que nunca había hecho vacuna humana. Con 18 millones de euros del Gobierno, ojalá llegue esta vacuna mejorada y se la podamos ofrecer al mundo ante un reto que aún presenta muchas incógnitas en el futuro.
-La Generalitat lleva ya tres condenas por no dar bastante protección a los médicos ante el Covid. ¿El Gobierno pudo hacer más?
-Desconozco las sentencias. No sé si hablamos del inicio de la pandemia...
-Sí, la primera ola...
-Todos tenemos que reconocer como país y como gobernantes que no estábamos preparados para asumir este reto. Al principio no había otra forma de protegerse que confiando en la ciudadanía. Y la gente en primera fila corrió mucho más riesgo. Por eso nuestro agradecimiento y gratitud con el personal sanitario será eterno.
-La ciudadanía pide más inversión contra el cáncer y las enfermedades raras. ¿Llegará?
-Tenemos un plan de salud de vanguardia. Poner en marcha una medicina personalizada. Teniendo en cuenta todos los factores sociales, económicos, ambientales... Queremos aumentar la recogida de datos y digitalizarlos, sobre cómo vive nuestra población, para mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento. Mejorar con ello la atención primaria. Y ser líderes en terapias avanzadas. Por ejemplo, el doctor Urbano lidera un proyecto en el Hospital Clinic de Barcelona con enfermos de leucemia linfoblástica que consiste en sacar información genética del paciente, modificarla, incorporarla al paciente de nuevo y que tenga entonces 100 veces más inmunidad para luchar contra el cáncer. Esa vanguardia de la medicina, con nombres y apellidos, es lo que buscamos. A investigar terapias avanzadas vamos a destinar 1.500 millones, contra enfermedades más prevalentes, como el cáncer, y las dolencias raras.
-En el colegio... ¿Era más de Física y Químicas o de Letras?
- (Ríe) Pues debo confesar que se me daban igual de bien, o incluso mejor, las Letras. Pero tengo que defender que no hay diferencia entre Letras y Ciencias. Las Letras también son Ciencias. No me daban miedo de pequeña las Matemáticas y la Física. Y hay que luchar por eso. Hoy sólo el 10% de los matriculados en Informática son mujeres. A edades muy tempranas, un 13% de las niñas decide que no va a estudiar carreras más asociadas a la ciencia porque creen que no son tan válidas como sus compañeros chicos. Tiene mucho de mensaje social y cultural. Hay pocas referencias de mujeres en los libros escolares. Si las disciplinas STEM (acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) marcarán el futuro del país, ese panorama no puede dibujarlo la mitad de la población, sólo porque no hemos sabido involucrar a la mujer como toca.
-¿Nota ese vacío a la mujer en los círculos de poder?
-Es una evidencia que las mujeres ocupan menos espacios de altas decisiones. Recibimos mensajes como mujeres de que no es nuestro sitio. Yo he estado en espacios como alcaldesa y como ministra en el que era la única mujer, en mesas con 20 personas. Es una anomalía social si somos la mitad de la población.
-¿Se queda con ser alcaldesa o con ser ministra?
-(Sonríe) Me quedo con ser ministra habiendo sido alcaldesa. Mi mejor escuela política ha sido la alcaldía, y sobre todo haber sido concejal en la oposición. Aprendí lo que no se debe hacer en política, ante un alcalde (habla de Arturo Torró) que ejercía el abuso de poder.
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