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El Mediterráneo es un mar cada vez más cálido. Este es un hecho bien conocido por el Centre d'Estudis Ambientals del Mediterrani (CEAM) ahora corroborado por los resultados del informe del último invierno que ha revelado que se trata de un fenómeno que no hace más agravarse con el paso del tiempo. Según los datos de la investigación, desde 1982 la temperatura de la superficie marina se ha incrementado en 1,26 grados de media.
Francesc Pastor, investigador del CEAM, puntualizó que este aumento no es similar en todas las zonas del Mediterráneo. «El proceso de calentamiento es más intenso en las áreas meridionales y menos en el norte», recalcó. De esta forma, en la parte central, en las inmediaciones de la península italiana, el incremento térmico es algo menor.
Pastor explicó que en el Mediterráneo se producen ciclos naturales de calentamientos que duran unos 35 años. Pero la actual tendencia está fracturando esta dinámica. «Ahora tendríamos que estar saliendo de un periodo de aumento de los termómetros pero no apreciamos que la temperatura esté disminuyendo», apuntó el investigador del CEAM. Más bien lo contrario.
El científico indicó que según la dinámica de los ciclos naturales se tendría que haber apreciado una caída del mercurio a partir de 2016 o 2017. Pero este hecho no se ha constatado por lo que se puede estar produciendo «una alteración».
Para Pastor son varios los factores que han llevado a esta situación. Desde la propia dinámica de la atmósfera hasta causas naturales, pero el científico consideró que los efectos de la acción humana está jugando un papel destacado en el proceso de calentamiento del Mediterráneo.
Las consecuencias de este incremento de las temperaturas pueden ser múltiples. Oscilan desde las puramente climatológicas hasta modificaciones del hábitat marino (con la aparición de parásitos, de especies invasoras o cambios en el comportamiento de las corrientes). Y, además, pueden modificar las condiciones del vida del hombre
Una de las que empiezan a ser confirmadas son los cambios en el régimen de precipitaciones. Según Pastor, se está empezando a apreciar una intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos como las danas y temporales marítimos.
El científico señaló que el Mediterráneo es una fuente de energía que puede alimentar estos fenómenos y hacerlos más intensos. En la memoria de todos están los efectos del temporal 'Gloria' que azotó el litoral valenciano en enero de 2020 con gravísimos daños que aún son apreciables o la DANA que asoló especialmente la Vega Baja en septiembre de 2019.
Otra de las implicaciones, aunque los estudios todavía se encuentran en un estadio muy inicial, es la influencia del calentamiento sobre las brisas marinas. Se está investigando que el contraste de la temperatura entre el mar y la tierra en verano puede ser menor con las consiguientes implicaciones en el efecto mitigador de estas corrientes.
Pastor explicó que de esta manera puede llegarse a que estas brisas no sean tan refrescantes y aumente el calor. «Se dañaría el comfort térmico con las implicaciones que conllevaría para un sector tan importante como el turismo», argumentó en referencia a un posible incremento en el número e intensidad de las olas de calor.
Otra de las posibilidades que se plantean los científicos es el incremento del nivel del mar como consecuencia del incremento térmico que podría suponer la desaparición de las playas más expuestas como ya ha ocurrido en Canarias en Baleares.
En la misma línea, José Tena, director del Instituto de Investigación en Medio Ambiente y Ciencia Marina (Imedmar) de la Universidad Católica de Valencia, explicó que están apareciendo en el Mediterráneo especies hasta ahora desconocidas o parásitos que están atacando algunos hábitats.
El investigador de la Católica se refirió también que el incremento de la temperatura marina está influyendo también en las corrientes con las consiguientes modificaciones en los ambientes mediterráneos.
Para Pastor aún se está a tiempo de tomar medidas. Quizá no para paliar los efectos más inmediatos pero sí los que se esperan para el medio y largo plazo. En este sentido, el investigador se refirió a la «inercia térmica» que hace que los cambios más inmediatos ya no sea posible mitigarlos «aunque hay que intentar invertir la tendencia».
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