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Señor García
CÁMARA, ¡LUCES!: ALÓ PRESIDENT

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Sala de máquinas ·

La persecución de las minucias lleva el sello de Compromís y ha sido la palanca del éxito electoral de Morera y sus aliados

Martes, 21 de noviembre 2017, 09:04

Lo del cambio de luces en el despacho de Enric Morera puede considerarse de principio, si se quiere, una minucia de gasto, comparado con lo que vimos en los gobiernos de la era gloriosa del PP o con las prácticas tripartitas actuales. ¿Qué son apenas 4.500 euros frente a los 1.300 millones de ingresos ficticios del presupuesto de la Generalitat (primero Moragues y después Soler) o la quiebra financiera que puede provocar Carmen Montón con la reversión de las concesiones hospitalarias? No digamos si lo enfrentamos a los derroches de la desaladora socialista de Torrevieja, el aeropuerto del abuelito Fabra, la ciudad de la Luz de Zaplana o el circuito de la Fórmula 1 de Camps. Si se piensa con mesura, pedir las mismas explicaciones a un alto cargo por el cambio de unas luces que por colosales obras faraónicas no deja de ser desproporcionado. Lo que ocurre es que el debate y la persecución de las minucias lleva el sello personal e inconfundible de Compromís, y, de hecho, ha sido la palanca del éxito electoral de Enric Morera y sus aliados. Hicieron de las minucias causa mayor y política mayor. No era lo importante la cantidad, sino la actitud, aseguraban. ¿Recuerdan?, «no son tres trajes». Y, en efecto, no lo eran; porque los trajes salieron del juicio limpios de polvo y paja pero auparon a Compromís hacia el gobierno de las instituciones.

Las naranjas se vendían ayer a 1,39 euros el kilo en cualquier supermercado y repásese en la hemeroteca lo que decían Joan Ribó y Mónica Oltra de esas cajas de fruta valenciana que remitía Rita Barberá como regalo navideño (como el inefable Revilla hace con las suculentas anchoas de Santoña sin que nadie se alarme). Clamaban ellos: «es un claro uso fraudulento de fondos públicos... no tiene límite y es insaciable... es una prevaricación ligada al cargo». A las naranjas por supuesto le sumaron todos los gastos de representación habituales y fabricaron una megacausa, Ritaleaks, la primera vez después de veinte años que conseguían algo con lo que ensuciar a la entonces alcaldesa. Después de sacarle el jugo mediático durante dos años, la denuncia fue archivada sin más por la fiscalía. No había tema, pero el rendimiento político ya estaba logrado. En Les Corts se llegó a censurar a Alberto Fabra por el gasto de 9,9 euros en unas vitaminas. Ignacio Blanco, hoy asesor o asimilado de Mónica Oltra y entonces inquisidor del internacional Santiago Calatrava protestaba: «¿Fabra se paga sus cafés o se ha puesto una pulserita de todo incluido como en el Caribe?... se empieza con vitaminas de 9,90 euros y se acaba pagando una campaña electoral». Esther Pastor, la exnúmero dos del Palau, tuvo que explicarse sobre las compras más pedestres (chorizo de cantimpalo, arreglos de cocido, pechugas de pollo) destinadas al comedor de Presidencia de la Generalitat. Otra gran revelación, aunque ese comedor siga siendo utilizado tal cual, como corresponde a su fin. Venga minutos de radio y televisión, columnas de periódicos, ristras de tuits con todos estos escándalos que nunca eran catalogados como minucias. Como el gasto colosal en taxis, cuando en realidad supuso un ahorro enorme al reducirse drásticamente el uso del parque móvil oficial. Y otra vez Mónica Oltra: «la caja fija son las tarjetas black de la Generalitat».

Ya no le pillan en otra. Nunca más. A partir de ahora ya se cuidará en razonar todos sus gastos en lo políticamente correcto

La casuística resulta interminable; las sillas de Feria Valencia, el ágape de algún acto público... pero por supuesto la caja fija sigue usándose hoy en términos similares, como el comedor de Presidencia, sólo que ahora lo disfrutan otros. Y mejor no entrar a mayores. Como la fabricación de esa gran mentira sobre los mil millones de sobrecoste en Ciegsa o la revocación inconstitucional de Rita Barberá como senadora territorial.

El bitripartito ha tenido hasta ahora la habilidad de hacerse enterrar casi todas sus maniobras, pero no puede evitar que la opinión pública lo mida conforme a las reglas de juego que ellos mismos pusieron en práctica durante los tiempos de oposición. Porque son sus reglas de juego. Morera anda dolido por lo de las luces; dolido y descolocado. La orden de gasto no puede ser más específica: el cambio de iluminación persigue «atender mejor a los medios audiovisuales». Queda clarísimo. Morera quiere salir más favorecido cuando le tomen imágenes desde su despacho. Como si las televisiones estuvieran haciendo cola para entrevistarle o Les Corts no dispusiera de miles de metros cuadrados perfectamente habilitados para captar imágenes del físico presidencial. Ese gasto denota males diversos: la falsa austeridad vendida hasta ahora, despreocupación por el dinero público, una frivolidad no pequeña y además el recurso tramposo de siempre cuando te ves descubierto. Con aquello de «esto no es lo que parece», aunque figure en un documento oficial. Cuando Morera fue pillado con las manos en las bombillas, cambió la justificación: cambia las luces de su despacho para ahorrar energía. Ahorrar, ahorrar de verdad, se ahorra no cambiando lo que todavía funciona. Ecología, ecología de la buena, pasa por no adelantar la obsolescencia de los productos, no generar nuevos residuos y no provocar fabricación industrial innecesaria. Eso es ahorro y eso es lo ecológico, lo demás se llama palabrería. Eso sí, a Enric Morera no le pillan en otra. Nunca más. A partir de ahora ya se cuidará de razonar todos sus gastos en lo políticamente correcto; la eficiencia energética, lo inclusivo, la igualdad semántica o la alineación de los planetas, aunque en el fondo no se trate más que de una tapadera argumental. Una treta, una fábula.

***

Postdata/manifestación. PSPV y Compromís deben un regalo de reyes a los tránsfugas de Ciudadanos que el viernes les salvaron del abandono podemita a sus presupuestos. Bordearon la catástrofe. Pero ayer el tripartito todavía se mantenía unido en una manifestación contra la infrafinanciación impulsada por Puig y Oltra y encomendada a sindicatos y empresarios. Un éxito incontestable. La izquierda volvió a la calle, su espacio natural. Pero ya no tiene su monopolio. Una semana antes, el espectro valencianista logró movilizar una protesta igual de relevante. Y la calle también es un territorio amigo de las amplias capas sociales discrepantes de las políticas sectarias del conseller de Educación, el reconocido independentista Vicent Marzà. Puig y Oltra estarán hoy contentos del resultado. Les da músculo, pero sus equipos no obstante debieran advertirles de que una región como Extremadura, que lo mismo no tiene ni el 15% de la población real de la Comunitat Valenciana, también sacó ayer a la calle miles de personas para reclamar a Rajoy un trato justo y un tren justo; casualidades. Y lo hizo en pleno centro de Madrid, no en Mérida. Se llevaron los manifestantes a Madrid. Veremos el impacto exterior de la de aquí y la de allí. Con las manifestaciones, siempre hay alguien que da más. Como en las apuestas.

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