Es una de esas actividades a escala mundial que, pese a lo aparentemente absurdo, reúne a miles de seguidores en cada ciudad en la que ... se ha celebrado desde que la locura arrancó en Viena en 1992. El Día de las Alas, que organiza Red Bull, llega este verano a Valencia con el ánimo de reunir a los pilotos más «chiflados», a la par que ingeniosos, y las aeronaves de fabricación casera más asombrosas y desternillantes.
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Será a las doce del mediodía del próximo 1 de junio cuando los primeros cacharros voladores y sus pilotos se enfrentarán al destino y a la inexorable gravedad terrestre en la Marina de Valencia. ¿Cómo? Los equipos, formados entre cuatro y cinco personas, diseñan, construyen y lanzan sus máquinas voladoras caseras de propulsión humana.
Los prototipos son impulsados desde un muelle de 9 metros sobre el agua. Después, tras el vuelo, un jurado de expertos adjudica una puntuación a la creatividad y la puesta en escena que hace media con la conseguida por la distancia recorrida. Es decir, el cacharro debe ser divertido y resultón en su acabado, pero sin olvidar lo más importante: las leyes físicas que permiten a un objeto planear sin motor durante el mayor tiempo posible.
En esta edición hay 35 equipos inscritos, procedentes de toda España y varios de ellos valencianos. Sus criaturas aladas se inspiran en personajes de la cultura pop, la mitología clásica, el cine o el anime, entre otros conceptos. Además, algunos participantes han tomado referencias en la gastronomía y la cultura festiva valenciana para sus aeronaves, en honor a la ciudad que acoge por primera vez el evento. El Día de las Alas pasó por Ibiza en 2012, por Gijón en 2017 y por Madrid en 2022.
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Entre los valencianos que ¿surcarán? el aire y caerán al mar aparece el equipo Açò es Orxata. Llegan con su Xuflight, un ingenio del que ya hay boceto. Preparan un artefacto cuyo fuselaje es un vaso de horchata, con ruedas en forma de ensaimada, un fartón-timón y una pajita que hace las veces de timón de cola de dudosa utilidad.
También desde Valencia aterriza en el certamen el equipo Aerosespeciales. Ellos aspiran a la gloria de los pilotos chiflados con un proyecto bautizado como Volem Casalla. Su estructura imita a la botella del licor, con el cuello y tapón a modo de propulsor trasero estilo cohete. Y, atención, con aparente capacidad para albergar a una fallera y su acompañante en una inexistente cabina. A tenor del boceto, los pilotos cabalgarían sobre el fuselaje. Habrá que ver cómo acaban.
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Otro de los diseños para el Día de las Alas llega de la mano del equipo Gambazu. Ellos han concebido la llamada Paella/Ala Delta, un proyecto aeronáutico casero que pretende sustentarse con la superficie circular plana de una pretendida paella. En ella reposan unos langostinos y mejillones. Si el guiso volador logra planear se desplazará por el aire un sufrido piloto con lo que parece ser una peluca en forma de llama. Su cabina-cesta es cilíndrica y ello no es casual. ¡Es una botella de butano humana!
También con sello valenciano llega al certamen el equipo Magic Scouts Bus, con un proyecto aéreo del mismo nombre. «Basado en The Magic School Bus y una temática de boy scouts, este equipo viene dispuesto a ganar con un bus volador. Esperemos que no lleve niños dentro, porque ya sabemos cómo va a terminar…», bromea la página web del evento.
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El reglamento de la prueba vela en todo lo posible, por la seguridad, que pasa por una supervisión previa de los cacharros para que no resulten lesivos. Éstos no pueden exceder los 10 metros y su altura debe ser inferior a 3 metros, con un peso no superior a los 200 kilos, incluyendo al piloto. En ningún caso puede haber un sistema de propulsión en la rampa de lanzamiento distinto al humano. O, lo que es lo mismo, la energía viene dada por los colegas del piloto empujando el artefacto.
Todos los participantes que salten deben llevar chaleco salvavidas y casco, proporcionados por el equipo de producción. El piloto no debe estar atado al avión ni encerrado en ninguna cápsula o cabina de la que no pueda escapar fácilmente. Su disfraz no debe entrañar riesgo de quedar atrapado en la aeronave u obstaculizar la capacidad del piloto para ver, respirar o mantenerse a flote.
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Todos los pilotos y tripulantes que salten deben poder nadar 100 metros sin ayuda. «Cuando diseñes tus disfraces, recuerda que luego tendrás que nadar con ellos», advierten los organizadores en las bases.
Cada equipo puede obtener una puntuación máxima de 30 puntos. Un tercio de la valoración lo aporta la creatividad del diseño, otro viene dado por la presentación en el escenario (vestuario, música, teatralidad...) y el tercio restante va en relación a la calidad del vuelo: el tiempo transcurrido desde la salida hasta la meta o los metros recorridos durante el vuelo. De todo ello sale la nota final.
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Para los tres primeros clasificados hay premio: un viaje de tres días al Red Bull Hangar 7 de Austria para el campeón. Allí podrán disfrutar del museo de la aviación. Para el segundo, un viaje a una escuela de vuelo con el experto Horacio Llorens. Para el tercero, un viaje de un día para disfrutar del túnel de viento de Madrid.
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