Situada en la cresta norte del barranco, la recuerdan como una pequeña, pequeñísima caseta blanca, rodeada por una verja metálica recortada contra el polígono de ... la Reva. En la tarde más oscura de la historia de la Comunitat, desapareció engullida por la ola marrón y dura como una piedra. La estación de aforo del barranco del Poyo, en Riba-roja, estalló a las 18.55 horas. La suerte de l'Horta Sud estaba echada porque el inmenso monstruo llevaba ya más de una hora, en muchos de ellos, lamiendo las paredes y empujando vehículos mientras los muchos de los vecinos luchaban por sobrevivir. ¿Qué falló en un organismo hasta el momento gris y lejos del foco mediático como la Confederación Hidrográfica del Júcar para que nadie viera que un Ebro rugía hacia la zona más poblada de la provincia de Valencia?
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Bueno, muchas cosas. En medio de un silencio atronador, porque a veces no decir nada es lo mismo que decir cosas, la aparición de diversas licitaciones de emergencia en los días posteriores a la dana del 29 de octubre sirven como confesión por parte del organismo que preside el desaparecido Miguel Polo: faltaba tecnología que habría permitido aliviar la tragedia. La CHJ dispone de una red de caudalímetros y pluviómetros llamado Sistema Automático de Información Hidrológica, más conocido como SAIH. Instaurado tras la pantanada de Tous, hasta el momento parecía suficiente para controlar riadas y similares.
Pero todo cambió el 29 de octubre. Con un único pluviómetro en Chiva y un aforo en la rambla de Poyo, cuando los técnicos quisieron darse cuenta, por el barranco corría un monstruo. Lo peor es que disponían de la tecnología suficiente como para saber antes lo que estaba pasando. Lo reconoce la propia CHJ, en ese elocuente silencio, en el informe de 20 de noviembre con el que se motivan las reparaciones del SAIH. «Uno de los puntos clave a la hora de realizar un control y anticipación a los problemas de las avenidas son los Sistema de Alerta Temprana (SAT). Estos sistemas se centran en el análisis en tiempo real de los datos disponibles e incorporar previsiones futuras de lluvia, para obtener mediante modelación hidrológica una estimación de los caudales circulantes», apunta el informe.
«Estos caudales determinarán la explotación de los embalses existentes, lo que permite realizar una previsión de los caudales que circularán por los cauces», prosigue. El documento finaliza: «Esta anticipación de la situación permitirá adelantar la generación de alertas ante eventos climáticos extremos ayudando a disminuir el tiempo de reacción para la gestión más eficaz y reducir los riesgos de la población». El informe, firmado por el mismísimo Polo, reconoce que la dana «hace patente la necesidad de medidas de protección adicionales para paliar los efectos de posibles futuras crecidas extraordinarias. Se manifiesta la urgente necesidad de disponer de sistemas que permitan una gestión anticipada en tiempo real de los riesgos de inundación, mediante un Sistema de Alerta Temprana que permita una reacción a corto plazo frente a futuros eventos de magnitud similar a la reciente dana».
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En los días inmediatamente anteriores a la dana, y también ante cualquier evento climático extremo de esos que, dicen todos los científicos, se harán más comunes, la Agencia Estatal de Meteorología repitió una y otra vez que llegaba lo que parecía una tormenta muy grave. Desde el día 25 de octubre, de hecho, se repitieron esos avisos, con sucesivos aumentos de la alerta meteorológica de amarilla a naranja para terminar en rojo esa misma mañana. Sin embargo, los meteorólogos tuvieron que enfrentarse a las críticas en redes sociales y a un descrédito motivado por ocasiones en que se eleva la alerta a nivel rojo y no pasa nada. Los expertos aseguran que es mejor decenas de alertas rojas que no queden en nada que una sola alerta roja que pase inadvertida. Cabe recordar lo ocurrido en Madrid, cuando en plena tormenta Filomena hubo hasta críticas por el uso del sistema ES-Alert. Aemet, por su parte, se ha pasado todo el verano explicando a usuarios de las redes sociales que los fenómenos climáticos extremos que suponen más temperatura son una realidad, pese a que en X, sobre todo, cientos de personas contestaban a sus mensajes diciendo que el cambio climático era una mentira y que en verano siempre ha hecho calor.
