![Fray Fernando señala las ventanas de las habietaciones donde se alojan los frailes, zona donde se llevó a cabo la agresión.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/16/gilethabitaciones-Rbi9xDMyYL5zYAPiulBBL0O-758x531@Las%20Provincias.jpg)
![Fray Fernando señala las ventanas de las habietaciones donde se alojan los frailes, zona donde se llevó a cabo la agresión.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/16/gilethabitaciones-Rbi9xDMyYL5zYAPiulBBL0O-758x531@Las%20Provincias.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Gilet sigue consternado por la brutal agresión a la comunidad de siete frailes franciscanos asentados en el monasterio de Santo Espíritu. El estupor entre los vecinos no ha hecho sino aumentar al saberse que Javier, el presunto agresor, es un hombre de unos 40 años natural de Puerto de Sagunto ... , pero durante un tiempo residió en la localidad. «Incluso un año tuvo un puesto de pequeñas esculturas metálicas artesanales en el mercado medieval», precisa uno de ellos. El sábado 9 se coló en las dependencias de los religiosos y logró agredir a cuatro de ellos, con el balance de un muerto y tres heridos, dos de ellos aún ingresados en el hospital. Fray Fernando, el guardián, que ha recibido ya el alta y que aún presenta un hematoma en el ojo izquierdo, ayuda a reconstruir aquellos instantes de locura que dejaron, como él apunta, una «escena dantesca».
«Habíamos tenido la misa de las 8:30 y habíamos desayunado. Yo me había subido a la habitación», comienza el relato de fray Fernando. De repente, escuchó un ruido al que no dio importancia: «Creí que uno de los frailes, fray Carlos, de 95 años, había arrastrado el andador». Aún así, salió al pasillo y fue entonces cuando se encontró con el agresor: un hombre de unos 40 años, vestido con ropa deportiva y arreglado. El religioso pensó que era un electricista o un fontanero, pues días atrás habían dado el aviso de que la calefacción no funcionaba correctamente.
«¿Sabes quién soy?», le preguntó él. «No». «Soy Jesucristo». Y sin añadir una palabra más, el hombre alzó el brazo y golpeó a fray Fernando en el rostro con el báculo de uno de los santos que hay en la iglesia de Santo Espíritu. Mientras le azotaba, el religioso sólo acertaba a farfullar: «¿Por qué? ¿Por qué?». El instinto de supervivencia le dio fuerzas para echar a correr. Fue entonces cuando empezó a comprender: «Había entrado a matarnos».
Vio a fray Albert tirado en el suelo con la cara golpeada. Y un poco más allá, a fray Juan Antonio, también tumbado sobre un charco de su propia sangre. «¡Socorro, socorro!», gritó en su huida hacia el comedor y la salida, antes de que el agresor le derribara de un puñetazo. «¿Pero qué haces?», espetó fray Ángel, el cocinero, uno de los religiosos más corpulentos de la comunidad. El malhechor intentó derribarlo de dos puñetazos, pero no pudo, y entonces se comportó como un depredador acorralado. «¡Voy a llamar a la policía!», decía fray Ángel. «O me abrís u os mato!», replicó.
Mientras tanto, fray Fernando buscaba ayuda por teléfono al tiempo que empezaba a asistir a sus compañeros. Acomodó a fray Carlos, que a sus 95 años se rompió una cadera en febrero: «Se mantuvo consciente y acertaba a susurrarme: '¡Guardián, guardián!'». Pero a fray Juan Antonio no podía voltearlo: «Estaba boca arriba y se ahogaba con su propia sangre». Mientras, fray Ángel había abierto la verja exterior al agresor, que escapó al paso por la pinada. «¿Cómo te llamas?», le preguntó. «Javi». «¿Y tu apellido?». «¡Hijoputa!», gritó ya sin parar de caminar, confundiéndose entre los árboles. Fray Ángel regresó al pasillo del horror.
