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A. CHECA
VALENCIA.
Miércoles, 27 de marzo 2019, 00:11
No es una leyenda. Ni un tópico de conversación vecinal de ascensor, charla de barra de bar o encuentro súbito en la calle. Ya ha dejado de ser incluso el tema que hizo más famoso a nivel planetario a Al Gore que su paso por el Ejecutivo americano. El cambio climático está aquí, a pie de calle y con ánimo de quedarse. La última en confirmarla es nada menos que la Agencia Estatal de Meteorología. Y el 'monstruo' del tiempo no anda muy lejos, pues el informe lo sitúa como especialmente presente en la Comunitat. Al 'bicho' le ponen rostro los datos del Open Data Climático, una herramienta de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de acceso libre a partir del mes de abril, que ha contado con información procedente de su Banco Nacional de Datos Climatológicos y, en particular, con datos procedentes de un total de 58 observatorios. Y sitúa el cambio climático como de «mayor rigor» en el Mediterráneo y las grandes ciudades, lo que fija a Valencia en su epicentro.
El primer dato hace bueno uno de los dichos más repetidos en ascensores, barras y calles valencianas: «Ya parece que nunca sea invierno, siempre es verano». Aderezado con el exagerado gracejo popular, pero el dicho es casi científico. El verano se está alargando nueve días de media por década, según AEMET. O lo que es lo mismo, el verano hoy en día se prolonga durante cinco semanas más que a comienzos de los años 80. El informe indica cómo, aunque el calentamiento se aprecia todo el año, es especialmente notable entre abril y octubre, eso que hoy muchos llaman el verano y el 'veroño'. «Es algo que todos notamos y los datos nos vienen a confirmar», subraya a Europa Press uno de los portavoces de la AEMET, Rubén del Campo.
Sube el nivel del mar
Hay pocos valencianos, y españoles, que no sientan ya los rigores del calentamiento. Desde la Agencia de Meteorología hablan de más de 32 millones de compatriotas, un 70% de la población, los que ya se están viendo afectados por las consecuencias del cambio climático.
La temperatura del agua del Mediterráneo es otro aspecto modificado por el cambio climático. El estudio señala que los grados superficiales del mar crecen 0,34ºC por década desde principios de los años 80. Ello no tiene sólo como consecuencia agradable que el baño sea más templado. También tiene inconvenientes, y no pequeños. El aporte de calor provoca una expansión termal que contribuye al incremento del nivel del mar. Desde 1993, el nivel del Mediterráneo ha aumentado en 3,4 milímetros por año. Pero no sólo ello. El Open Data Climático arroja luz sobre una realidad también cada vez más presente en nuestras vidas. Más bien, en nuestros sueños, o mejor en la ausencia de él. Un Mediterráneo cada vez más cálido repercute en sus regiones costeras al aumentar el número de noches tropicales, es decir, aquellas en las que la temperatura mínima iguala o supera los 20ºC. Y hace casi imposible caer en los brazos de Morfeo.
Los datos también revelan que las superficies con climas semiáridos están avanzando en España, y ocupan ya un 6% más que en el periodo 1961-1990, es decir, unos 30.000 kilómetros cuadrados, un aumento «considerable», según otra de las portavoces de la AEMET, Beatriz Hervella. Las zonas más afectadas son Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste peninsular, al ser estas las más propensas a no registrar precipitaciones.
Sequía en Alicante
De nuevo la Comunitat aparece como protagonista central de este dictamen. Alicante, en su zona sur, es uno de los puntos geográficos más golpeados por la sequía. El cambio climático no va a ayudar a que esta situación sea más benigna.
Desde AEMET echan mano de tecnicismos. Sus portavoces señalan el fenómeno llamado 'isla de calor', anomalía térmica positiva que tiene lugar en el centro de las ciudades en relación con la periferia. Según el Open Data Climático, este plus térmico nocturno que eleva las temperaturas mínimas afecta al confort de los ciudadanos por sus efectos nocivos para la salud, en particular para aquellos grupos de riesgo que viven en grandes urbes.
Ambos efectos, por tanto, señalan a las grandes ciudades y a la costa mediterránea como los dos entornos más vulnerables al cambio climático. El informe no se olvida de uno de los fenómenos más repetidos en los últimos tiempos, las tan manidas olas de calor y de frío. Si bien los episodios fríos disminuyen en número de días, las olas de calor tienden a concentrarse en los últimos años, con especial incidencia en su duración.
Más muertes
Este hecho es particularmente relevante, como enfatiza a Europa Press Beatriz Hervella: existe una elevada correlación entre temperaturas máximas y mortalidad, pues a partir de un determinado umbral de temperatura máxima las muertes aumentan de forma notable. La ciencia constata que lo del 'calor de muerte' no es tampoco un dicho exagerado de barras, ascensores y tórridas callejuelas...
Con respecto a las temperaturas, el estudio confirma una tendencia a registros más altos en España desde 1971, tanto en valores promedios como en máximas y mínimas. Ello contribuye obviamente a que se incremente el citado índice de mortalidad. Este resultado concuerda también con el hecho de que los años más cálidos se hayan registrado en su mayoría en España en el siglo XXI. Y con el caldeamiento climático, más madera para las conversaciones mundanas vecinales.
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