La Confederación Hidrográfica del Ebro sí dispone del SAT, lo que no deja de ser curioso porque el Ministerio califica el Bajo Turia como una cuenca de riesgo hidrológico, con 99 inundaciones históricas y 9 barrancos de riesgo. El del Poyo, una rambla mediterránea «de libro», según la catedrática en Geografía de la Universitat de València Ana Camarasa, es proclive a lo que los expertos conocen como inundaciones relámpago, provocadas cuando un barranco seco se llena de agua en poco tiempo. Y esa agua, claro, va hacia el mar, como todas las escorrentías del mundo. Por si esto fuera poco, el Poyo está alimentado por más de una decena de otros barrancos más pequeños, aunque de importancia, como el de la Horteta, que en esa tarde duplicó, según algunos cálculos, el caudal del infausto monstruo. En ninguno de esos barrancos (Gran, Gallego, Saleta, Cueva Morica, Sechura...) hay un aforo. No lo hay tampoco en la Horteta, en cuya cabecera, en Turís, cayeron aquel 29 de octubre cerca de 800 litros por metro cuadrado.
El catedrático en Ingeniería Hidráulica de la Universitat Politècnica de València Félix Francés, uno de los mayores conocedores de las inundaciones, desveló en la comisión de investigación del Ayuntamiento de Valencia del lunes 20 de enero que existen modelos predictivos que permiten traducir los datos de caudal y aforo en previsiones sobre inundaciones aguas abajo. Francés aseguró que si entre Riba-roja y Paiporta hay dos horas de velocidad de la onda de agua, con esos modelos «se habrían ganado cuatro horas más» para avisar en l'Horta Sud. En esa misma comisión, además, intervino Antonio Turiel, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas y uno de los mayores expertos nacionales en cambio climático. Él reconoció la falta de personal en las entidades que se encargan de controlar el clima y de avisa. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, en la Comisaría de Aguas hay 20 personas dedicadas a vigilancia del dominio público. La tarde del 29 de octubre, según informa el propio organismo de cuenca, en la sede «estaba reunido el comité permanente de la comisión de desembalse, y el personal del Área del SAIH formado en ese momento por 5 técnicos». «Además, en la presa de Forata había tres técnicos de la CHJ siguiendo el episodio y gestionando la infraestructura», informaron desde la entidad.
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Además, hace ya años que la CHJ ha renunciado al sistema de escaleros, que eran las personas que vivían a pie de barranco y que con un simple vistazo a las escalas que había en puentes y pasarelas, podían llamar por teléfono al organismo de cuenca y avisar de que el barranco subía. El profesor de Ecología de la Universitat de València Juan Soria también denunció en LAS PROVINCIAS la falta de una red intermallada que permitiera enviar la información de una estación a otra y así evitar que los datos no lleguen porque en caso de lluvia las ondas de radio pueden verse afectadas por la cortina de precipitaciones.
La CHJ siempre ha sabido lo peligroso que es el barranco del Poyo, porque en la primera década de este siglo había un proyecto para unir la rambla con el nuevo cauce y alejarla de l'Horta Sud que ahora ha anegado. La iniciativa quedó finalmente aparcado porque chocó con la ley de protección de la Huerta aprobada en 2018 y que pretendía proteger el entorno rural de la ciudad Valencia.
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El plan inicial consistía en la bifurcación del barranco del Poyo en dos ramales. Uno de ellos se mantendría hacia la Albufera, donde desemboca, y el segundo sería una desviación hacia el cauce nuevo del Turia con una capacidad de 700 metros cúbicos por segundo. El que se dirigía a la Albufera tenía capacidad para 800. Estas cantidades se habrían quedado cortas, porque los planes de inundación preveían que buena parte de l'Horta Sud habría quedado fuera de una inundación con un periodo de retorno de 500 años. Los estudios estiman que lo ocurrido el 29 de octubre está más cerca de un periodo de retorno de entre dos y cinco milenios.
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