Allí ayudó a girar a fray Juan Antonio. Fray Fernando había dado con Salva, el padre del alcalde de Gilet, que ha sido médico y ahora está a cargo del estanco. Rápidamente se movilizó a la Policía Local y a un SAMU, que estabilizó al religioso malherido antes de trasladarlo a la UCI del hospital Clínico de Valencia.
Noticia relacionada
El hombre, natural de la localidad murciana de Cehegín, falleció en este centro. Fray Carlos recibió curas en la oreja y en el cuero cabelludo en el Clínico antes de ser derivado al hospital de Sagunto. Ahí permanecía ingresado al cierre de esta edición junto a fray Albert, que tiene un pequeño coágulo en la cabeza. «A mí me hicieron un TAC, no había nada y me dieron el alta», precisa fray Fernando. Fray Federico, que acababa de llegar de oficiar una misa por Sagunto, y fray Antonio, que trabajaba en el huerto, resultaron ilesos.
Esta semana, según relata fray Fernando, recibieron una llamada de Felipe VI interesándose por lo sucedido y por cómo se encuentran los religiosos: «Primero nos llamó alguien de la Casa Real y luego nos pasaron al rey. Estuvo hablando con fray Ángel». Pero, ¿por dónde se coló el presunto agresor, ya detenido por la Guardia Civil e identificado por las víctimas? La única opción es la iglesia, durante la misa de primera hora, a las 8:30. «Nosotros lo vimos. Era un hombre muy serio, bien peinado. Me llamó la atención porque le saludé y no me contestó», señala una mujer, una de las entre 8 y 10 personas que suelen acudir a este acto religioso. La hipótesis es que se escondió hasta que todos se marcharon del recinto. «Sabía quiénes éramos», aventura fray Fernando. Y se habría fijado en que no suelen cerrar con llave las puertas, la que da al claustro y la que permite acceder a las habitaciones. Por ahí entró, subió las escaleras y desató el caos.
Las personas con las que se relacionan a diario con los frailes franciscanos de Santo Espíritu no dejan de pedirles que sean más precavidos, y más tras lo ocurrido el pasado 9 de noviembre. Ante la pregunta de qué van a hacer a partir de ahora, el guardián, fray Fernando, se muestra tajante: «No voy a hacer nada. Todos morimos, de viejos, de cáncer, de un infarto o de una 'trompà'. Somos frailes, si nosotros no confiamos en Dios... me niego a vivir con miedo». Si contemplan los religiosos adoptar alguna precaución, según les ha propuesto la Guardia Civil, como es la de cerrar la puerta que da acceso a sus dependencias desde el claustro.
«Tendremos que adoptar medidas de seguridad, pero vamos a llevar una vida normal y corriente. Una experiencia como esta o te hunde en la desesperanza y tristeza o te eleva a la confianza en Dios. Yo no voy a dejar vivir en miedo, locos los va a haber siempre y esta vez nos ha tocado a nosotros», comenta fray Fernando.
El religioso sí que aprovecha lo acontecido en el monasterio de Santo Espíritu para lanzar una aviso a la ciudadanía y, especialmente, a las administraciones. «Ahí sí que hay una reflexión que deben llevar a cabo todos los estamentos de la sociedad y los políticos, que es sobre la salud mental. Hay un problema muy grave que pienso que no se afronta con seriedad», asegura fray Fernando, que incide: «Pero es algo muy grave. De personas que no están bien, y hoy he sido yo el que lo ha sufrido pero mañana, ¿quién será? Una familia no puede bregar con problemas de esta envergadura».
El fraile pone el énfasis en lo complicado que resulta en algunos casos acceder a una consulta de especialistas. «Hay personas que están muy perjudicadas, muchos casos que están vinculados con las drogas... el tema de los maltratos. Insisto, creo que hay un problema muy grave en nuestra sociedad que no se afronta», incide fray Fernando, que se recupera en el entorno de paz del monasterio donde reside desde hace una década.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.