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Beatriz de Mergelina (Madrid, 1957) es la psicóloga al frente de CAVAS, el Centro de Ayuda a Víctimas de Agresiones Sexuales. Conoce bien la estela de miedo e inseguridad que deja una violación, el amargo proceso de la doble victimización o el infierno de los niños que han sufrido abusos. Con sentencias como la de La Manada «las víctimas no se sienten protegidas». Y alerta del aumento de violaciones con droga en la bebida.
-Es un insulto para todas las mujeres y doblemente humillante para la víctima. No valora ni la intimidación ni la violencia. Con sentencias así las víctimas no se pueden sentir protegidas. Aquí vemos cada día el sufrimiento de las víctimas. Si ya les cuesta poner una denuncia, luego ven esto y acaban muy afectadas. Nos sentimos impotentes.
-Hace falta una interpretación clara de la violencia e intimidación. No es una cuestión técnica o jurídica. Se supone que una joven de 18 años ha de resistirse físicamente cuando en otra situación la no resistencia se toma como la prudencia elemental de una persona sensata. No tiene sentido. Si la policía aconseja no resistirse en atracos porque el daño puede ser mayor, ¿cómo estás pidiendo que una chica de 18 años se resista ante cinco armarios roperos?
-Falta de educación y formación. Desde pequeñitos. Los padres tienen que dar mucho cariño a sus hijos, pero también poner normas y límites. Si aplicamos el 'todo vale' llegamos a lo que nos está pasando. También es cierto que ahora hay más denuncias porque la gente es más consciente de los delitos sexuales. Antes estaba extendido lo de que 'los trapos sucios se lavan en casa'.
-Por igual. Los menores de 12 años son agredidos mayoritariamente en su entorno cercano, pero son agresiones o abusos prolongados y con secuelas más duraderas.
-Sensación de irrealidad, bloqueo, disociación emocional... Hay secuelas a corto y largo plazo. La lista es larga. Cuadros ansioso-depresivos, estrés postraumático. La mitad de las víctimas suelen necesitar tratamiento psicológico para superarlo.
-Una niña de dos años y medio. Una superviviente nata. Sufrió tocamientos durante meses por parte de la pareja su madre. En otro caso, el agresor la dio por muerta y la dejó en una cuneta. Ella tuvo que huir y pedir ayuda desnuda. Pasó año y medio de terapia para poder tener relaciones sexuales con su marido.
-En los dos últimos años, dos víctimas. Con dos agresores cada una. Y una de las mujeres bajo efectos de la sumisión química.
-Es una realidad. En otros países se utiliza para robos o secuestros.
-Cada vez más. Hace cuatro o cinco años veíamos alguno aislado. Posiblemente este año nos acercaremos al 8% de las agresiones con este método. Al principio, las víctimas no solían denunciar porque no se veían capaces de reconocer al agresor.
-Mujeres jóvenes entre 17 y 30 años. En discotecas, pubes, fiestas de fin de curso, graduaciones, cumpleaños... Varias de nuestras víctimas lo fueron en pubes céntricos.
-La más conocida es la escopolamina o 'burundanga', pero se utilizan otras o una combinación. Benzodiacepinas, éxtaxis líquido, hipnóticos, anestésico de uso veterinario, alcohol etílico y hasta disolventes. Drogas incoloras e insípidas.
-En dosis bajas, el efecto llega en aproximadamente una hora. En sangre apenas permanece seis horas y en orina, el doble. Las consecuencias varían. Somnolencia, desinhibición, anulación del miedo, amnesia... Suele acabar con resaca desproporcionada y puede derivar en alucinaciones o muerte, en dosis altas.
-Su eliminación es rápida, pero hay protocolos sanitarios. Si alguien cree que ha podido ser víctima, y no sólo por sumisión química, debe ir rápido al hospital y solicitar pruebas. Es clave no lavarse ni cambiarse. Incluso transcurridas unas semanas, las drogas podrían detectarse.
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